A finales de los años 1980 conocí a unos religiosos españoles
que se definían como redentores de cautivos. Quince años después defendía una
Tesina en Teología sobre la redención de los cautivos. Y hace dos años me
manifesté delante de la Embajada de Libia en Madrid protestando por la
esclavitud de los negros en Libia. Últimamente he tenido la suerte, o la
desgracia según se mire, de escuchar relatos de aquellos que fueron esclavizados en
Libia. Una auténtica vergüenza para la humanidad y para el mundo que se
considera civilizado. Una vez más la historia se repite; una vez más unos pocos
ciudadanos levantan la voz para defender a estos “mal nacidos” (parafraseando una canción de Jean Jacques Goldman, Là-bas).
Me pregunto
cómo es posible que un pueblo entero asuma la compraventa de negros como una
forma de ganarse la vida. Y me sorprende que la Comunidad musulmana no sienta repugnancia hacia
sus hermanos que hacen negocio, una vez más, con la trata de negros. Y me maravilla que los
esclavos sigan compartiendo la misma fe con aquellos que les esclavizan. Una
vez más las palabras de Thomas Sankara
me vuelven a la memoria: no puede haber una misma ética
para los pobres y para los ricos. La Biblia o el Corán no pueden dirigirse en
el mismo lenguaje a un explotador que a un explotado. Sería necesario dos
versiones: una versión para los pobres y una versión para los ricos.
Muchos africanos suelen echar la culpa de la esclavitud a los
europeos. En realidad la responsabilidad se reparte entre los propios negros que
atrapaban a sus hermanos para venderlos a los árabes, y éstos a los
europeos que los llevaban a trabajar como animales en las plantaciones de los
colonos en América. Cuando los árabes empezaron a subir los precios de su
materia prima, los europeos decidieron ir al mercado de origen y así evitar
varios intermediarios. Cuestión de economía. Ni más ni menos. Hoy días son los
presidentes africanos que niegan futuros a estos Kiriku y les obligan a caer en
la esclavitud.
Los historiadores afirman que el número de negros comprados
como maderas y llevados al continente americano para su explotación es
espectacular. Desde el principio del siglo XVI hasta hace tan sólo 100 años,
“entre diez y quince millones de africanos fueron sacados por la fuerza de
África. A este tráfico occidental hay que añadir una cantidad semejante, o aún
mayor, que los árabes sacaron por las costas orientales”. Tenemos que empezar a
contar de nuevo. La historia se está repitiendo, por desgracias. Los nuevos
redentores de cautivos, entre los que se encuentran los antiguos redentores,
tienen mucho trabajo. No solo hay que dar alojamiento, comida y
legalidad a estos “mal nacidos”: hay que devolverles la dignidad. No pierdo la
esperanza. Me
sorprende gratamente ver a trabajadoras dando besos a estos pequeños Kiriku, o
los responsables de las entidades del Tercer Sector jugando con ellos.
Son besos sanativos; son abrazos que reconstruyen
la dignidad. El mundo resiste porque hay gente noble y comprometida con
la humanidad herida. Reclamos, pues, un premio para los nuevos redentores de
cautivos.
1 comentario:
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