domingo, 26 de agosto de 2007

Postmodernidad y religión católica

Sabíamos que la era de la postmodernidad había alcanzado todos los rincones. La globalización, y sobre todo, el internet, hace que lo que se vive en Paris se sienta en Yaoundé, en Bueños Aires o en Teherán. Pero lo que no sabíamos, o no queríamos reconocer, es que los conventos viven también en la postmodernidad.


Los religiosos postmodernos no piensan construir un mundo deseable por todos. No tienen metas preferentes. Viven su ideal, no en totalidad, sino fragmentándolo. Lo que gusta se recibe, lo que incomoda se repulsa sin contemplaciones. La entrega por los demás no está mal vista si procura el bienestar personal. No hay reglas globales. Cada cual vive como le parece conveniente. Todo es interpretación. Todo vale.


Yo creo que lo que más urge es preguntarse si hay manera de ser postmoderno sin dejar de ser religioso en el sentido tradicional. Esta es una tarea muy difícil, pues un gran número de personas reconocen que para que el ser humano viva bien es necesario que Dios muera. Incluso a veces pueden afirmar, en “petit comité”, que ya no vale la pena morir por nada ni por nadie. Pero esto contradice el espíritu cristiano.


Hay un número, cada vez más elevado, de religiosos que han abandonado ya los grandes relatos. Rechazan los proyectos comunitarios y la búsqueda de consenso. Aceptan y practican una moral provisional y de circunstancias. Tienen una receta peculiar para cada situación. Sus bibliotecas personales se están llenando de libros de dietética, yoga, herboristería y afectividad. Se preocupan por el cuidado del cuerpo y la educación física. Hay quienes afirman que la estética ha sustituido a la ética y se ha convertido en el decálogo de la juventud.

En la mente de algunos religiosos, no hay contradicciones entre profesar la pobreza y acumular riquezas materiales; no hay contradicción entre la castidad y la dependencia afectiva hacia gente del mismo sexo; no hay contradicciones entre el voto de obediencia y la realización de un proyecto personal. Dicen que cada postura ha de ser analizada en un tiempo y lugar concreto.


Ya hemos mencionado que los postmodernos reconocen únicamente el presente como tiempo real. Sin embargo, los cristianos bien educados valoran el pasado, el presente y el futuro sin absolutizar ninguno de ellos. El pasado es la raíz del presente. El futuro da sentido al presente. De ahí que el presente que no tenga futuro pierda sentido y credibilidad. Es necesario, pues, que los cristianaos, y sobre todo, curas y monjas, sigan soñando con los cielos nuevos y la tierra nueva.

viernes, 17 de agosto de 2007

¿Qué es el narcisismo social?

¿Qué es el narcisismo?, se preguntó hace unos años el pensador Trechea. Para contestar a esta pregunta, se alineó a quienes afirman que en algunos pueblos existe, actualmente, un malestar generalizado, un sentimiento de vacío interior y de absurdidad de la vida. Tanto psicólogos como sociólogos vienen describiéndonos dos nuevos tipos de personas (que se añaden al tipo de personas que ya conocemos):

por una parte se encuentran personas con una tristeza vital, sin ganas de vivir, apáticas, sin alicientes, en estado de duelo permanente, sin sentido en sus vidas, desesperanzadas, con grandes sentimientos de impotencia y autodesprecio, percibiéndose en definitiva, como frágiles e indefensos;

por otra parte están unos sujetos engreídos, egocéntricos, manipuladores, socialmente destructivos, con gran necesidad de obtener admiración y prestigio sobre los demás, pero que a su vez presentan una fuerte sensación de pérdida de su “yo”, con relaciones interpersonales superficiales e insatisfactorias, percibiéndose también vacíos y sin sentido en sus vidas.

domingo, 12 de agosto de 2007

No parece haber razones para los compromisos

A pesar de los avisos que los expertos siguen lanzando, constatamos, en general, que el ser humano contemporáneo va renunciando, poco a poco, a los compromisos profundos. Su meta es “ser independiente afectivamente, no sentirse vulnerable”.

