sábado, 28 de junio de 2008

Los negros fueron (o ¿siguen?) esclavizados por los blancos

Los pueblos negroafricanos están marcados fundamentalmente por su encuentro con el hombre blanco a través de la trata de los negros, la colonización y el neocolonialismo.

Es cierto que la esclavitud y la servidumbre personal son instituciones conocidas universalmente y en casi todas las épocas. Pero el caso de que toda una raza negra fuera considerada como inferior a la raza blanca, se le condenaran a la esclavitud antropológica a través de su negación del ser, de los trabajos forzosos al servicio de los blancos, es un fenómeno especial. Es una herida que todavía sigue abierta en muchos pueblos africanos, y una humillación que condicionan su relación con las demás razas.

Los historiadores afirman que el número de negros comprados como maderas y llevados al continente americano para su explotación es espectacular. Desde el principio del siglo XVI hasta hace tan sólo 100 años, “entre diez y quince millones de africanos fueron sacados por la fuerza de África. A este tráfico occidental hay que añadir una cantidad semejante, o aún mayor, que los árabes sacaron por las costas orientales”(leer los libros de J. Cortés López). En América, la esclavitud de los indios fue rechazada por razones doctrinales, aunque ello no impedía su trabajo forzoso al servicio de los europeos. En cambio, la trata de los negros era legal, incluso a los ojos de los religiosos. De hecho, algunas congregaciones religiosas tuvieron esclavos negros. Incluso cuando en el siglo XIX, “los misioneros pasaron a ser los protagonistas de la lucha antiesclavitud, todavía permanecía en su subconsciente, la imagen de los “africanos subhumanos” que infectaba las relaciones euroafricanas como un virus” (Leer los estudios de J. Baur).

En la Conferencia de Berlín (1884-1885), los países europeos reunidos bajo pretextos humanitarios y antiesclavistas asentaron las bases “legales” para reemplazar la trata de negros por su colonización (leer los estudios de M. Unciti). Para justificar esta decisión político-económica, los políticos europeos se dotaron de una ideología propia basada en varios argumentos: “atraso moral del indígena, mala explotación de las tierras, derecho de protección al débil, deber de la civilización, derecho al libre comercio y circulación, etc. Una vez que se justificó la presencia se invocaron los títulos de ocupación que suelen resumirse en tres: cesión contractual, adquisición mediante guerra justa e interés superior por la paz.” (J. Cortés López). Según Baur, “a los ojos de la Europa colonizadora, los africanos eran salvajes a los que había que civilizar, hijos malditos de Cam a los que había que salvar, niños grandotes a los que había que educar. Para ellos no existía una cultura africana, sólo costumbres tribales; ni tampoco religión, sólo supersticiones estúpidas y cultos diabólicos. Nada le quedaba al africano de lo que pudiese sentirse orgulloso. Fue estigmatizado con un complejo de inferioridad. Ante sus amos europeos, la servidumbre era su mayor virtud”.

Las ambiciones colonizadoras europeas configuraron la sociedad africana sin tener en cuenta los límites que los propios africanos han establecido en sus territorios. Así, los europeos rompieron los moldes tradicionales y condujeron a África hacia la pérdida de su identidad antropológica. Las políticas colonialistas, tan alejadas de los verdaderos intereses de los africanos y de los intereses de sus culturas milenarias o seculares, están en la base de los conflictos étnicos que, de tiempo en tiempo, sacuden a las naciones africanas desde su acceso a la “independencia” (M. Unciti).

En sus últimos trabajos, el africanista español, Gerardo González Calvo, denuncia que “los pueblos de África vuelven a sufrir en sus carnes una nueva esclavitud, más sutil pero no por eso menos dramático, que la padecida entre los siglos XVI y XIX”. Según este Director de una de las revistas más prestigiosas sobre la información y la documentación africana, Mundo Negro, “se vuelve a caer en la trampa del ser superior, porque el blanco occidental se sigue presentando como el hombre eficaz y defensor a ultranza de la humanidad doliente. Para ello sigue apareciendo como modelo de referencia, como el rico que sale al encuentro del pobre para darle parte de su riqueza, aunque se trate sólo de unas migajas que no alteran ni el ritmo de vida, ni el inmoderado consumo que mueve la implacable rueda de la producción”. Pero la verdad es que los negroafricanos siguen estando excluidos de los cenáculos en los que se reparten los poderes y las riquezas de su continente (leelr los estudios de E. Mveng). Esta situación ha sido calificada por E. Mveng de “pobreza antropológica”. En efecto, “África es el único lugar donde la pobreza no constituye un fenómeno socioeconómico. Es la condición humana, en su raíz profunda, la que se ha visto tarada, traumatizada, empobrecida. La pobreza africana es una pobreza antropológica. Entre nosotros, la condición humana es una condición de precariedad, de endeblez. (...) Esta situación abarca al hombre, a todo hombre, a todos los hombres, a todos los niveles”.

