jueves, 18 de noviembre de 2010

Principales elementos de la cultura rwandesa

La cultura rwandesa gira en torno a la relación del ser humano con su entorno vital. Todos los ritos sirven para garantizar la supervivencia del ser humano a través de la fuerza vital. Por eso la religión rwandesa es una religión sin dogma ni estructura determinadas. Más que tener creencias, el rwandés establece relaciones vitales con un Dios supremo (Imana), con los antepasados (abakurambere) y todo aquello que tenga una fuerza vital (ubuzima).

1.-Imana o ser supremo: la existencia de Imana es de evidencia inmediata y no necesita demostración ninguna. Su presencia y poder se manifiesta en acciones concretas, como dar la vida, hacer caer la lluvia, curar enfermedades, etc. Después de la creación se retiró al cielo, y dejó en su lugar unos intermediarios (los antepasados) que son quienes intervienen en los asuntos humanos, y a quienes los humanos acuden. Como Imana está en todo momento con su creación, no necesita ni de altar, ni templo, ni ofrenda, ni sacrificio, ni emblema, ni fiesta. Está en todos los sitios y no se le puede confinar en un lugar concreto como un templo. Aunque generalmente otorga su fuerza vital al ser humano y a ciertas plantas, a menudo una roca o un animal pueden beneficiarse de esa misma fuerza.

2.-Abakurambere o antepasados: los muertos siguen viviendo de alguna manera en medio de los vivos. Son los guardianes de las tradiciones y los mejores intercesores ante Dios. Se interesan por los asuntos familiares y avisan a los suyos cuando acecha algún peligro. Los rwandeses creen que no todos los muertos adquieren esta categoría de antepasado. Para ser antepasado es necesario haber ostentado el título de sabio entre los suyos, haber transmitido la vida y haberla defendido con generosidad. Alguien que muere sin descendencia no puede adquirir la categoría de antepasado. El candidato a antepasado tiene que haber observado rigurosamente las tradiciones de sus antepasados y haber facilitado la unión vital en su sociedad. Tiene que haber observado las tradiciones de los antepasados y haber facilitado la unión vital en su sociedad. Además de todo lo mencionado, el antepasado tiene que haber muerto plácidamente, después de llevar a cabo el testamento vital. La celebración de su funeral tiene que haber seguido todos los procedimientos rituales que facilitan la unión vital entre vivos y muertos. El recuerdo a los antepasados plantea muchos problemas a quienes son ajenos a las costumbres negroafricanas. De hecho, los investigadores occidentales que no profundizaron en sus estudios llegaron a confundir el “recuerdo a los antepasados” con el “culto a los antepasados”. El filósofo rwandés, Alexis Kagame, afirma que “les trépassés [les ancêtres] ne sont pas adorés, mais honores, vénérés”.

3.-Abazimu o los espíritus: los muertos que no son antepasados se convierten en espíritus (abazimu), y entran en el estado de la “inmortalidad colectiva”. Existen los espíritus buenos que velan por el bien de los suyos vivientes y que intentan apaciguar a los espíritus malos que viven en un estado de continuo ebullición y no descansan en paz por tener algún conflicto pendiente en el más acá. Al no ser considerados miembros formales de una determinada familia, la gente pierde contacto con ellos. Si se aparecen a los seres humanos, ya no son reconocidos por su nombre y pueden causar miedo. Algunos de estos muertos suelen reclamar violentamente ser tenidos en cuenta (provocando todo tipo de maldades). Aún así, al no tener posibilidad alguna de mantener las relaciones personales y humanizantes con su antigua familia, pasan a un estado de despersonalización, de anonimato o de “pervivencia colectiva”, dejando de ser miembros formales de las familias humanas. Si los familiares intuyen que el moribundo puede tener litigios pendientes con la sociedad, se realiza los ritos preventivos para evitar males posteriores. Si, por ejemplo, un joven muere sin haberse casado, se le coloca un carbón en la mano que contrarresta su fuerza para que no vuelva a la sociedad para molestar a algunas doncellas. Si un padre o una madre de familia muere fuera de su hogar (la muerte inesperada es siempre una desgracia), su cadáver tiene que ser velado necesariamente en su casa familiar antes del entierro. De esta forma su espíritu se reincorpora a la armonía familiar y no tiene que andar reclamando atención a través de comportamientos violentos. Nótese que la mayor desgracia para la sociedad rwandesa ha sido la reciente violencia fratricida (1990-1994) que ha aniquilado la armonía vital. Mientras no se repare esta ruptura vital, la energía humana seguirá siendo destructiva y los muertos que no descansan en paz seguirán reclamando su atención a través de un sinfín de males.

4.-Abapfumu o mediadores: Abapfumu son los únicos que pueden conocer los deseos de los espíritus en ebullición. Poseídos por una fuerza especial, a través de ceremonias rituales entran en contacto directo con los antepasados y descubren el origen de cada mal y su correspondiente solución. Los buenos mediadores utilizan su don divinatorio para defender a los suyos, descubrir y contrarrestar las fuerzas maléficas provocadas por los malos espíritus.

