jueves, 8 de diciembre de 2022

Los actos del doctor Pourbais en Congo


François Kabasele-Lumbala, teólogo y obispo congoleño, cuenta cómo asistió a la humillación de los negros en su poblado, prácticamente en las vísperas de la independencia de muchos países africanos. Fue en 1956 y tenía nueve años. Según lo explica en su libro, la autoridad colonial reunía anualmente a los campesinos para el control de la enfermedad del sueño. Como siempre, se había reunido mucha gente y la bulla era muy notable. El médico belga, Pourbais, había prohibido cualquier tipo de conversación entre los presentes. Y he aquí que localizó un hombre mayor que estaba charlando calurosamente con un grupo y aprovechó la ocasión para dar una lección magistral a todo el mundo. Le mandó llamar, a pesar de que su ayudante (enfermero), le advirtió que ese señor era el jefe de la tribu. “Mucho mejor”, le contestó casi gritando para que todo el mundo lo oyera. En lugar de dialogar con el venerable, el doctor Pourbais se puso más nervioso, le ordenó ponerse de rodillas y le asestó una buena bofetada muy sonora. El castigado, dándose cuenta que el asunto se había convertido en un drama, prefirió no defenderse para evitar las represalias de la administración belga contra su pueblo. Cuenta Kabasele que cuando volvió a su casa estuvo esperando impacientemente a su padre para preguntarle porqué el jefe de la tribu había aceptado tal humillación, cuando realmente sólo los niños se ponían de rodillas para recibir el castigo: “Mon père me répondit que lesblancs étaient les véritables chefs, et que, devant eux, tous les noirspassaient pour des enfants”. (cfr. François Kabasele-LumbalaLe christianisme et l’Afrique. Une chance réciproque, Karthala, Paris 1993, p.11-12). 
Una historia parecida sucedió en Ruanda, entre Rukara rwa Bishingwe y el Padre Loupias. El ruandés no aceptó la humillación, recibió la bofetada del misionero belga que acabó estrangulado por Rukara, y éste, fusilado por los belgas. Un encuentro fallido entre el hombre blanco y el hombre negro. La pregunta es si 50 años han bastado para que el encuentro negro-blanco sea más provechoso. Personalmente pienso que las cosas han cambiado bastante, para bien, aunque es muy probable que todavía hoy, algunos negros y blancos sigan pensando como en 1956: que los blancos son los auténticos jefes y que, para ellos, los negros no son más que niños que deben ponerse de rodillas para recibir su castigo.