En otro estudio, Mveng vuelve a insistir en esta idea: cuando el ser humano está privado no ya sólo de los bienes de orden material, espiritual, moral, intelectual, cultural o sociológica, sino de todo lo que constituye el fundamento de su ser en el mundo y de la especificidad de su “ipseidad” en cuanto individuo; cuando el ser humano está privado de su identidad, de su dignidad, de libertad, de su pensamiento, de su historia, de su lengua, de su universo de fe y de su creatividad profunda, de todos sus derechos, de sus esperanzas, de sus ambiciones, incluso de su manera de amar y de existir; cuando se ve privado de todo esto, cae en un tipo de pobreza que no tiene que ver sólo con los bienes exteriores o inferiores, sino con el ser, con la esencia, con la dignidad misma de la persona humana: esta pobreza es una pobreza antropológica. Se trata de una indigencia del ser heredada de siglos de esclavitud, de colonización y neocolonialismo, que ha excluido los pueblos negroafricanos de la historia y del mapa del mundo (Cfr. Cfr. MVENG, E., “Pauperización y liberación. Acercamiento teológico respecto a África y al Tercer Mundo”, en ROSINO GIBELLINI (ed), Itinerarios de la teología africana (Verbo Divino, Estella 2001) 227-242, p. 230).

En las condiciones actuales, el hombre negroafricano está despersonalizado: obligado a romper con las raíces históricas de su personalidad (trata de negros y colonización), a vivir aislado y abandonado (neocolonialismo y neocapitalismo), vive apresado por el complejo de inseguridad y de dependencia. Lo que busca es esencialmente la salvación, es decir, la integridad, la seguridad, la perennidad de la vida y de la liberación total y definitiva de las amenazas de la muerte. Por eso, en contextos negroafricanos, “la misión de la religión es liberarnos del reinado de la inseguridad, de la incertidumbre, de la inquietud, o sea, proporcionarnos la seguridad, la certeza y la paz” (E. Mveng).

sábado, 21 de junio de 2008

Análisis de la canción Là-bas

1. La vida del autor

La madre de Jean-Jacques Goldman, Ruth Ambrunn, nació en Munich (Alemania); su padre, Alter Mojze Goldman, nació en Lublin (Polonia). Ambos fueron héroes de la resistencia en la segunda guerra mundial. Tuvieron cuatro hijos. Uno de los cuatro, Pierre Goldman, murió asesinado por su militancia en la extrema izquierda.

2. Mensaje principal

Cuando los sueños se hacen cortos, el cambio deja de ser una opción; empiezas a soñar con un mundo diferente, y aunque nadie quiere verte marchar, acabas inmigrando para no morir frustrado. Là-bas, una de las mejores letras escritas sobre la inmigración, nos coloca ante el drama de la inmigración. Un inmigrante no puede elegir entre ser o no ser; no puede elegir entre morir o vivir; no puede optar entre ser de aquí o ser de allá; un inmigrante no tiene opción. Sólo es consciente de que la vida merece ser vivida. Incluso acepta morir viviendo.

3. Cuando los sueños se hacen cortos

El camino de los inmigrantes empieza cuando los sueños se hacen cortos (“ici, nos rêves sont étroits”); cuando lo habitual se hace agobiante; cuando los interrogantes se hacen cada vez más con desesperación y enfrentarse al futuro se hace urgente, entonces inmigrar se convierte en el objetivo más importante de la vida.

4. Empiezas a soñar con un mundo diferente

El inmigrante es un aventurero en el mejor de los sentidos; es un auténtico soñador que abandona su hogar sin la esperanza de una tierra nueva. Hay quienes creen que ser inmigrante es tener ganas de fastidiar al próximo, quitar trabajo a los nativos, destruir sus buenas costumbres y dormir a pierna suelta como el ex ministro español, Cañete. Al inmigrante le hace falta tener aguante y valor, creer que nada es imposible si se tiene fuerza y fe (“si tu as la force et la foi, l'or est à portée de tes doigts”): fuerza para aguantar muchas tempestades y fe en la generosidad de muchos nativos que aceptan compartir sus oportunidades con los demás.