5.-Unidad entre religión y vida: los miembros de la gran familia proceden de un antepasado común, y por consiguiente, tienen una misma vida. El más cercano a la fuente de la vida tiene más poder y es más estimado. Todos los miembros procuran no interrumpir el circuito vital y permanecer unidos a las fuentes. Cuando alguien llega a ser jefe –por sucesión o por designación de los ancianos- se da en él un crecimiento de la potencia vital que lo eleva al rango sabio. Todas las energías que vienen de Dios a través de los antepasados se concentran en él y refuerzan su ser, a fin de que pueda transmitir esa fuerza no sólo a los humanos, sino también a los animales y a los campos para que den sus frutos.

6.-Ética comunitaria: de las religiones tradicionales nace una ética profundamente vitalista y pragmática. Los actos que favorecen la vida del grupo son buenos. Los que perjudican la vida de los individuos o de la comunidad son malos. La trasgresión de las normas acarrea desgracias y debilita la vida. El olvido de los antepasados, la falta de respeto a los ancianos, el quebrantamiento de las tradiciones o la violación de un tabú sexual pueden desencadenar enfermedades o causar la esterilidad.

sábado, 13 de noviembre de 2010

Sobre los apellidos

En España:
Los representantes del pueblo español quieren legislar sobre los apellidos. Hasta hace poco el primer apellido era del padre. Ahora el primer apellido puede ser del padre o de la madre. Con la ley de la igualdad y porque muchas parejas no se ponen de acuerdo para poner apellidos a sus hijos, la ley quiere permitir que en caso de conflicto se elija el criterio alfabético.

En Rwanda:
Izina niryo muntu”. Dime tu nombre y te diré quién eres. O al menos eso se piensa en muchos pueblos negroafricanos. La persona no se debe tanto a los progenitores como al grupo social que llamamos “gran familia”. Por eso el apellido de los padres no se heredan. Durante la ceremonia rwandés de “Kurya ubunnyano” (comparable al bautismo cristiano), toda la familia se reúne para buscar un apellido para el recién nacido. Generalmente permanece el apellido de los padres que, casi siempre tiene un significado especial. Pero a menudo el apellido es fruto del consenso familiar.

Contrariamente a lo que ocurre en España, yo no comparto apellido con mis hermanos. Ninguno de mis sobrinos o primos tiene el mismo apellido que yo. No conozco a nadie de mi zona que lleve el mismo apellido que yo. Esto tiene sentido porque nadie ha vivido las mismas circunstancias que llevaron a mis padres a optar por mi actual apellido. Por la misma razón, se procura evitar la repetición de los apellidos en la familia. La filosofía que está detrás es que cada uno es irrepetible y que se debe a la comunidad familiar (no a los padres): “umuntu ni umuryango”. Los padres son simples representantes de la gran familiar que llamamos “umuryango”.

Durante la europeización de los pueblos negroafricanos, algunos padres educados según la civilización occidental empezaron a prolongar sus apellidos en la prole, y a llamar sus esposas por los apellidos de sus maridos (así, Madame Jeannette Kagame es la esposa del presidente rwandés, Paul Kagame). En cualquier caso, la mayoría de los que nacimos antes de los años noventa no llevamos apellidos de nuestros padres. De hecho muchos niños que nacieron en la época de la guerra fratricida (1990-1994) se llaman Ntambara (guerra), Mutabazi (el que me socorrió), Ngizimana (he tenido suerte) o Uwamahoro (de la paz), apellidos que evocan sentimientos familiares durante una época concreta.

domingo, 7 de noviembre de 2010

Parroquia San Carlos Borromeo

No huele a incienso, sino más bien a humo de tabaco por los dos ceniceros que están en la entrada del templo. Los bancos son muy simples pero limpios. La feligresa es parecida a la que encontramos en cualquier parroquia: mayoritariamente mujeres de avanzada edad. El cura no lleva “el ornamento sacerdotal”. Una cruz dirige la asamblea. El altar es una mesa con un mantel simple. Una cesta de pan con dos vasos de vino van a servir para compartir el cuerpo y la sangre de Cristo. Con tan sólo la Biblia, el cura celebra la misa. La única lectura corresponde al evangelio correspondiente y la lee una señora. La homilía es una tertulia acerca del evangelio. Intervienen los presentes, se piden aclaraciones unos a otros. Analizan los acontecimientos de la semana pasada y preparan las actividades de la semana entrante. Interrumpe una cría de un murciélago que se da un paseo en el interior del templo, con los correspondientes gritos de susto, hasta que un muchacho le da caza y la saca fuera.