Algunos pensadores describen nuestra era como un estado de ánimo crepuscular que hace que vivamos en la permanente melancolía sin pretender la eternidad. En general no está bien visto replantear las grandes cuestiones. Incluso no es necesario dar las auténticas razones para vivir o para morir. Se vive porque sí, se muere porque sí. Y punto.

lunes, 6 de agosto de 2007

El agotamiento de las espiritualidades

No parece exagerado sostener que muchas de las espiritualidades tanto cristianas como de otras religiones se están agotando. Ya no son caminos imprescindibles que llevan a la intimidad con el Absoluto. Si no provocan indiferencia en los contemporáneos, se convierten en trámites necesarios para conseguir otros objetivos más mundanos. Frente a este agotamiento, resurgen espiritualidades precristianas, espiritualidades de moda provenientes de algunos tipos de sectas, la magia, el nirvana, el yoga, espiritualidades consumistas, etc. Me he encontrado con algunos religiosos y religiosas que, si bien no reconocen públicamente que sus espiritualidades institucionales están vacías, sintonizan mejor con las espiritualidades de recientes movimientos eclesiásticos. Algunos practican el yoga con frecuencia, otros son clientes habituales del consumismo. Tanto unos como otros reconocen la falta de creatividad en las espiritualidades que les fascinó al principio de su vocación religiosa. Este fenómeno no es novedoso en la Iglesia, pues muchos cristianos han abandonado las prácticas religiosas por considerarlas espiritualmente estériles. Tal vez la novedad es que esta situación se está expandiendo en las capillas conventuales.

viernes, 3 de agosto de 2007

La rotundidad

Las afirmaciones rotundas son, casi siempre, falsas. Los caminos rectos, casi siempre esconden trampas. La última palabra no siempre es la que acierta. La mayoría de lo que hacemos, opinamos o creemos admiten alternativas. Por eso fallamos cuando pretendemos imponer nuestros criterios, dictamos bandos sin tener en cuenta que realmente lo que importa es explorar juntos los distintos horizontes que ofrece la vida, escoger el lado más próximo sin rechazar el lejano, aceptar las curvas como parte encantadora de la ruta, admitir críticas como parte de la creatividad compartida. Por eso creer es crear su propio camino, convencido de que además del propio camino, pueden existir otros caminos tan salvadores como el propio.

jueves, 2 de agosto de 2007

El saber aconsejar

Cuando tu vida se despista te acuerdas de muchos consejos que has estado dando a tus amigos y esperas de ellos algún consejo sólido para que el paso del tiempo no limite tus capacidades de adaptación. La mayoría de las veces los consejos que recibes te confunden, y sigues ahondando en tu despiste. Te das cuenta de que aconsejar es acompañar, y eso es tarea difícil. Cada uno te aconseja desde su experiencia, no teniendo en cuenta que cada experiencia es personal, única, incompartible. Concluyes que siempre hay que agradecer el consejo, pero nunca seguir a rajatabla cualquier consejo. Aunque todos los consejos son valiosos (pues vienen de personas que te importan), no todos son útiles. De ahí que sea necesario tomar distancia de los consejos, sopesar todos ellos y abrazar los que más te convenzan, haciéndolos tuyos para que el día de mañana no tengas que compartir tus fracasos con tus consejeros. Nunca el consejero es responsable de sus consejos si realmente aconseja a alguien que sabe aconsejarse. Aceptar un consejo es irresponsabilizar a quien te aconseja. Así pues, te pones en marcha siendo responsable de tu pista, la pista que algún día ha de llevarte a la felicidad. Que nadie tema aconsejar, que nadie imponga sus consejos, que nadie acepte los consejos a rajatabla, que nadie siga los consejos sin haber, de antemano, irresponsabilizado a su consejero.

Los actos del doctor Pourbais en Congo

François Kabasele-Lumbala , teólogo y obispo congoleño, cuenta cómo asistió a la humillación de los negros en su poblado, prácticamente en l...