sábado, 6 de agosto de 2016

Mi mundo

Quisiera ver el mundo a través de tus ojos
Y al amparo de tus besos entregarte mi amor:
Si fracaso, adelanto mi marcha.

Pude prometerte lo imposible
Porque el sendero de nuestros sueños
Estaba minado.

Pude ahogarte en mis lágrimas
Porque mi corazón estaba confundido,
Pero daño no te hice, porque siempre te quise.

Pude esconderte mis sentimientos
Pero mi corazón fue desbordado:
Tarde te descubrí, mas no puedo esperar.

Sabes, he vuelto al templo de mis antepasados
Para deshacer las promesas de mi niñez.
Consejo no pedí, tampoco bendición:
Los amores prohibidos maduran a destiempo.


Yo no puedo renunciar al lugar de mis sueños
Ya no puedo prometer las medallas
Si me falla el corazón
Yo no puedo vivir si me falta tu aliento.


Déjame ser el guardián de tus sueños
Y tu despertador mañanero:
Si fracaso, adelanto mi marcha.


ã Ayurugali

viernes, 29 de enero de 2016

El ser humano participa en su ser


Los filósofos existencialistas defienden acertadamente que el ser humano es él que siempre decide lo que es. Hablamos, naturalmente, del ser humano que tiene conciencia de sí y que aun no ha entrado en la decadencia mortal. Porque nadie puede obviar que otros deciden nuestro nacimiento; que otros deciden nuestra educación infantil, que incluso otros pueden influir en algunas decisiones juveniles. Pero cuando descubrimos nuestra identidad con la mayoría de edad mental, podemos revisar nuestro camino y diseñarlo de acuerdo con nuestros sueños.

 

Sostener que el ser humano es él que decide su destino quiere decir que la persona no está totalmente condicionada o determinada. En última instancia, la persona se determina a sí misma. Su capacidad creativa hace que no se limite a existir, sino que siempre decida cuál puede ser su existencia. Por omisión o por acción, nos vamos recreando hasta llegar a nuestro último suspiro.

 

En el momento en que alguien se hace responsable de su propia vida, entonces los demás podemos facilitarle todos los medios para que recorra con éxito el camino que se ha propuesto seguir. De nada sirve planear un camino con alguien que no está dispuesto a andar. De nada sirve aconsejar alguien que no aceptar el consejo. De nada sirve corregir a quien no reconoce sus fallos o que piensa que las cosas están bien tal como están. Personalmente creo que los casos perdidos existen y no deben ocupar nuestro tiempo.

 

El mundo está lleno de individuos que se pasan toda la vida evitando tomar decisiones. Su mayor preocupación no es buscar el camino sino más bien encontrar excusas perfectas para justificar por qué no pueden recorrer éste u otro camino que, previamente, pactan con sus allegados. Si no fuera porque la decisión (o la no-decisión) de unos afecta a los demás, nadie se preocuparía por el hecho de que alguien decidiera autodestruirse porque al fin al cabo, es su vida que está en juego. Porque nadie ignora que hay causas perdidas por las que no vale la pena implicarse, a no ser que queramos asfixiarnos.

lunes, 18 de enero de 2016

¿Qué hacer cuando las cosas van mal?


Cuando las cosas van bien, parece que todo está de nuestra parte. El mismo ritmo de la vida nos facilita la integración en el seno del universo. Pero, ¿Qué ocurre cuando las cosas no van tan bien, cuando todo el esfuerzo para alcanzar los sueños personales y comunes parece estéril? ¿A dónde acudir para que se nos alivie el dolor por la decepción o por el continuo fracaso? ¿Cómo seguir caminando cuando perdemos alguien importante en nuestra vida o cuando todos nuestros planes se van al garete? Antiguamente, la fe en la Divinidad era un consuelo bastante eficaz en el camino de mucha gente. Últimamente, la ciencia médica parece ocupar su terreno, seguido muy de cerca por las distintas ramas de la psicología.

No hace falta recordar que los últimos acontecimientos globales han puesto en crisis todo un sistema sobre el que cimentábamos nuestro futuro inmediato. Las crisis de los valores humanos ha llevado consigo la avaricia económica, provocando inmediatamente la quiebra del sistema financiero y el derrumbamiento de la esperanza de muchas personas que aspiraban a tener un futuro mejor gracias al esfuerzo y al buen estado del mercado laboral. Desconocemos el número aproximado de quienes, ante la angustia causada por la precariedad económica, optaron por suicidarse. Algunos gobiernos prefirieron rescatar a los bancos antes de ayudar a sus ciudadanos. Quienes antaño pedían a gritos la expulsión de los estados en el sistema financiero han tenido que rogar desesperadamente su aval. Se han dado casos en los que los trabajadores fueron invisibilizados por los empresarios, cuando realmente los mismos trabajadores son parte imprescindibles en el fortalecimiento de las empresas. Todos aquellos que habían confiado su futuro y su consuelo en el trabajo remunerado han visto cómo su optimismo se ha ido desmoronando. Aunque resulta obvio, es muy difícil mantener la esperanza en tiempos de descrecimiento económico. Ahora bien, si el dinero no puede satisfacernos, ¿a qué fuentes acudiremos en tiempos de crisis? Hasta la próxima entrada.


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