Cuando
todavía desconocían las habilidades de los elefantes, los cazadores africanos
se asombraban al ver cómo cruzaban los pantanos sin quedarse atrapados en el
fango. Veían cómo animales más pequeños como los conejos o los perros se
hundían en los pantanos mientras los elefantes seguían moviendo sus voluminosos
cuerpos hacia sus refugios. Con el tiempo, los cazadores africanos se dieron
cuenta que los elefantes no se hundían en el fango gracias a su equilibrio a la
hora de andar. Antes de levantar su pata,
el elefante se asegura del equilibrio de su cuerpo de tal forma que el suelo
soporta tan sólo cero kilo. Es una estrategia tan vital que el mismo
elefante a penas se da cuenta de esas combinaciones de peso. Perseguido por sus
enemigos, su velocidad a la hora de correr podría inducir a pensar en la
inconciencia de sus movimientos. Pero esto resulta falso cuando uno se da
cuenta que el elefante acorralado busca un terreno pantanoso para reírse de sus
perseguidores. Sabe que es el único que domina ese terreno y contrariamente a
lo que podríamos pensar, se siente seguro combinando el equilibrio de su masa
corporal. Lo que llama la atención es que incluso cuando se encuentra en el
terreno que mejor controla, el elefante no se enfrenta a su enemigo. No gasta
sus energías haciendo lo que la misma naturaleza ha de hacer. Deja que sus
enemigos se enfrenten solos a los elementos hostiles de la naturaleza.
La estrategia del elefante nos
enseña que en momentos de dificultades hay que buscar refugios en el terreno
que mejor dominamos y no malgastar energías y tiempo en batallas que otros
pueden hacer por nosotros. Hay que tener en cuenta que el
equilibrio del elefante sólo es efectivo si se sitúa en el terreno adecuado.
Por eso saber combinar las energías positivas sólo es eficaz si estamos en un
ámbito apropiado. A mi modo de ver, cada uno de nosotros debería tener
localizado el rincón que más se adapta a sus necesidades, igual que hacen
animales como los perros. Hace tiempo que la etología sabe que los perros no
duermen en cualquier sitio. Se mueven por todos los rincones del jardín hasta
encontrar las corrientes en energéticas de su gusto. El instinto de
supervivencia de los animales es un recurso que los humanos deberíamos integrar
en nuestra forma de vivir. Deberíamos saber en qué lugar nos sentimos a gusto,
relajado, con las emociones equilibradas. Deberíamos saber en qué ámbito nos
sentimos invencibles o al menos dominamos mejor la situación del entorno. Deberíamos tener un pantano al que acudir
para alejarnos temporalmente de las amenazas, donde el entorno combate en
nuestro lugar o a favor nuestro.
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