Algunos afirman que Rajoy tiene una niña desconocida que se llama Esperanza. Según los detectives privados, esta niña lleva tatuada la bandera de España en su nalga derecha, y sueña con ser misionera para que los salvajes de allende los mares aprendan las buenas costumbres del Partido Popular: el matrimonio católico; ir a Misa todos los domingos aunque no se crea en el Dios de Jesús; el pensamiento único; la moral de Trento; la privatización de la economía; privilegiar a los señoriítos; y decir las mentiras piadosas.
Otros dicen que esta niña de Rajoy aún no ha nacido; que probablemente se llame España cuando llegue al mundo; comparta la guardería con los morenitos, chinos e indios; aprenda a comer la tortilla española, el cuscus y el rollito de primavera; que baile el sevillano, el lambada brasileño y el ndombolo camerunés. Antes de tener definida su sexualidad tendrá experiencias lésbicas; de entre sus ex novios habrá un negro, un iraquí, un catalán; acabará casándose con un vasco de Ermentería. En sus primeros años de matrimonios vivirán en Llobregat pero terminará empadronándose en Holanda porque es ahí donde encontrará un trabajo digno y un casa no sometida a la especulación popular. La niña de Rajoy, si se llama España, se transformará en una mujer progre, multicultural, con costumbres dispares y sensibilidades universales. Será una mujer bonita que compartirá su esperanza con los demás sin mirar su color de piel, sus creencias, sus ideologías y su tarjeta de crédito. Muy a pesar del Partido Popular, España, la niña de Rajoy, será la heredera de nuestras costumbres universales.
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