miércoles, 25 de agosto de 2010

¿De dónde soy?

Cuando murió Lola Flores (La Faraona) sentí su muerte como sentimos siempre la muerte de un desconocido. Cuando murió Carmen Martín Gaite me pasó lo mismo, a pesar de que ya había leído “Entre visillos” y había paseado por su Salamanca. Cuando recientemente murió Miguel Delibes sentí mucha pena, no por haber leído varios libros suyos (La sombra del ciprés es alargada, El camino, El príncipe destronado) sino porque con el tiempo me voy sintiendo más de aquí que de allá. Entre la muerte de La Faraona y la de Delibes hay casi quince años, tiempo más que suficiente para conocer la sensibilidad de un país. Hace dos días murió un periodista (Carlos Mendo) y sentí que se moría alguien que forma parte de mi historia, aunque no compartía con él muchas de sus ideas en “Hora 25”. Es curioso. A medida que pasan los años, España va configurando mi imaginario, tanto que cuando Antena 3 puso la película “Farmacia de Guardia” la vi como si estuviera viendo el último capítulo de la serie “Farmacia de Guardia”. Hace poco oí por radio a Paco Lobatón, y su voz me recordó su bigote y su programa “Quién sabe dónde”. El día que aterricé en Madrid él estaba lanzando un llamamiento para encontrar alguien que había desaparecido. Y yo era un desaparecido también, en una ciudad que parecía un mundo para mí. Tal vez por eso cuando alguien me pregunta de dónde soy le contesto que “ya no sé de dónde soy”. Mientras algunos inmigrantes sienten alegría cuando dicen que llevan cinco o diez años en España, yo me voy quitando años como hacen algunas chicas. Cuando uno ha pasado más de quince años en un país no se le debería preguntar “cuánto tiempo lleva en España” sino “Dónde le gustaría morir”: en su nueva tierra o en su antigua tierra. Algunos africanos creen que nacer en un sitio y morir en otro diferente es una maldición. Tal vez sí, tal vez no, ¡quién sabe!

miércoles, 18 de agosto de 2010

“Dale un abrazo”

Cuando una especie de corriente negativa está exprimiendo las fuerzas de la buena gente sentimos rabia y nos bombardeamos con un sinfín de preguntas. Nos acordamos de la historia de Job, un hombre bueno y creyente que tenía todo pero que de la noche a la mañana lo perdió todo: mujer, hijos, bienes, salud. Sólo le quedó la fe en su Dios y un puñado de amigos que, más que ayudarle, le agobiaban continuamente con sus interrogantes. Los teólogos dicen que la historia de Job que leemos en el Antiguo Testamento es la historia de la crisis de fe en Dios (o en la bondad humana): ¿Por qué los buenos fracasan mientras los malos tienen éxito? ¿Por qué Dios “castiga” a la gente buena en lugar de apremiarla? Naturalmente que yo no tengo respuesta. Lo que sé es que he visto y veo gente noble que se enfrenta a todo tipo de dificultades. Amigas que dedican todo lo que son y tienen a quienes se encuentran a la intemperie social pero que en lugar de tener premios pasan mucho tiempo en las consultas de hospitales. Cuando me cuentan las pruebas contradictorias que les mandan los médicos, más que negligencia profesional pienso en la historia de Job. He aprendido de ellas que también los altruistas sufren y necesitan un momento de intimidad para llorar y que nunca les sobran un abrazo cariñoso. Así que si tú conoces una persona con un corazón noble, aquella persona que llamamos “buena gente”, dale un abrazo cariñoso. Dile que has aprendido que las personas generosas no viven en abundancia por una lógica que entienden bien los niños: para tener mucho tienes que compartir poco. Otra cosa diferente es que la gente generosa confiesa sentirse llena, satisfecha. Suelen decir que reciben más de lo que dan porque saben valorar lo que tienen. Aquí está su grandeza: saber valorar las pequeñas cosas. Si uno lo piensa bien, el mismo hecho de respirar sin hacer esfuerzo (incluso durmiendo) es un motivo de alegría. Así que cuando sintamos el agobiante peso de los segundos, pensemos que el mismo hecho de sentir es una gracia. Hay mucha gente que no siente nada porque viven en un tobogán.