Esta semana durmieron en este templo varios rumanos desalojados por la comunidad de Madrid. El cura dice que la casa del Señor es de todos. Aclara que no es un sitio ideal para vivir porque no reúne condiciones, pero asegura que es mejor que la calle. Dice que los gitanos rumanos fueron desalojados a punta de metralletas, que un niño hizo un gesto de disparar con una mano y un policía reaccionó apuntándole con la metralleta. Después de varias intervenciones, nos cogemos de la mano, recitamos en el Padrenuestro y siguió la consagración. Después de la comunión, el cura nos invitó a subir al primer piso para compartir la paella.

Yo tenía noticias de estos curas humanos. Tenía ganas de conocer su labor. Una amiga me invitó a ir. Coincidió con la visita del Papa en Barcelona. Durante la ceremonia cantamos “Mano Negra” de Manu Chao. Me pregunto si los que estaban en la Sagrada Familia de Barcelona y nosotros creemos en un mismo Dios. Pienso que parte de la pasta que se ha gastado en la visita del Papa podría haber ayudado para buscar alojamiento para los rumanos desalojados. Alguien comentó que la Comunidad de Madrid ofreció albergue a los rumanos pero llevando hombre a un sitio, y mujeres y niños a otro sitio. Aquellos que defienden los valores familiares no dudan en separar los miembros de una misma familia para que no aprovechen la calefacción del albergue para el coito. Ahora que termino esta entrada veo en la TV noticias sobre la visita del Papa. Yo creo en el Dios de la vida. No creo en el Dios de la ceremonia, el Dios encerrado en los palacios episcopales mientras la gente muere de frío. El Papa en su papamóvil, el gitano rumano debajo del puente. Si el Papa y el gitano rumano (o cualquier otro excluido del cenáculo de la civilización) son humanos, a ver cómo van a resucitar los dos. Hay que evangelizar a los evangelizadores.

viernes, 5 de noviembre de 2010

Diamantes de sangre

No recuerdo si Naomi Campbell lucía sus diamantes cuando acudió al Tribunal Internacional de La Haya par explicar su amistad con el presunto sanguinario Charles Taylor este verano pasado. Me pregunto, muy a menudo, si todas esas celebridades televisivas que no pueden mirar a la cámara si no llevan sus diamantes bien visibles saben cuántos litros de sangre se gastan en África para conseguir un quilate. De todas formas, si no lo saben es porque no quieren preocupar sus conciencias. Hoy día la información está al alcance de todos. Bueno, de todo aquel que tenga un nivel intelectual normal, medida habitual para la responsabilidad penal.

Con esta reflexión no pretendo ser ni demagogo ni fariseo porque el móvil que llevo o mi viejo portátil pueden llevar restos del coltán sacado de las minas del rey Salomón en Congo. Por desgracia los fabricantes no ponen los componentes porque no les interesa revelar los nombres de sus proveedores. Los hipócritas gobiernos occidentales que están juzgando a Charles Taylor en La Haya tampoco exigen que se reflejen la procedencia de la materia prima en los manuales tal como se exige para los alimentos. Entonces, ¿por qué montar un teatro en La Haya para juzgar a Taylor? ¿También van a juzgar a los ejecutivos de De Beers, American Mineral Fields, Zamgold, Eurocan Consolidated Ventures o Barrick Gold que siguen saqueando el subsuelo congoleño? No creo que la doble moral occidental lo permita.

lunes, 1 de noviembre de 2010

Mi amiga Pili comenta la anterior entrada

“¡Qué triste y dramático! Ahora todos estos, que durante el espantoso genocidio estaban ocultos, salen y con total impunidad hablan, como si fuera dogma de fe, y lo que es peor, todos llenos de razón, señalan con el dedo.

¿Qué pensarán todos los héroes, porque son auténticos héroes, todos aquellos hutus que arriesgaron sus propias vidas, por salvar la de sus vecinos tutsis, alojándolos en sus propias casas, y estando ahí todo el interminable tiempo que duraron las matanzas?

En esos momentos de desesperación e impotencia fallaron todos a los que se les imploró ayuda, incluida la Comunidad Internacional, y se les contaba lo que estaba ocurriendo. ¡Qué vergüenza atreverse ahora a dar dogmas de fe!

Ojalá que Paul Rusesabagina, uno de esos héroes, no llegue a leer esas inmundicias nunca.

Recomiendo, a todo el que quiera y tenga tiempo, leer "UN HOMBRE CORRIENTE" Sencillamente inolvidable.

Autor:Paul Rusesabagina y Tom Zoellner


Editorial: Península


Traducción: Mª Luz García de la Hoz


ISBN: 978-84-8307-760-4


Páginas: 240



. Un hombre corriente está destinado a convertirse en un clásico de la literatura de la tolerancia, junto a otros clásicos como La lista de Schindler de Thomas Keneally, El largo camino hacia la libertad de Nelson Mandela o La noche de Elie Wiesel. Esta es la historia de un hombre de una valentía encomiable, y su libro se mantendrá fresco durante varias generaciones.”