miércoles, 29 de septiembre de 2010

Más de cinco minutos sin mi Yo en Metro Madrid


Día 29 de septiembre 2010. Huelga general en España. Estoy en un mes de prueba, por lo que debo ir a trabajar. Normalmente salgo de casa a las nueve. Pero hoy salgo a las ocho y cuarto para llegar a tiempo.

Son las ocho y cincuenta y acabo de pasar por la estación de Gran Vía. Como no había sitio en el vagón, estoy de pié, en una esquina, bien apoyado para no caerme. Siento un poco de calor. Abro la cremallera de mi chaqueta. Siento que me voy a marear y pienso que debo buscar un sitio para sentarme. No hay. Decido sentarme en el suelo. Pero antes de sentarme, pienso que debo comer un chicle.

Abro mi mochila, saco un paquete de chicle, intento abrirlo. Unos diez minutos me despierto tumbado en el andén del Metro Rubén Darío. Oigo muchas voces que me están taladrando la cabeza. Contesto sí a todas las preguntas sin entenderlas. A medida que cobro conciencia, el ruido se va suavizando y las voces se van aclarando. Abro los ojos y veo el maquinista con su radio en mano, dos señoras limpiándome los vómitos (recuerdo haber visto estas señoras entrar en el Metro y estaban de pié en frente mía), veo varios vigilantes de seguridad. Después de unos minutos tumbados me incorporo con la ayuda de dos vigilantes y veo mi lado derecho bien manchado por el café con leche que me había tomado una hora antes.

-¿Se encuentra mejor?, me pregunta un vigilante.
-Sí.
-¿Recuerda algo?
-Sí, creo que me he mareado en el Metro.
-¿Recuerda cómo se ha caído en el vagón?
-No. Lo único que recuerdo es que iba a coger un chicle porque me sentía un poco mareado. Después me he despertado aquí.
-Dicen que se quedó usted inconsciente y se cayó en el vagón. ¿Le duele algo?
-La cabeza, sólo un poco.
-¿Siente algún golpe en la cabeza?
-No.
-¿Llamamos el Samur?
-No hace falta. Sólo necesito unos minutos para recuperarme.

El maquinista se despide, arranca su tren y desaparece en el túnel. Llega la jefa de estación para realizar el informe. Una de las dos mujeres que debieron evitar que yo llegara al suelo me da un paquete de toallitas húmedas pero no logro abrirlo. Me lo abre. Me limpio la cara. Ella me va guiando para limpiarme bien. Después un vigilante me ayuda a sentarme en el banco del Metro. Ya he visto pasar varios trenes. He oído por radio de los vigilantes la confirmación de que el tráfico en la vía es normal. Mis dos ángeles de la guarda se despiden y cogen el Metro. Me quedo con su paquete de toallitas húmedas. Al final los vigilantes deciden que es mejor avisar al Samur para estar más tranquilo.

Cuando llega el Samur, me ayudan a subir hasta la calle, me meten en la ambulancia y me toman la tensión. Normal. Les comentó que ayer había tenido un problema de estómago, y que esta mañana me había tomado un café con leche para aguantar el día. Me preguntan si prefiero que me trasladen al hospital. Les digo que no, que estoy en un mes de prueba, que debo ir a trabajar. Les digo que cogeré un taxi para ir a ducharme y cambiarme de ropa antes de ir al curro. Uno de ellos me dicen que puedo coger el Metro, que no hay nadie que no haya vomitado. Saca una toalla y con un líquido me limpia la chaqueta.

-Este líquido neutraliza el olor. De todas formas como no ha pasado ni una hora desde que desayunaste y ayer apenas comiste, no huele. La mancha de tu camisa la tapas con la chaqueta y listo. Nadie se dará cuenta.

Me hacen un informe, me entrega el papel y me despido de ellos. Fuera me sigue esperando uno de los vigilantes del Metro. Me lleva donde esta la jefa de estación, me entrega el informe y me despido.

Cojo el Metro, llego a casa, pongo la lavadora, me ducho, me tumbo en la cama un rato, me visto y vuelvo al Metro.

A las doce estaba con mi ordenador encendido. Mi jefa inmediata me tranquiliza, me dice que no pasa nada y me indica donde tengo que llevar los informes de Namur y Metro. Muy amablemente en administración me dicen que no tengo que recuperar horas, que la empresa no me descontará nada porque está todo justificado.