miércoles, 11 de agosto de 2010

Las heridas del pasado

Generalmente decimos que no podemos cambiar el pasado, pero a menudo vivimos condicionados por los acontecimientos pasados. Algunos dicen que el exceso de cariño o su carencia en nuestra infancia suele estar en el origen de nuestra forma de situarnos ante la existencia. De modo que determinados comportamientos actuales pueden tener su origen en nuestro pasado infantil. Afortunadamente podemos redimensionar los hechos pasados, incluso colocarlos en el orden que menos interfieran en nuestros proyectos futuros. Las heridas del pasado no tiene porqué arrastrarnos hasta el fondo del pozo. Si los bebés se dejaran atrapar por los fracasos o experiencias dolorosas de su pasado jamás habríamos logrado ponernos de pié.

Mi asesino

“Durante muchos años he tenido un sueño que, a pesar de ser muy frecuente, nunca lograba recordar completamente. Alguien me perseguía para matarme. Por mucho que corría, la distancia que nos separaba seguía siendo la misma. Ni él me alcanzaba, ni yo me alejaba lo suficiente como para sentirme a salvo. Y lo peor de todo es que no sabía quién era y porqué quería matarme. Una tarde vi un documental sobre las secuelas de una guerra civil, y por la noche volví a soñar con mi asesino. Me desperté angustiado pidiendo auxilio, pero me quedé avergonzado cuando mi asesino resultó ser mi propia sombra”.

viernes, 30 de julio de 2010

“Yo” o “poco yo”


Navegando por internet me encontré con un libro del Dr. Lair Ribeiro (El éxito no llega por casualidad, 2004). La primera idea que me resulta interesante es que el Dr. Ribeiro sostiene que la vida sólo nos presenta problemas que podemos resolver o en cuya resolución podemos intervenir (los rwandeses dicen que Imana itera amapfa itera amahahiro: el Dios que provoca sequía en un sitio provoca abundancia en otro). Por tanto, si no tenemos capacidad para resolver un problema, lo ignoraremos. Por eso hay que tener en cuenta que no hacer nada, en muchas ocasiones quiere decir estar haciendo lo que hay que hacer.
 
La segunda idea interesante es que toda información nueva, cuando entra en la mente tiende a sustituir una información antigua relacionada con el mismo tema. De esta forma, la última experiencia es generalmente la que permanece. Esta idea es maravillosa porque nos revela que los fantasmas del pasado no tienen porqué seguir pisándonos los talones. Todos aquellos que tienden a recrearse en sus propios fracasos y no ven más que horizontes tenebrosos a la vista deben saber que una experiencia negativa puede ser sustituida por una nueva y que es más fácil engañar nuestra mente ya que para la mente los acontecimientos que ocurren no tienen porqué existir necesariamente. El Dr. Ribeiro lo explica con estas palabras: cuando una visualización se realiza correctamente, al cerebro no le importa saber si aquello ha sucedido en el mundo físico o sólo en la imaginación.

La tercera idea es que la armonía es la esencia de la existencia. Los pueblos llamados “indígenas” que reporteros de televisión suelen enseñarnos nos confirma esta experiencia que contrasta con el estrés que en el mundo autonombrado civilizado no nos deja descansar. Lo inquietante de esta idea es que los que vivimos en Occidente (Babilonia para los profetas, un mundo de ratas para Bob Marley) necesitamos civilizarnos. Tal vez por eso los “famosos” están volviendo a las creencias budistas, hinduistas o “cósmicas”.

La última idea que quisiera destacar es que la felicidad es apreciar lo que ya se ha conseguido. Pocas personas han sabido definir la felicidad con esta visión holística. A la hora de la verdad, la felicidad que todos perseguimos en el trabajo, en la riqueza, en nuestra pareja resulta que se esconde en nuestra actitud ante la vida. En algunos pueblos niños con pocas cosas esbozan sonrisas radiantes; en otros lugares no quieren comer lo que está en la nevera porque no lleva el sello de “Pocoyo” (personaje infantil que descubrí gracias a las insistencias de una niña de unos amigos). He aquí la semilla de la felicidad: “yo” o “poco yo”. Aquel que tenga el “poco yo” tenderá a buscarse en los demás y el “infierno será los otros”. Aquel que tenga el “yo” verá su reflejo en sí mismo y tendrá recursos suficientes para percibir correctamente el mundo.

