A comienzos del
siglo XXI, España pasó de ser un país de emigrantes a un país receptor de
inmigrantes. En 1985, el gobierno socialista de Felipe González aprobó la
primera Ley de extranjería, seguida
por la Ley Orgánica sobre derechos y
libertades de los extranjeros en España en 1985. Actualmente, “el número de
extranjeros con certificado de registro o tarjeta de residencia en vigor a 30
de junio de 2019 asciende a 5.535.079”[1]. Ocho de las quince nacionalidades más numerosas
corresponden a países
de la Unión
Europea, entre los
que se encuentran Rumanía, Reino Unido e Italia. Los tres representan
conjuntamente casi un
tercio del total
de residentes en
España. Entre
los colectivos más
numerosos de países
de fuera de la UE se sitúan los nacionales de Marruecos, China, Ecuador
y Colombia, por
encima de los
100.000 residentes cada uno de
ellos[2].
Las migraciones
procedentes de África Negra, aunque siguen siendo minoritarias en España, su
aumento significativo en los últimos años es preocupante[3],
no solamente por la elevada pérdida de vidas humanas durante la travesía del
Magreb y del Mediterráneo, sino también por la dificultad para regularizar su
situación administrativa. En efecto, “la mayoría de los inmigrados africanos se
instalaron en España de modo irregular, frecuentemente ocupan empleos precarios
e inestables, y según las encuestas realizadas a los españoles sobre sus
actitudes hacia los inmigrantes extranjeros, los africanos son el colectivo que es
juzgado con mayores problemas para su integración en España”[4].
El gobierno
español reconoce que “la migración que plantea más retos para Europa es la
procedente de África: tanto del Norte de África como de África Subsahariana (en
especial de África Occidental) y del Cuerno de África”[5].
Mark Hugo López afirma que “el deseo de emigrar no es un objetivo a largo
plazo, más bien es algo que tienen en mente muchos subsaharianos”[6]. El continente
africano ha pasado de 477 millones en 1980 a 1.250 millones en 2017, y las
previsiones indican que la población africana alcanzará 2.500 millones de
personas en 2050. Y la “UE y en especial Europa meridional es
principal candidato como destino permanente de migración extra-regional
africana por sus bajas tasas de natalidad (ínfimas en el caso de Italia y
España), sus relativos altos índices de economía informal y por el efecto
llamada de las crecientes diásporas africanas instaladas en esos países en la
última década”[7].
Independientemente de las causas de la inmigración de los
africanos y de las políticas represivas de los gobiernos europeos contra la
inmigración irregular, la realidad es que muchos africanos siguen llegando al
continente europeo con la esperanza de empezar de nuevo y quedarse
permanentemente aquí[8].
De ahí la importancia de diseñar políticas europeas de integración a largo
plazo, incorporar los inmigrantes africanos al sistema productivo europeo y
ampliar el estatuto de ciudadanía a todas las personas, independientemente de
sus orígenes y de su color de piel.
Hoy por hoy, las políticas europeas sobre la inmigración
africana no parecen acertar en sus
estrategias para conseguir una inmigración regular que pueda ser absorbida por
el sistema productivo europeo, y una adecuada integración de los africanos que
se encuentra en Europa. Preocupa el elevado número de
africanos que no logran regularizar sus situaciones administrativas (hay que
esperar 3 años para iniciar los trámites de residencia) y que se encuentra viviendo
en la clandestinidad, al margen de las escasas políticas de integración. Aún
así, muchos africanos confiesan que las dificultades que encuentran para vivir
en Europa siguen siendo mínimas en comparación con sus perspectivas en África.
Pocos inmigrantes africanos muestran el deseo del retorno voluntario a sus
países. No vienen a buscar medios para invertir en sus países. Vienen para
quedarse, tengan residencia administrativa o vivan en la clandestinidad.
No resulta fácil saber cuántos negroafricanos se encuentran en
España, debido precisamente a que muchos no ha podido regularizar su situación
administrativa y no cuentan para las estadísticas oficiales.
Los llamados “irregulares” no tienen una mínima oportunidad para integrarse en
la sociedad española porque la puerta que lleva a la integración es la
ciudadanía. Los irregulares no son ciudadanos y están condenados a vivir al
margen de las estadísticas administrativas y de las políticas sociales. Son
visibles pero no son tenidos en cuenta. Trabajan en el llamado “mercado negro”
para vivir al día pero ni pagan impuestos ni entran en las políticas de
integración. Son una mano de obra barata para muchos empresarios y los
gobiernos no tienen firmes intenciones de intervenir en ese “mercado negro” que
está en boga de todos.
Los africanos
con residencias administrativas topan con un muro invisible de prejuicios y
políticos sin escrúpulo. Por ejemplo en el acceso a los puestos de trabajo, el 66% de las
personas encuestadas está de acuerdo con la afirmación que señala que “a la
hora de contratar a una persona, se prefiera contratar a un español antes que a
un inmigrante”[9].
De esta forma, aunque muchos africanos tengan una formación académica y
profesional, su color de piel les arrincona al sector de empleos no
cualificados. A esto debe añadirse el miedo que provoca lo desconocido.
Ciertamente, al no haber tenido muchas colonias en África, España no ha tenido
fuertes vínculos históricos con los africanos, más allá de Guinea Ecuatorial. De vez en
cuando hay que volver a explicar a los españoles que África no es un país[10].
Difícilmente se puede llevar a cabo la integración de los africanos si
ignoramos su diversidad. Ni todos los africanos son musulmanes, ni todos los
africanos son analfabetos. Por eso creemos que las políticas de integración de
los africanos tienen que tener en cuenta este plus que afortunadamente otros
inmigrantes, por ejemplos los latinoamericanos, no tienen. El color de piel, la diversidad religiosa y
cultural, la reciente colonización de los africanos y la llamada “pobreza
antropológica” son factores que influyen tremendamente en su integración en las
sociedades occidentales. Nuestro lenguaje cotidiano, el aprendizaje del castellano y
de la diversidad cultural de los españoles, el marco legal de extranjería y la
mentalidad del empresariado español son factores que pueden facilitar o dificultar la integración de los
africanos en España.
[4] Vicente
Gozálvez Pérez, “La inmigración irregular de africanos en España, balances y
perspectivas” (Comunicado presentada al coloquio Internacional “Migration
clandestine: enjeux et perspectives”, 1999) 49.
[6] Mark Hugo López, “El deseo de emigrar en África
subsahariana” en Anuario CIDOB de la Inmigración 2018, pp. 64-77, 67.
[9]Cfr. http://www.mitramiss.gob.es/oberaxe/ficheros/documentos/InformeRacismo2016.pdf
(consulta: 21/09/2019).
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