sábado, 30 de octubre de 2010

A propos de Colette Braeckman

1.-Leo en el blog “Le Carnet de Colette Braeckman” que la Sra. Colette Braeckman se siente intimidada a causa de sus afirmaciones acerca de los acontecimientos de los Grandes Lagos (Congo-Kinshasa y Rwanda). El Consejo de Redacción del periódico belga “Le Soir” ha emitido un comunicado para apoyarla en su tarea periodística y amenazar a todo aquel que se atreva a poner en duda sus crónicas (entrada en el blog con fecha del 27.10.10: “Le Soir et son éditeur apportent leur soutien à leur journaliste Colette Braeckman”). ¡Vaya! Si no comulgas con Braeckman, tus afirmaciones son calificadas de “diatribes biaisées” por Le Soir. ¡Viva la libertad de expresión!

2.-Hay quienes piensan que la señora Braeckman es la “animadora innata” de la política del presidente rwandés, Paul Kagame, y que ella nunca distingue entre hutus y genocidas. Me parece que sería terrible esta confusión. Condenar toda una etnia a cargar con la culpa de algunos de sus miembros sería una irresponsabilidad, lo diga quien lo diga. De hecho cuando el presidente Kagame presionó a los líderes hutus para que expiaran la culpa de sus miembros públicamente, el ex primer ministro con Kagame, Faustin Twagiramungu, se negó a pedir perdón por los actos que no hubieran cometido. A no ser que queramos prostituir el derecho, la responsabilidad penal es exclusivamente personal.

3.-En los escritos de Braeckman se refleja un entusiasmo hacía Kagame y sus militares, y una nula atención a quienes no hablan el mismo lenguaje que Kagame. Sostiene que los ex presidentes rwandés y burundés (Juvénal Habyarimana y Cyprien Ntaryamira) fueron asesinados por el entorno de Habyarimana con el objetivo de llevar a cabo el genocidio de los tutsi. Sin embargo esta hipótesis ha sido refutada por el juez francés (Jean-Louis Bruguière) y el juez español (Fernando Andreu Merelles) en sus investigaciones penales.

4.-Todas las hipótesis sobre el origen del mal rwandés siguen abiertas. He leído muchos escritos, tanto de rwandeses como de extranjeros. Y francamente no llego a ninguna conclusión inamovible. Y no entiendo cómo la señora Braeckman pretende que nos traguemos todo lo que escribe sobre las hazañas del presidente rwandes, sobre todo porque ella es más papista que el papa. Es incomprensible una visión cerrada sobre un acontecimiento que no lleva ni siquiera 20 años de historia. Veo normal que los rwandeses no tengan una misma visión sobre su reciente historia. Sería un milagro que vencidos y vencedores tuvieran una única mirada sobre su historia. Es normal que los investigadores sigan corrigiendo sus tesis. Incluso algunos han tenido que redactar nuevos libros para rectificar los anteriores.

5.-Animo, a quienes puedan, a mandar un mensaje de solidaridad a Colette Braeckman si ha sentido que su persona estaba en peligro por sus afirmaciones. Pero hay que recordarle que la consistencia de una hipótesis no implica necesariamente la infalibilidad. Si uno escribe sobre un tema tan complejo como las matanzas de rwandeses (1990-1994) no puede pretender una visión dogmática, y mucho menos molestarse cuando alguien contradice sus hipótesis. ¿O es que la señora Braeckman no piensa que sus opiniones pueden condenar a muchos hutus inocentes a llevar un estigma de genocida?

miércoles, 27 de octubre de 2010

El héroe mañanero


El héroe mañanero le veo todos los días en Metro Madrid. Cuando suena el silbato de cierre de puertas aparece bajando las escaleras mecánicas. Si no te apartas a tiempo te arrolla. Fija su mirada en el vagón del Metro en el que piensa penetrar como un rayo. Arrastrado por una especie de imán potente recorre las distancias sin importarles las consecuencias. Cuando llega al pié de las escaleras acelera la velocidad. Los que están dentro del Metro contemplando la escena con la respiración contenida le hacen un hueco. De repente nuestro héroe cruza la puerta cerrándose. No se oye el aplauso por timidez. Todo el mundo respira aliviado. Nuestro héroe acaba de coger el Metro. Esboza una amplia sonrisa de satisfacción mientras se coloca en un lugar seguro para no caer. Lo ha conseguido. Ha arriesgado su vida y la vida de los demás viajeros por ahorrarse dos minutos.

jueves, 14 de octubre de 2010

Madrid



Madrid es tal como la recordaba: gente subiendo y bajando las escaleras del Metro a 200 Km. por hora, viajeros que no dejan de consultar el panel informativo en los andenes, puerta que se abren y se cierran como si estuvieran perseguidas por el demonio, en fin, toda la ciudad está en movimiento. El otro día casi me arrollan una marea humana por no ir a su velocidad. Encima me miraron mal. Llevaban un ritmo tal que me río yo de los desfiles del ejército norcoreano.

Ver alguien paseando tranquilamente por la calle es una misión imposible. A no ser que sea una patrulla de policía. El resto vamos con la hora pegada al trasero, controlando los segundos para no llegar tarde a nuestro destino. El otro día me decía un chico que trabaja 11 horas y cobra tan sólo por ocho. Invierte una hora y media para recorrer la distancia que separa su domicilio de su lugar de trabajo. Un rato andando, un buen rato en el autobús, un largo rato en el Metro, otro rato andando, y por fin llega a su destino. Con razón llegar tarde es cuestión de segundos. Cuando estás esperando la llegada del Metro, un minuto se eterniza. Y cuando llega, quisiera empujarlo para que vaya más rápido. ¡Es increíble!

En mis primeros días en Madrid se me venían a la cabeza las escenas de la película “Cadena perpetua”, cuando el viejo sale de la cárcel y no se ve capaz de adaptarse a la sociedad. Acorralado por el encargado de la tienda, la angustia le supera y el buen hombre acaba suicidándose. Es el ejemplo muy claro de la inadaptación social.

Al principio Madrid puede asustar, pero no se come a nadie que no se deje comer. Es cierto que puedes recorrer todas las calles sin encontrarte con alguien conocido, pero a veces el anonimato es redentor. Bueno, en realidad te vas habituando a la gente que coge el Metro a la misma hora que tú. Incluso podéis llegar a intercambiar una sonrisa. Al final todo es cuestión de voluntad. Comer o dejarse comer, ésta es la cuestión.