lunes, 26 de julio de 2010

Una de tantas

(Mi próximo relato)

Una mujer maltrata decide por fin a sus desgracias mediante un suicidio. Con su testamento en el bolso se marcha a su ciudad natal para despedirse de su amigo de de la infancia. Tras comer juntos y dar un pequeño paseo por la ciudad, él la invita a tomar la que iba a ser su última copa. Sorprendentemente, una mirada cariñosa provoca un beso apasionado seguido de un encuentro sexual. Desde la emoción de una primera vez, los dos deciden cumplir su sueño de la infancia: visitar la ciudad de Venecia.

jueves, 22 de julio de 2010

Mandela (18 de julio de 1918)



Nelson Mandela ya está en los anales de la historia como el hombre que ha sabido encarnar mejor la sabiduría africana. Defendió la dignidad de los negros frente a los blancos que no querían compartir el destino de su pueblo sudafricano. Muy popular entre los suyos, admirado universalmente y respetado por las grandes figuras de la política internacional, Mandela es el icono de la lucha contra el apartheid. Preso durante 27 años, fue liberado en 1990 y trabajó estrechamente con el presidente reformista Frederik Klerk para liberar África de la política segregacionista blanca. Mientras en 1994 la humanidad se estremecía por los abominables acontecimientos de Rwanda, Mandela capitaneaba un gobierno de unidad nacional que logró poner pilares sólidos para el futuro de su pueblo.


Prisionero número 466/64

Prisionero número 466/64 durante 27 años en penosas condiciones, Mandela se convirtió en un símbolo de la lucha contra el apartheid dentro y fuera del país, una figura legendaria que representaba la falta de libertad de todos los hombres negros sudafricanos. Cuando yo era chico, recuerdo que todas las pizarras de todos los colegios rwandeses tenían una frase, en su parte superior, que describía el apartheid como la vergüenza para la humanidad. Más tarde me enteré que en la mayoría de los países africanos se transmitía el mismo mensaje a la gente joven.
 

Tres matrimonios        

A parte de Mandela, yo no recuerdo a ningún presidente que se haya casado con la viuda de un presidente de otro país. De su primera esposa Evelyn Ntoko Mase se divorció en 1957 (Ntoko Mase falleció en 2004). Después de 38 años de matrimonio con Winnie Madikizela (Winnie Mandela) se separó de ella por escándalos políticos en abril de 1992 y finalmente se divorció el 19 de marzo de 1996. En su 80º cumpleaños, el 18 de julio de 1998, contrajo matrimonio con Graça Machel, la viuda de Samora Machel, el antiguo presidente de Mozambique que murió en 1986 en un accidente de aviación.
 

Su ocupación actual

Mandela abandonó las instituciones políticas en 1999 con el nombramiento de Mbeki el 16 de junio de 1999 como nuevo presidente. Entonces se dedicó a sus fundaciones: Mandela Children’s Fund creada en 1995; Nelson Mandela Foundation creada en 1999 y Mandela Rhodes Foundation fundada en 2003. Se volcó en programas de atención a los niños huérfanos y abandonados, la atención a los discapacitados, la educación de jóvenes y adultos, la erradicación de las minas antipersonas, el tratamiento médico de enfermedades endémicas y la lucha contra el sida, sin olvidar la convivencia pacífica entre todos los pueblos.
 

Mandela, a punto de partir

Con su cabello completamente blanco y su mirada no tan profunda, Mandela está llegando al final de su vida. 92 años, con 27 de ellos en prisión, se nota. En el Mundial de Sudáfrica de este año, su imagen recordaba a la del Papa Juan Pablo II pocos meses antes de su muerte. La periodista Celia W. Dugger escribió en “International Herald Tribune” que a Mandela ya no le funciona bien la memoria del presente. Se acuerda perfectamente de los acontecimientos del pasado pero del presente retiene muy poco. Tal vez por eso se cansa enseguida de hablar con la gente que no recuerda. Y si no come acompañado, no prueba bocado. Cuando su mujer Graça Machel (65 años) no puede comer con él avisa a su amigo George Bizos para acompañarle. Juntos degustan su plato favorito (“queue de boeuf en sauce”) mientras se preparan para cruzar plácidamente el río de la vida en cualquier momento.