sábado, 29 de octubre de 2011

La mujer del predicador

De dieciocho mil sacerdotes alemanes encuestados, uno de cada tres confesó estar emparejado con una mujer. No me sorprende. El runrún de que muchos sacerdotes católicos no respetan la disciplina del celibato se oye desde siempre y en todos los lugares. Se llame “la bonne”, “la prima”, “la beata” o simplemente “la mujer del predicador”, todo lleva al mismo lugar: el lecho sagrado del sacerdote. Según un reportaje de RFI del día 25 de octubre 2011 (http://www.rfi.fr/emission/20111025-pretre-amoureux-le-celibat-pretres-question), sacerdotes austriacos y franceses llevan años luchando para que los sacerdotes católicos puedan casarse oficialmente y que se reconozcan públicamente las relaciones afectivas que mantienen con sus queridas. Es muy interesante el vocabulario que se utiliza en este reportaje: sacerdotes enamorados (prêtres amoureux), mujeres escondidas de sacerdotes (femmes cachées des prêtres), la compañera clandestina del sacerdote (la compagnie clandestine du prêtre).

Estrictamente hablando, “la disciplina del celibato sacerdotal” no implica más que la prohibición de casarse. En cambio, todo aquel que profese “el voto de castidad o de virginidad” no debe mantener ninguna relación sexual. Así las cosas, mientras un cura diocesano puede mantener relaciones sexuales sin que viole la disciplina del celibato, un cura-fraile de ninguna manera debe mantener sexo con nadie (voto de virginidad). En cualquier caso, ambas opciones exigen llevar una vida de madurez afectiva, equilibrio emocional y orden en la sexualidad. Sobre todo hay que atenerse a las reglas de juego y no refugiarse en justificaciones infantiles.

Creo que la libertad de opción implica fidelidad a lo elegido. Naturalmente que nadie puede exigir una opción para siempre, porque precisamente la libertad de opción concede la posibilidad de una ruptura (un amigo mío suele decir que no hay matrimonios eternos). Lo que, de ninguna manera puede aceptarse como normal es la infidelidad eterna, y mucho menos un desorden afectivo en alguien que debe enseñarnos el camino que lleva a la santidad. Aunque sólo sea por higiene espiritual, un sacerdote no debería tener varios amantes. Yo no veo mal que tenga una sola amiga con derecho al roce, siempre cuando ninguno de los dos se sienta coaccionado. Y sobre todo, siempre cuando se mantenga al margen los bienes de la parroquia. No se debe utilizar el dinero de los feligreses para satisfacer los caprichos amorosos.

En el reportaje de la emisora francesa se aboga por la posibilidad de que los curas católicos puedan casarse (si quieren), igual que lo hacían en los tres primeros siglos de la Iglesia. Los pastores protestantes se casan y no por ello dejan de predicar el Evangelio y de enseñar el camino que lleva a la Tierra Prometida. Los curas ortodoxos pueden elegir casarse o no, aunque de ello dependa su posible ascenso al episcopado. La Asociación francesa “Plein jour” que apoya a las mujeres de los predicadores (http://plein-jour.eu/) aboga por un celibato opcional (célibat facultatif) y por la ordenación de mujeres y hombres casados. Afirma que es insoportable vivir un amor secreto, que las mujeres de los sacerdotes sufren mucho y que de ninguna manera el amor puede ser escondido. Estoy de acuerdo. Si en los primeros siglos de la Iglesia Católica los curas podían casarse, ¿por qué ahora se les condenan a tener "femmes cachées"? Los 6.000 curas alemanes de 18.000 que reconocen estar emparejados contradicen a quienes afirman que los curas del “Tercer Mundo” no son capaces de respetar la disciplina del celibato.

martes, 25 de octubre de 2011

El Coronel Muamar El Gadafi (en el poder desde 01 septiembte 1969 hasta 20 de octubre 2011)

Sentenciado por la Secretaria de Estado norteamericana (“le queremos vivo o muerto”), perseguido y alcanzado por las bombas occidentales (OTAN), le vimos zarandeado, abofeteado, pateado sin defenderse, y disparado por sus compatriotas. Parece ser que pidió que no le mataran. De hecho en su mirada no se refleja claramente el pánico de un hombre que va a morir. Incluso llega a limpiarse la sangre en su cara en un gesto de querer desafiar la muerte. Pero su mirada fija a la cámara que le está grabando ya no intimida a los rebeldes con sed de venganza. El decano de los dictadores africanos ya era un hombre acabado. En pocos minutos, un disparo pondría fin a más de 42 años de su omnipotencia. Un dictador más que muere dramáticamente.