Vuelvo a la sala de trabajo, me coloco los cascos, aclaro mi voz, primera llamada, segunda llamada, así hasta que termino mi turno. De vuelta a casa, reafirmo que soy un hombre afortunado. La primera vez que me quedé inconsciente fue por exceso de temperaturas y mis paisanos y familia me dieron por perdido. De hecho empezaron a preparar el funeral. La segunda vez que me quedé inconsciente fue poco más de un minuto durante la guerra. No tengo comentarios. La tercera vez ha sido hoy, en Metro Madrid (unos diez minutos). Espero que haya más veces y que de ninguna me queden secuelas. Bueno, tal vez la secuela sea que no he contado bien lo que me ha pasado hoy. Dos las gracias a todas las personas que han intervenido mi afortunado día.

sábado, 25 de septiembre de 2010

José Antonio Labordeta (Zaragoza, 10/03/1935-19/09/2010)

Le seguí durante una temporada recorriendo los pueblos de España, comiendo jamón y queso que los lugareños le ofrecía. Se le vía feliz con su vaso de vino hablando de las características de los pueblos que visitaba. Después le vi en el Congreso de los Diputados mandando a “tomar por culo” a los compañeros que le aconsejaban volver a la España profunda con su mochila. Yo creo que lo que le molestó no fue que le faltara al respeto a él sino a los de la “España profunda”. Los debates sobre la guerra de Irak le irritaron tanto que mandó “a la mierda” a algunos que se mofaban de él mientras hablaba desde la tribuna del Congreso. Pero como era un hombre con buen humor, tal vez un poco cascarrabias, decía que el epitafio para su tumba debe ser “a la mierda”. Hasta que la salud se lo permitió le solía seguir en las tertulias de RNE. De vez en cuando aparecía en un programa de La Sexta (Intermedio) patrocinando a una reportera que intentaba repetir sus viajes por España. Desde el día 19 de septiembre 2010, si Dios pregunta por él diremos que se ha ido a la mierda. Los grandes hombres se caracterizan por un buen sentido del humor y cuando alcanzan la otra orilla, descansan en paz. “Cuando Dios pregunte por mí, decidle que todavía no he nacido”, así rezaba su primer poema.

jueves, 23 de septiembre de 2010

« Que personne ne soit oublié »

Madame Sarkozy III (Carla Bruni) insta a todo el mundo a acudir a las autoridades para exigir que nadie sea olvidado. En su disco “Quelqu’un m’a dit”, casi susurrando para no ser detectada por los servidores de la República, prepara una rebelión pacífica pero muy eficaz. “Tout le monde” es una canción muy interesante porque una vez que la escuchas descubres el poder de una masa unida. En realidad la revolución no es más que eso: unir las fuerzas para exigir cambios a las autoridades. Si los ciudadanos no se movilizan por causas justas no desaparecerán las injusticias que no cesan de llamar a nuestras puertas. Así pues, «il faudrait que tout le monde réclame auprès des autorités, une loi contre toute notre solitude, que personne ne soit oublié». Creo que todos compartimos este deseo de la tercera mujer del presidente francés. Antes de su matrimonio con Sarkozy confesaba tener ideas de izquierdas. Ahora que está casado con un hombre que expulsa manu militari a los gitanos, a los negros; que quita la nacionalidad francesa a los no nativos que cometan delitos en el suelo francés, tal vez sea momento de recordarle que mientras esté jugueteando con su media naranja le recuerde que todo el mundo merece una vida digna y que el popularismo político no es humano.
 
« Tout le monde est une drôle de personne,
Et tout le monde a l'âme emmêlée,
tout le monde a de l'enfance qui ronronne,
au fond d'une poche oubliée.

Tout le monde a des restes de rêves,
et des coins de vie dévastés,
tout le monde a cherché quelque chose un jour,
mais tout le monde ne l'a pas trouvé,
mais tout le monde ne l'a pas trouvé...

Il faudrait que tout le monde réclame,
auprès des autorité,
une loi contre toute notre solitude,
que personne ne soit oublié
et que personne ne soit oublié...

Tout le monde a une seule vie qui passe,
mais tout le monde ne s'en souvient pas
j'en vois qui la plient même qui la cassent,
et j'en vois qui ne la voient même pas,
et j'en vois qui ne la voient même pas...

Il faudrait que tout le monde réclame,
auprès des autorité,
une loi contre toute notre indifférence,
que personne ne soit oublié
et que personne ne soit oublié...

