domingo, 28 de junio de 2009

El rey del Pop ha muerto




Espero que Michael Jackson haya encontrado lo que buscó ansiosamente en este mundo y no lo consiguió. Espero que algún día alguien nos aclare si las acusaciones sobre su comportamiento para con los niños son reales, oportunistas o ataques racistas. Espero que la infancia que no tuvo en este mundo la disfrute a partir de ahora.

He visto durante todo este fin de semanas un montón de videos sobre su vida. No sé quién mató a aquel niño negro de cinco años que cantaba alegremente para crear un monstruo de cincuenta años que apenas sonreía. Quienes han estado cerca de él confiesan que su personalidad era muy compleja, que era incapaz de expresar sus sentimientos, que vivía en un mundo de sueños infantiles, y que no estaba reconciliado con el mundo. He visto como una niña de dos años se emociona viendo a Michael cantando con 5 años. La misma niña se asusta cuando le enseñas a Michael en su última aparición en Londres. Yo no sé qué imagen este rey del Pop tenía de todos nosotros. Supongo que nos veía como una auténtica amenaza de la que tenía que protegerse con sus distintas máscaras y disfraces.

Son muchos quienes creen que Michael Jackson fue un negro que quiso ser blanco. Es cierto que su música no tiene ritmos africanos como el regae del legendario Bob Marley. Es cierto que cuando muchos negros escuchan su música no sienten la misma serenidad que cuando saborean los discos de Bob Marley. Es cierto que Jackson no tenía la añoranza de África como Bob y otros artistas afroamericanos. Es cierto que su espiritualidad y su personalidad no reflejan restos del continente negro. Es cierto que defendió los derechos de los cantantes negros marginados por las empresas discográficas occidentales. Es cierto que su música es disfrutada mejor por los bancos que por los negros. Pero también es cierto que las comparaciones son odiosas.

Mi deseo es que este hombre que tanto ha sufrido (por su culpa o por culpa ajena) descanse definitivamente en paz. Es una lástima que tengamos que encontrar la plenitud en la otra vida, pero es el único consuelo que nos queda.

Vicente Ferrer


Hace unos días falleció el misionero de la bondad, Vicente Ferrer, un hombre bueno donde los haya, un hombre generoso que con su labor en la India nos ha testimoniado como seguir siendo humano en medio del mal. De su vida personal a penas conozco algo. Sé que durante un tiempo fue miembro de la congregación papal de los jesuitas y que cuando abandonó el sacerdocio se casó, tuvo hijos y se dedicó a acompañar a los más necesitados de la India hasta su muerte. Construyó escuelas para niños, hospitales para los enfermos y comedores para los hambrientos. El gobierno español le ha nombrado modelo de la solidaridad y ejemplo a seguir. La iglesia católica ha sido más discreta a la hora de elogiar su figura. Supongo que la jerarquía católica le considera hijo descarriado por haber abandonado el sacerdocio.

Muchos coincidirán conmigo que la adoración del Altísimo se lleva a cabo cuidando a sus hijos más necesitados. Algunos piensan erróneamente que creer en Dios es cuestión de ideas (o ideologías). Creer en Dios es, para mí, creer en sus hijos, sobre todo los más necesitados. Se me viene a la memoria muchas personas que dedican su tiempo a infundir un poco de esperanza en los demás. Una amiga de Madrid que suele dejar comentarios en este blog lo sabe muy bien. Ella lleva años atendiendo gratuitamente a los inmigrantes africanos que llegan a Madrid desorientados y sin esperanza. Les da clase, les facilita ropa y comida, les anima celebrando sus cumpleaños, les acompañan a los médicos, les enseña a leer y a escribir, les redacta los currículum y les acompaña a las entrevistas de trabajo. Pili es una gran mujer que lleva África en su corazón. Cuando uno ve lo que hace por los demás vuelve a creer en la humanidad. Creer en la humanidad es el primer paso para poder creer en la divinidad. Seguramente que Pili conocerá, como yo o como vosotros, a algunas personas de comunión diaria o dominical que no son capaces de dar la mano a un negro que acaba de llegar en un cayuco. Afortunadamente tenemos a Vicente Ferrer, a Pili, a Piedad y demás personas que con sus obras son el testimonio real de la mano de Dios en este mundo. Un millón de gracias para todas estas personas que son misioneras de la solidaridad.