5. Nadie de los tuyos quiere verte inmigrar

La voz de tu conciencia y la voz de tus más allegados buscan cómo atarte a tu mundo de siempre; temen que lo desconocido te haga daño. Te hablan de tempestades y naufragios, del fuego, del demonio y del espejismo para que no emprendas el viaje (“il y’a des tempêtes et des naufrages; le feu, les diables et les mirages). No creen en ti porque te ven frágil, indefenso sin su ayuda; te hablan de las cosas maravillosas que aun no has descubierto en tu tierra: hacer el amor con tu pareja, convertirte en marido y padre, pero tú sigues pensando en marcharte (“on a tant d'amour à faire, tant de bonheur à venir. Je te veux mari et père, et toi, tu rêves de partir”).

6. El cambio deja de ser una opción

Para un inmigrante, el cambio no es una opción. En su mundo todo está perdido de antemano. No puede cambiar nada en su tierra porque todo depende de dónde se nace y él no ha nacido en un pueblo de oportunidades (“ici, tout est joué d'avance et l'on n'y peut rien changer. Tout dépend de ta naissance et moi je ne suis pas bien né”).

7. Acabas inmigrando para no morir frustrado

Sólo inmigra quien teme morir frustrado, sin haber cumplido sus sueños. Y todo sabemos que el ser humano es sueño de su infancia y proyectos de sus amantes. Por eso para que el inmigrante encuentre una cierta estabilidad emocional y afectiva necesita cumplir sus sueños junto a los suyos. Como eso es una posibilidad en manos de unos pocos, el inmigrante se queda siempre a medio camino: no es de aquí ni es de allá. Pero eso no importa mucho. Lo que quiere es tener oportunidad, derechos y orgullo (“j' aurai ma chance, j'aurai mes droits, et la fierté qu'ici je n'ai pas”); puede que los suyos le pierdan si se marcha, pero lo seguro es que se perderá si no inmigra cuanto antes (“je te perdrai peut-être là-bas, mais je me perds si je reste là”). Todo será a la vez nuevo y salvaje pero más bonito de lo que se haya imaginado (“beau comme n' imagine pas”).

8. Conclusión

Uno de los fenómenos sociales mundiales de mayor actualidad es la inmigración. Mientras los dirigentes de los países del tercer mundo fomentan el éxodo con sus caprichos e incompetencia, los del primer mundo blindan sus fronteras sin temor a violar los derechos más elementales que proclaman a cuatro vientos. Quieren detener a cualquier que busque oportunidad en su tierra. Sin embargo son conscientes del envejecimiento de su población y de la necesidad de una mano de obra barata. Hace poco me comentaba alguien que venía de Barcelona que se asombró de la ausencia de los catalanes en su ciudad. Los duros trabajos en hoteles, restaurantes y bares están en manos de inmigrantes, mientras los nativos exploran sus montañas y mares. Tal vez haya algo de exageración, igual que cuando se acusan a los inmigrantes de quitar trabajo a los nativos, cuando todo el mundo sabe que ellos hacen los trabajos que rechazan los demás. Nadie se imagina esos jóvenes de extrema derecha recogiendo patatas y aceitunas en el campo, limpiando las calles de su ciudad o paseando a sus abuelos en los parques y jardines de su ciudad. Pero son muchos quienes hablan sin tener argumentos, destrozan sin tener motivos, defienden sin tener ideales, y viven sin pensar en manos de quién depositará sus sueños. Lo que parece cierto es que tras escuchar Là-bas, uno sí que se atreve a confiar en la música de Jean-Jacques Goldman.

miércoles, 11 de junio de 2008

Acerca de Jean- Jacques Goldman

La vida del autor

La madre de Jean-Jacques Goldman, Ruth Ambrunn, nació en Munich (Alemania); su padre, Alter Mojze Goldman, nació en Lublin (Polonia). Ambos fueron héroes de la resistencia en la segunda guerra mundial. Tuvieron cuatro hijos. Uno de los cuatro, Pierre Goldman, murió asesinado por su militancia en la extrema izquierda.

Mensaje principal

Cuando los sueños se hacen cortos, el cambio deja de ser una opción; empiezas a soñar con un mundo diferente, y aunque nadie quiere verte marchar, acabas inmigrando para no morir frustrado. Là-bas, una de las mejores letras escritas sobre la inmigración, nos coloca ante el drama de la inmigración. Un inmigrante no puede elegir entre ser o no ser; no puede elegir entre morir o vivir; no puede optar entre ser de aquí o de allá; un inmigrante no tiene opción. Sólo es consciente de que la vida merece ser vivida, incluso acepta morir viviendo

Los actos del doctor Pourbais en Congo

François Kabasele-Lumbala , teólogo y obispo congoleño, cuenta cómo asistió a la humillación de los negros en su poblado, prácticamente en l...