Tout le monde est une drôle de personne,
Et tout le monde a une âme emmêlée,
tout le monde a de l'enfance qui résonne,
au fond d'une heure oubliée,
au fond d'une heure oubliée... »

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« Que personne ne soit oublié »

Madame Sarkozy III (Carla Bruni) insta a todo el mundo a acudir a las autoridades para exigir que nadie sea olvidado. En su disco “Quelqu’un m’a dit”, casi susurrando para no ser detectada por los servidores de la República, prepara una rebelión pacífica pero muy eficaz. “Tout le monde” es una canción muy interesante porque una vez que la escuchas descubre el poder de una masa unida. En realidad la revolución no es más que eso: unir las fuerzas para exigir cambios a las autoridades. Si los ciudadanos no se movilizan por causas justas no desaparecerán las injusticias que no cesan de llamar a nuestras puertas. Así pues, «il faudrait que tout le monde réclame auprès des autorités, une loi contre toute notre solitude, que personne ne soit oublié». Creo que todos compartimos este deseo de la tercera mujer del presidente francés. Antes de su matrimonio con Sarkozy confesaba tener ideas de izquierdas. Ahora que está casado con un hombre que expulsa manu militari a los gitanos, a los negros; que quita la nacionalidad francesa a los no nativos que cometan delitos en el suelo francés, tal vez sea momento de recordarle que mientras esté jugueteando con su media naranja le recuerde que todo el mundo merece una vida digna y que el popularismo político no es humano.
 
« Tout le monde est une drôle de personne,
Et tout le monde a l'âme emmêlée,
tout le monde a de l'enfance qui ronronne,
au fond d'une poche oubliée.

Tout le monde a des restes de rêves,
et des coins de vie dévastés,
tout le monde a cherché quelque chose un jour,
mais tout le monde ne l'a pas trouvé,
mais tout le monde ne l'a pas trouvé...

Il faudrait que tout le monde réclame,
auprès des autorité,
une loi contre toute notre solitude,
que personne ne soit oublié
et que personne ne soit oublié...

Tout le monde a une seule vie qui passe,
mais tout le monde ne s'en souvient pas
j'en vois qui la plient même qui la cassent,
et j'en vois qui ne la voient même pas,
et j'en vois qui ne la voient même pas...

Il faudrait que tout le monde réclame,
auprès des autorité,
une loi contre toute notre indifférence,
que personne ne soit oublié
et que personne ne soit oublié...

Tout le monde est une drôle de personne,
Et tout le monde a une âme emmêlée,
tout le monde a de l'enfance qui résonne,
au fond d'une heure oubliée,
au fond d'une heure oubliée... »

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sábado, 18 de septiembre de 2010

¿De quién dependemos?

La dependencia es potencialmente destructiva. En algunos casos la dependencia es la única forma de sobrevivir durante un tiempo, como en el caso de un feto. Pero la sabia naturaleza limita esta dependencia maternal a nueve meses. Con el alumbramiento, el bebé ya no depende exclusivamente de su mamá. En su ausencia, familiares pueden asumir su papel. En ocasiones las máquinas pueden suplir el papel de la madre en el caso de los niños prematuros. Incluso hay casos documentados en los que un bebé sobrevive gracias a los cuidados de un animal. En cualquier caso, vemos que la dependencia sanativa debe ser temporal y creativa. Las estrategias energéticas caminan en ese sentido: depender lo menos posible de los recursos energéticos de un solo país, crear alianzas para que en caso de un descuelgue la supervivencia de un país no sea afectada. Un país que depende de otra está a su merced. En cualquier momento la ruptura del enganche puede comprometer la vida de todos. Recordemos que normalmente no faltan quienes movidos por sentimientos egoístas o destructivos ponen a prueba el enganche o lo rompe totalmente.

Estamos rodeados



Estoy consultando un correo electrónico al tiempo que sigo las noticias en la televisión. No sé cuántas ondas magnéticas, o vaya usted a saber cómo se llaman, circulan en mi hábitat. Casi todos los apartados que tengo en marcha funcionan por ondas. Ya no sé cuántos mandos tengo en mi casa: un mando para el aire acondicionado, un mando para la mini-cadena, un mando para el televisor, un mando para el coche, etc. El portátil se conecta vía wi-fi, el móvil funcionan vía antena, el GPS sincroniza con el satélite, el microondas, etc. Cuando pongo en marcha todos estos dispositivos siento que me estoy matando poco a poco con todas estas energías negativas que me rodean. Pero no puedo vivir sin ellos. Es mi condena. Si a estos añadimos los aviones que pasan cerca de donde estoy, los helicópteros de la policía, la red del Metro, las gigantes antenas instaladas en el tejado de mi edificio, ¡Caramba!, vivir es un milagro.