sábado, 13 de junio de 2009

Mi visión acerca de las grandes religiones


La historia confirma que las grandes religiones no han podido conducir la humanidad por el recto camino que pregonan, ni han sabido satisfacer la sed de lo absoluto que se aloja en lo más profundo del ser humano. Las únicas creencias que mantienen su ritmo, con discreción, son las llamadas religiones tradicionales. Estas religiones siguen enseñando, como antaño, el equilibrio vital dentro del universo. Nos enseñan que el ser humano forma parte del universo, que cada elemento tiene su orden y su función, y que el equilibrio de todos los elementos es la única garantía de la estabilidad emocional y de todo el universo. Sus creencias discretas, casi intimistas, con ceremonias fundamentalmente familiares y tribales facilitan la cercanía necesaria en la relación con lo trascendental. La variedad de sus ritos abren la puerta a la creatividad de sus seguidores. Para muchas tradiciones orientales, hay que pasar por el olvido del sujeto para encaminarse hacia su recuperación en el seno de lo Absoluto. El sujeto debe salir de sí porque negándose uno se encuentra. El mundo es un ámbito de deseo y de sufrimiento pero es posible recuperar la paz mediante la reorientación del deseo. La iluminación es el único medio que endereza lo torcido.

Las llamadas religiones del libro (judaísmo, cristianismo e islam) se han politizado tanto que no resulta fácil seguir sus mensajes principales. Aunque el judaísmo no ha aspirado a convertirse en la referencia mundial al ser una creencia reservada al pueblo elegido, nadie puede ignorar que Israel es un Estado judío que basa sus principios en la Sagrada Escritura. Todo lo que ocurre en el entorno de la zona del Oriente Próximo refleja la lejanía de la mano de Dios en la tierra. Es muy difícil creer en la existencia de un Dios justo, pacífico, misericordioso y salvador en esa zona del mundo. Lo mismo ocurre en el campo del islam. Con sus aspiraciones políticas confunden las aspiraciones mundanas con las trascendentales, optando por un Dios guerrero y vengativo, un Dios reacio al perdón y a la vida de quienes no se ajustan a las medidas de sus defensores. Sus seguidores ofrecen una imagen que atemorizan a los infieles y no dudan en condenar al exilio a quienes no piensen como ellos. Al mezclar los intereses políticos con los religiosos resulta muy difícil saber dónde termina lo mundano y dónde empieza lo divino. Un Dios que se confunde con el mal no puede ser ofrecido como remedio a los males de la humanidad. Es exactamente lo que le sucede al cristianismo. Su mensajero enseña que hay que morir para que otro vivan mejor, que no hay que condenar a nadie, y que sobre todo hay que perdonar y dar oportunidad a todos. Habla de un Dios que deja noventa y nueve ovejas para ir a buscar uno perdido, un padre que perdona a un hijo prodigo. Pero sus herederos oficiales se fueron por un camino distinto, sobre todo desde que confundieron el trono con el altar, la ética con la moral, y levantaron su dedo como él único que puede enseñar el camino de la salvación. Lo peor que le ha podido pasar a la iglesia católica ha sido convertir su misión principal en la construcción de la cristiandad. En el cristianismo es muy difícil saber qué es lo que pertenece a César y que es lo que pertenece a Dios. Y la confusión es el territorio de la perdición. Por eso podemos entender acontecimientos como la inquisición, la evangelización de los indígenas o el silencio de Dios en el holocausto o en los distintos genocidios que sacuden de vez en cuando a pueblos supuestamente cristianos. Todo ello refleja que el mensaje principal del cristianismo ha sido prostituido y sustituido por un mensaje profundamente mundano. Cuesta descubrir los pasos de Jesús en los grandes templos que todos tenemos en mente.