Personalmente hubiera preferido ver a Gadafi sentado en el banquillo de los acusados para que nos cuente la raíz de su violencia, de sus extravagancias, de su implicación en los atentados y conflictos bélicos africanos, de sus charlas con los mandamases occidentales, de sus regalos a jefes de estados europeos que, finalmente, han acabado con su vida. ¿Por qué Occidente democrático y civilizado consideró que Gadafi era un hombre indeseable al que tenían que matar? ¿Por qué Occidente, defensor de la justicia internacional, no optó por juzgar a Gadafi? ¿Tal vez porque un Gadafi muerto no puede hablar, no puede acusar, no puede defenderse? ¿Tal vez porque el petróleo libio vale más que la dignidad occidental? Sigue siendo verdad: unos mueren para que otros vivan mejor. A veces el goteo de petróleo se parece al goteo de sangre de un pueblo saqueado por bandidos de todo tipo.

martes, 18 de octubre de 2011

“Lo llaman democracia pero no lo es”

Nos dijeron que el pueblo era soberano, que ninguna decisión se debía tomar sin el consentimiento popular. Pero omitieron que nuestro voto era un cheque en blanco para que hicieran lo que les antojaran, incluso en contra de nuestra voluntad.

Nos dijeron que estábamos en crisis, que debíamos apretarnos el cinturón, que patriotismo equivalía a un poco de sacrificio por el bien de la nación. Pero ellos se subieron el sueldo, compraron chalets de lujo, subieron los precios de transporte, y contrataron a sus familiares y amiguetes para repartir el pastel estatal.

Nos dijeron que tenían vocación de servicio público, que incluso en este momento de crisis económica no dudaban en coger el mando para llevarnos a la abundancia. Pero no nos dijeron a cambio de qué.

Nos dijeron que sus rivales políticos no eran más que una pandilla de ineptos, que si les votábamos a ellos estaríamos preparando un futuro prometedor. Pero no nos dijeron que sus primeras medias iban a ser despedir a los profesores, cerrar quirófanos, eliminar ayudas a los desvalidos, privatizar los servicios públicos, ejecutar recortazos y reírse de quienes se indignen.

Nos dijeron que eran honrados, que no todos los políticos son ladrones. Nos prometieron cambiar nuestra sociedad, inyectar optimismo en nuestras vidas, levantar la moral de todo el país. Pero no nos dijeron que en sus listas a las Cortes Generales iban a seguir las mismas personas que no han sabido sacarnos de la crisis. ¡Encima pretenden que les votemos! Los servidores de la nación que no han sabido sacarnos de la crisis pretenden seguir representándonos en las Cortes Generales. Si los partidos políticos tuvieran democracia interna, estoy seguro de que muchos candidatos no estarían más que en la lista de los fracasados. No puede haber cambio social sin cambio de dirigentes. El partido político que se empeñe en conservar ineptos en sus filas se estará condenando al fracaso electoral.

