domingo, 29 de septiembre de 2019

Integración de los negroafricanos en España: panorma actual


A comienzos del siglo XXI, España pasó de ser un país de emigrantes a un país receptor de inmigrantes. En 1985, el gobierno socialista de Felipe González aprobó la primera Ley de extranjería, seguida por la Ley Orgánica sobre derechos y libertades de los extranjeros en España en 1985. Actualmente, “el número de extranjeros con certificado de registro o tarjeta de residencia en vigor a 30 de junio de 2019 asciende a 5.535.079[1]. Ocho  de las quince nacionalidades más numerosas corresponden  a  países  de  la  Unión  Europea,  entre  los  que se encuentran Rumanía, Reino Unido e Italia. Los tres representan conjuntamente  casi  un  tercio  del  total  de  residentes  en  España.  Entre  los  colectivos  más  numerosos  de  países  de fuera de la UE se sitúan los nacionales de Marruecos, China,  Ecuador  y  Colombia,  por  encima  de  los  100.000  residentes cada uno de ellos[2].
Las migraciones procedentes de África Negra, aunque siguen siendo minoritarias en España, su aumento significativo en los últimos años es preocupante[3], no solamente por la elevada pérdida de vidas humanas durante la travesía del Magreb y del Mediterráneo, sino también por la dificultad para regularizar su situación administrativa. En efecto, “la mayoría de los inmigrados africanos se instalaron en España de modo irregular, frecuentemente ocupan empleos precarios e inestables, y según las encuestas realizadas a los españoles sobre sus actitudes hacia los inmigrantes extranjeros, los africanos son el colectivo que es juzgado con mayores problemas para su integración en España[4].
El gobierno español reconoce que “la migración que plantea más retos para Europa es la procedente de África: tanto del Norte de África como de África Subsahariana (en especial de África Occidental) y del Cuerno de África”[5]. Mark Hugo López afirma que “el deseo de emigrar no es un objetivo a largo plazo, más bien es algo que tienen en mente muchos subsaharianos”[6]. El continente africano ha pasado de 477 millones en 1980 a 1.250 millones en 2017, y las previsiones indican que la población africana alcanzará 2.500 millones de personas en 2050. Y la “UE y en especial Europa meridional es principal candidato como destino permanente de migración extra-regional africana por sus bajas tasas de natalidad (ínfimas en el caso de Italia y España), sus relativos altos índices de economía informal y por el efecto llamada de las crecientes diásporas africanas instaladas en esos países en la última década”[7].
Independientemente de las causas de la inmigración de los africanos y de las políticas represivas de los gobiernos europeos contra la inmigración irregular, la realidad es que muchos africanos siguen llegando al continente europeo con la esperanza de empezar de nuevo y quedarse permanentemente aquí[8]. De ahí la importancia de diseñar políticas europeas de integración a largo plazo, incorporar los inmigrantes africanos al sistema productivo europeo y ampliar el estatuto de ciudadanía a todas las personas, independientemente de sus orígenes y de su color de piel.
Hoy por hoy, las políticas europeas sobre la inmigración africana no parecen  acertar en sus estrategias para conseguir una inmigración regular que pueda ser absorbida por el sistema productivo europeo, y una adecuada integración de los africanos que se encuentra en Europa. Preocupa el elevado número de africanos que no logran regularizar sus situaciones administrativas (hay que esperar 3 años para iniciar los trámites de residencia) y que se encuentra viviendo en la clandestinidad, al margen de las escasas políticas de integración. Aún así, muchos africanos confiesan que las dificultades que encuentran para vivir en Europa siguen siendo mínimas en comparación con sus perspectivas en África. Pocos inmigrantes africanos muestran el deseo del retorno voluntario a sus países. No vienen a buscar medios para invertir en sus países. Vienen para quedarse, tengan residencia administrativa o vivan en la clandestinidad.
No resulta fácil saber cuántos negroafricanos se encuentran en España, debido precisamente a que muchos no ha podido regularizar su situación administrativa y no cuentan para las estadísticas oficiales. Los llamados “irregulares” no tienen una mínima oportunidad para integrarse en la sociedad española porque la puerta que lleva a la integración es la ciudadanía. Los irregulares no son ciudadanos y están condenados a vivir al margen de las estadísticas administrativas y de las políticas sociales. Son visibles pero no son tenidos en cuenta. Trabajan en el llamado “mercado negro” para vivir al día pero ni pagan impuestos ni entran en las políticas de integración. Son una mano de obra barata para muchos empresarios y los gobiernos no tienen firmes intenciones de intervenir en ese “mercado negro” que está en boga de todos.
Los africanos con residencias administrativas topan con un muro invisible de prejuicios y políticos sin escrúpulo. Por ejemplo en el acceso a los puestos de trabajo, el 66% de las personas encuestadas está de acuerdo con la afirmación que señala que “a la hora de contratar a una persona, se prefiera contratar a un español antes que a un inmigrante”[9]. De esta forma, aunque muchos africanos tengan una formación académica y profesional, su color de piel les arrincona al sector de empleos no cualificados. A esto debe añadirse el miedo que provoca lo desconocido. Ciertamente, al no haber tenido muchas colonias en África, España no ha tenido fuertes vínculos históricos con los africanos, más allá de Guinea Ecuatorial. De vez en cuando hay que volver a explicar a los españoles que África no es un país[10]. Difícilmente se puede llevar a cabo la integración de los africanos si ignoramos su diversidad. Ni todos los africanos son musulmanes, ni todos los africanos son analfabetos. Por eso creemos que las políticas de integración de los africanos tienen que tener en cuenta este plus que afortunadamente otros inmigrantes, por ejemplos los latinoamericanos, no tienen. El color de piel, la diversidad religiosa y cultural, la reciente colonización de los africanos y la llamada “pobreza antropológica” son factores que influyen tremendamente en su integración en las sociedades occidentales. Nuestro lenguaje cotidiano, el aprendizaje del castellano y de la diversidad cultural de los españoles, el marco legal de extranjería y la mentalidad del empresariado español son factores que pueden  facilitar o dificultar la integración de los africanos en España.


[4] Vicente Gozálvez Pérez, “La inmigración irregular de africanos en España, balances y perspectivas” (Comunicado presentada al coloquio Internacional “Migration clandestine: enjeux et perspectives”, 1999) 49.
[6] Mark Hugo López, “El deseo de emigrar en África subsahariana” en Anuario CIDOB de la Inmigración 2018, pp. 64-77, 67.