martes, 9 de junio de 2009

Teoría de la periferia



Partiendo del hecho de que el ser humano es un ser en situación, entendemos que cuando se encuentra en el centro recibe muchos golpes y muchas veces resulta necesario situarse en la periferia, siquiera para evitar ser el blanco de los demás. Por experiencia sabemos que en un grupo de personas que pasan mucho tiempo juntos suelen tener alguien en el centro, lo que popularmente se llama la persona que lleva la voz cantante. Durante un tiempo se convierte en una base de datos donde acude todo el mundo buscando reafirmación. Si algo no va bien, ahí está ella para arreglarlo. A menudo goza de un reconocimiento sincero y agradecido de sus compañeros. Y como no quiere decepcionarlos, invierte todas sus energías para seguir ocupando su centro. Pero por muy válida que sea y por muy líder que se considere, tendrá momentos de debilidad en que necesite descansar un rato. Vive de cara al público hasta que una mañana se levanta agotada y empieza su hundimiento. Esta persona no supo que el centro no es un lugar ideal para crecer humanamente. Tiene que ser un paso para visualizar la globalidad, pero a la hora de la verdad se vive mejor en la periferia. En el centro se gasta mucha energía para canalizar todas las fuerzas que circulan alrededor, y solo se saca provecho si se es consciente de su función estratégica. Si ves que empiezas a ser el centro de las alabanzas de tus vecinos o compañeros, piensa que no tardarás en estar en boca de todo el mundo. Puede que al principio te sientas cómodo de llevar la voz cantante, pero no olvides que eres el blanco de todo el mundo porque tu visibilidad es tu mayor enemigo. Al igual que tus capacidades están al descubierto, tus defectos son más visibles. Y no olvides que una sola manchita es suficiente para que una camisa se vaya al cubo de ropa sucia. Desgraciadamente, para el común de los mortales un defecto suele ocultar todo un campo lleno de bondades.

domingo, 7 de junio de 2009

La teoría de la hibernación


Hace poco me llamó un amigo que hacía tiempo que no se comunicaba conmigo. Cuando le pregunté porqué no había respondido a los mensajes que le fui dejando en su buzón me contestó que había estado hibernando. Me quedé pensando sobre el término hibernar aplicado a la vida cotidiana. Me di cuenta que la hibernación es un recurso en el ámbito sanativo y en el campo informático.

Los diccionarios suelen definir la hibernación como un estado de aletargamiento con disminución general de las funciones metabólicas y temperaturas a que están sujetos algunos animales durante la estación invernal. La hibernación sería una reducción de las funciones orgánicas por medio de sustancias químicas. Un paciente hiberna con fuentes anestésicas o terapéuticas en espera de una cura. Es un estado de tránsito comparable al coma inducido para que el cerebro gaste la menos energía posible a la espera de que los demás órganos se recuperen sin la presión del cerebro agobiado y desesperado que continuamente lanza mensajes de socorros sin respuestas. Es lo mismo que hacen los psiquiatras cuando nos encuentran angustiosos y presionados. Nos recetan las pastillas para calmar temporalmente la angustia depresiva mientras recuperamos el equilibro vital.

