domingo, 7 de junio de 2009

La teoría de la hibernación


Hace poco me llamó un amigo que hacía tiempo que no se comunicaba conmigo. Cuando le pregunté porqué no había respondido a los mensajes que le fui dejando en su buzón me contestó que había estado hibernando. Me quedé pensando sobre el término hibernar aplicado a la vida cotidiana. Me di cuenta que la hibernación es un recurso en el ámbito sanativo y en el campo informático.

Los diccionarios suelen definir la hibernación como un estado de aletargamiento con disminución general de las funciones metabólicas y temperaturas a que están sujetos algunos animales durante la estación invernal. La hibernación sería una reducción de las funciones orgánicas por medio de sustancias químicas. Un paciente hiberna con fuentes anestésicas o terapéuticas en espera de una cura. Es un estado de tránsito comparable al coma inducido para que el cerebro gaste la menos energía posible a la espera de que los demás órganos se recuperen sin la presión del cerebro agobiado y desesperado que continuamente lanza mensajes de socorros sin respuestas. Es lo mismo que hacen los psiquiatras cuando nos encuentran angustiosos y presionados. Nos recetan las pastillas para calmar temporalmente la angustia depresiva mientras recuperamos el equilibro vital.

En el campo informático, hibernar un ordenador es apagarlo pero guardando en el disco duro la información sobre el estado en que se encuentra nuestro trabajo para poder reanudarlo en el mismo punto cuando estemos disponibles para seguir trabajando. Según el fabricante de los ordenadores, cuando el equipo se pone en hibernación, la información de la memoria se guarda en el disco duro. Cuando vuelve a encenderse el equipo, todos los programas y documentos que estaban abiertos cuando se hibernó se restauran en el escritorio. Es decir que durante la hibernación se guarda la información con seguridad en el estado en que se encuentra y no se gasta la energía. Esto no ocurre con la suspensión. Suspender el equipo es dejarlo en estado de bajo consumo, permitiendo al usuario reactivarlo con un simple movimiento del ratón o pulsando una tecla. Según el fabricante de los ordenadores, es aconsejable guardar el trabajo antes de poner el equipo en suspensión. Mientras el equipo esté suspendido, la información de la memoria del equipo no se guarda en el disco duro. Si hubiera alguna interrupción en el suministro eléctrico, la información de la memoria se perdería. Está claro que la suspensión gasta energía y no asegura que los datos estén a salvo durante ese estado. De ahí que en caso de necesidad sea preferible la hibernación: gastar menos energía sin renunciar o poner en peligro los logros adquiridos. Cuando uno se encuentra muy agobiado y la angustia persiste, es mejor hibernar durante un tiempo. Hibernando, no gastará energía y no hará daño ni a si mismo ni a los demás. Es una estrategia parecida a la supervivencia de las tortugas durante el invierno europeo: en lugar de poner sus vidas en peligro luchando desesperadamente contra las adversidades invernales, las tortugas se retiran bajo tierra a un lugar seguro a la espera del buen tiempo. Habrá quienes las llamen cobardes y prefieran tal vez la metamorfosis de las serpientes. Pero la metamorfosis no es supervivencia; es tal vez cambiar de imagen, es convertirse en algo o en alguien diferente, y para quienes tengan el registro memorial muy activo no es rentable ni aconsejable intentar convertirse en otro.

Podemos concluir que la diferencia entre hibernación y suspensión está en la cantidad de energía que se gasta. La hibernación no gasta nada. La suspensión gasta lo imprescindible para que no se pierda la información pero no es de fiar. Tanto la hibernación como la suspensión provocan situaciones similares a las que provocan invernar (pasar el invierno en algún lugar, en especial los animales como las golondrinas). Hibernar es un termino que se puede confundir con invernadero pero no significa lo mismo, ya que mientras la hibernación supone ahorro de energía, el invernadero es un lugar preparado artificialmente para cultivar las plantas fuera de su ambiente y clima habituales, provocando graves alteraciones para el ecosistema por su elevado coste energético.

En términos psicológicos, hibernar es un estado vital que puede ser útil para reorganizar o reajustar nuestros estados existenciales sin gastar mucha energía. Cuando el estrés se hace insoportable, cuando el desgaste psicológico es más que evidente, hay que hibernar durante un tiempo mientras se reajustan todos nuestros recursos de supervivencia. Hay que saber retirarse un tiempo mientras pasa la tempestad. Si no te sientes preparado para enfrentarte a una situación problemática, tómate un descanso. No te dediques a gastar tus energías inútilmente. No libres una batalla si de antemano sabes que no la vas a ganar. Si puedes ahorrar energía, hazlo. Es más que seguro que necesites tirar de ese ahorro más de una vez. Ahorrar energía no es más que equilibrar tus fuerzas vitales, evitar proyectos estériles y situaciones que no te aportan nada a tu riqueza interior. Se ahorra energía evitando dar vueltas a la misma situación, procurando no implicarse demasiado en lucubraciones que no se fundan en la realidad. Si entras en un edificio de varios pisos y no sabes a qué piso te diriges, lo más normal es que empieces preguntando a los que viven en los pisos de abajo. Seguro que habrá quienes prefieran empezar por arriba porque creen que es mejor gastar más energía al principio. Pero sabemos que los corredores de fondo suele gastar menos energía al comienzo de la carrera. Al principio suelen ser los últimos de la fila. No se ponen nerviosos porque conocen sus fuerzas. Y a medida que avanza la carrera se van adelantado a sus compañeros con el asombro de los espectadores. Su secreto está en la confianza en sí misma. Saben cuándo hay que gastar más energía, cuándo hay que descansar y cuándo hay que mantener el ritmo. Traslademos ese espíritu a nuestras preocupaciones habituales. Evitemos el desgaste psicológico sin necesidad. Identifiquemos la fuente de nuestro agobio para poder aislarla mientras buscamos tranquilamente cómo combatirla. Procuremos permanecer en el estrés el menor tiempo posible. Midamos nuestras fuerzas reales para poder repartirlas con equilibrio. Hibernemos cuando nos veamos al borde del colapso vital.

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