viernes, 14 de octubre de 2011

La muerte

He leído un pequeño discurso del recién fallecido Steve Jobs hablando de cómo la posibilidad de la muerte propia redimensiona la forma de vivir temporalmente en este mundo. Estoy completamente de acuerdo con él. En mi reflexión sobre “Caminar en la fragilidad” defiendo que aunque nuestra experiencia no va más allá de la observación del nacer y del morir de otras personas, tenemos la seguridad de nuestra muerte. Es más: la previsión anticipadora de la muerte afecta a nuestro modo de vivir en el tiempo. La desaparición de las personas queridas nos hace vivir intensamente la muerte y concebir mejor la nuestra. Incluso para "los que parecen ser hijos de otro dios", la muerte patentiza su vulnerabilidad. El mismismo abominable Hitler que causó tanto dolor a la humanidad, murió “acojonado” como tantos desgraciados que de vez en cuando la humanidad vomita por error.
La mayoría de los seres humanos somos concientes de que la muerte no es un momento, es un proceso. El proceso biológico comienza bien pronto. El organismo se va deteriorando. Una dolencia lo acelera. Una enfermedad terminal lo precipita. Albert Camus dice que “los hombres mueren y no son felices”. Las desgracias de que somos víctimas cuando padecemos el mal causado por la violencia de la naturaleza (tormentas, terremotos, huracanes, el dolor, la vejez o la enfermedad) nos recuerdan lo frágil, ambiguo y vulnerable que es nuestra vida. Hay una especie de proceso biológico del vivir caminando hacia el morir, y a través del morir, hacia tal vez el sobrevivir.
Hace un par de años una cantante española muy conocida fue atacada por un cáncer. Recurrió a las mejores clínicas españolas. Invirtió parte de la fortuna de su marido en tratamiento en clínicas avanzadas de Estados Unidos. Al final volvió para morir en España. Lo intentó todo y no ganó nada más que el sufrimiento, la decepción, la pena de una derrota anunciada. Aunque se confesaba católica y se la veía en las distintas procesiones, no supo o no pudo aceptar que la muerte forma parte de la vida, y esto le trajo mucho sufrimiento.
Hay quienes confunden vencer un cáncer con vencer la muerte, y no celebra su éxito medical como una oportunidad para armonizar sus vidas y caminar hacia la muerte. Jean Jacques Goldman, cantante francés, dice que no se puede vivir como si mañana no fuéramos a morir (On ira): «Tous ces gens que l'on voit vivre comme s'ils ignoraient qu'un jour il faudra mourir, et qui se font surprendre au soir».
Lo que realmente me interesa reflejar en esta pequeña reflexión es que tenemos que ser conscientes de nuestra muerte, no como algo ajeno a nosotros sino como parte de nuestra vida. Lo que me preocupa no es mi muerte, sino el sufrimiento inútil que pueda rodearla. Digo “sufrimiento inútil” porque la muerte es inevitable: el sufrimiento puede aliviarse.

sábado, 8 de octubre de 2011

Programación positiva

Teniendo en cuenta que caminamos en la fragilidad, el camino del desencantamiento vital está al alcance de todo el mundo. Desde pequeño, vamos acumulando sentimientos negativos y percepciones distorsionadas que nos empujan hacia la pista de la autodestrucción: rabia, envidia, odio, ira, codicia, egoísmo, excusas, prisas, desgaste psicológico, tristeza vital, ganas de venganza, pensamientos insanos y otras emociones psicológicamente venenosas. Pocas veces aprendemos a fomentar actitudes vitales de alegría, generosidad, perdón, claridad de idea, armonía interior, energías positivas y pensamientos creativos que hacen que el gusto por la vida se vaya reactivando continuamente, incluso en los momentos más conflictivos.

Tenemos que aprender a vivir en el hic et nunc, en el aquí y en el ahora. No podemos vivir pensando en el pasado porque cuando el pasado no está lleno de fracasos, está lleno de añoranza y vivencias infantiles casi paradisíacas que, su única aportación, no es más que dañina. Si un poco de ejercicio meditativo nos descubre que escasos recuerdos del pasado son creativos, ¿por qué entonces nos empeñamos en montar nuestro campamento vital en el pasado? ¿Por qué los errores o éxitos del pasado han de condicionar nuestro presente? ¿Por qué no somos capaces del vivir en el ahora si somos conscientes de que el presente es el único tiempo vivencial que nos coloca en la pista de la programación positiva?

La sabiduría popular nos enseña que el agua que ya ha pasado no puede mover el molino. Sin embargo, la mayoría de la gente no llegamos a soltar lastres del pasado y seguimos cargando con fracasos del pasado, revisando continuamente las facturas ya pagadas en su momento, y lo que es peor, dando explicaciones de lo que hacemos o dejamos de hacer. Nunca aceptamos que querer quedar bien ante la gente es el camino que lleva derecho a la infelicidad, y nos miramos en los demás para saber quiénes somos y qué debemos hacer para tener un lugar en este mundo. Es agotador vivir instalado en este estado de autovigilancia permanente, intentando cumplir al milímetro las exigencias que no nos corresponden.