En el campo informático, hibernar un ordenador es apagarlo pero guardando en el disco duro la información sobre el estado en que se encuentra nuestro trabajo para poder reanudarlo en el mismo punto cuando estemos disponibles para seguir trabajando. Según el fabricante de los ordenadores, cuando el equipo se pone en hibernación, la información de la memoria se guarda en el disco duro. Cuando vuelve a encenderse el equipo, todos los programas y documentos que estaban abiertos cuando se hibernó se restauran en el escritorio. Es decir que durante la hibernación se guarda la información con seguridad en el estado en que se encuentra y no se gasta la energía. Esto no ocurre con la suspensión. Suspender el equipo es dejarlo en estado de bajo consumo, permitiendo al usuario reactivarlo con un simple movimiento del ratón o pulsando una tecla. Según el fabricante de los ordenadores, es aconsejable guardar el trabajo antes de poner el equipo en suspensión. Mientras el equipo esté suspendido, la información de la memoria del equipo no se guarda en el disco duro. Si hubiera alguna interrupción en el suministro eléctrico, la información de la memoria se perdería. Está claro que la suspensión gasta energía y no asegura que los datos estén a salvo durante ese estado. De ahí que en caso de necesidad sea preferible la hibernación: gastar menos energía sin renunciar o poner en peligro los logros adquiridos. Cuando uno se encuentra muy agobiado y la angustia persiste, es mejor hibernar durante un tiempo. Hibernando, no gastará energía y no hará daño ni a si mismo ni a los demás. Es una estrategia parecida a la supervivencia de las tortugas durante el invierno europeo: en lugar de poner sus vidas en peligro luchando desesperadamente contra las adversidades invernales, las tortugas se retiran bajo tierra a un lugar seguro a la espera del buen tiempo. Habrá quienes las llamen cobardes y prefieran tal vez la metamorfosis de las serpientes. Pero la metamorfosis no es supervivencia; es tal vez cambiar de imagen, es convertirse en algo o en alguien diferente, y para quienes tengan el registro memorial muy activo no es rentable ni aconsejable intentar convertirse en otro.

Podemos concluir que la diferencia entre hibernación y suspensión está en la cantidad de energía que se gasta. La hibernación no gasta nada. La suspensión gasta lo imprescindible para que no se pierda la información pero no es de fiar. Tanto la hibernación como la suspensión provocan situaciones similares a las que provocan invernar (pasar el invierno en algún lugar, en especial los animales como las golondrinas). Hibernar es un termino que se puede confundir con invernadero pero no significa lo mismo, ya que mientras la hibernación supone ahorro de energía, el invernadero es un lugar preparado artificialmente para cultivar las plantas fuera de su ambiente y clima habituales, provocando graves alteraciones para el ecosistema por su elevado coste energético.

En términos psicológicos, hibernar es un estado vital que puede ser útil para reorganizar o reajustar nuestros estados existenciales sin gastar mucha energía. Cuando el estrés se hace insoportable, cuando el desgaste psicológico es más que evidente, hay que hibernar durante un tiempo mientras se reajustan todos nuestros recursos de supervivencia. Hay que saber retirarse un tiempo mientras pasa la tempestad. Si no te sientes preparado para enfrentarte a una situación problemática, tómate un descanso. No te dediques a gastar tus energías inútilmente. No libres una batalla si de antemano sabes que no la vas a ganar. Si puedes ahorrar energía, hazlo. Es más que seguro que necesites tirar de ese ahorro más de una vez. Ahorrar energía no es más que equilibrar tus fuerzas vitales, evitar proyectos estériles y situaciones que no te aportan nada a tu riqueza interior. Se ahorra energía evitando dar vueltas a la misma situación, procurando no implicarse demasiado en lucubraciones que no se fundan en la realidad. Si entras en un edificio de varios pisos y no sabes a qué piso te diriges, lo más normal es que empieces preguntando a los que viven en los pisos de abajo. Seguro que habrá quienes prefieran empezar por arriba porque creen que es mejor gastar más energía al principio. Pero sabemos que los corredores de fondo suele gastar menos energía al comienzo de la carrera. Al principio suelen ser los últimos de la fila. No se ponen nerviosos porque conocen sus fuerzas. Y a medida que avanza la carrera se van adelantado a sus compañeros con el asombro de los espectadores. Su secreto está en la confianza en sí misma. Saben cuándo hay que gastar más energía, cuándo hay que descansar y cuándo hay que mantener el ritmo. Traslademos ese espíritu a nuestras preocupaciones habituales. Evitemos el desgaste psicológico sin necesidad. Identifiquemos la fuente de nuestro agobio para poder aislarla mientras buscamos tranquilamente cómo combatirla. Procuremos permanecer en el estrés el menor tiempo posible. Midamos nuestras fuerzas reales para poder repartirlas con equilibrio. Hibernemos cuando nos veamos al borde del colapso vital.

Los actos del doctor Pourbais en Congo

François Kabasele-Lumbala , teólogo y obispo congoleño, cuenta cómo asistió a la humillación de los negros en su poblado, prácticamente en l...