
Espero que Michael Jackson haya encontrado lo que buscó ansiosamente en este mundo y no lo consiguió. Espero que algún día alguien nos aclare si las acusaciones sobre su comportamiento para con los niños son reales, oportunistas o ataques racistas. Espero que la infancia que no tuvo en este mundo la disfrute a partir de ahora.
He visto durante todo este fin de semanas un montón de videos sobre su vida. No sé quién mató a aquel niño negro de cinco años que cantaba alegremente para crear un monstruo de cincuenta años que apenas sonreía. Quienes han estado cerca de él confiesan que su personalidad era muy compleja, que era incapaz de expresar sus sentimientos, que vivía en un mundo de sueños infantiles, y que no estaba reconciliado con el mundo. He visto como una niña de dos años se emociona viendo a Michael cantando con 5 años. La misma niña se asusta cuando le enseñas a Michael en su última aparición en Londres. Yo no sé qué imagen este rey del Pop tenía de todos nosotros. Supongo que nos veía como una auténtica amenaza de la que tenía que protegerse con sus distintas máscaras y disfraces.
Son muchos quienes creen que Michael Jackson fue un negro que quiso ser blanco. Es cierto que su música no tiene ritmos africanos como el regae del legendario Bob Marley. Es cierto que cuando muchos negros escuchan su música no sienten la misma serenidad que cuando saborean los discos de Bob Marley. Es cierto que Jackson no tenía la añoranza de África como Bob y otros artistas afroamericanos. Es cierto que su espiritualidad y su personalidad no reflejan restos del continente negro. Es cierto que defendió los derechos de los cantantes negros marginados por las empresas discográficas occidentales. Es cierto que su música es disfrutada mejor por los bancos que por los negros. Pero también es cierto que las comparaciones son odiosas.
Mi deseo es que este hombre que tanto ha sufrido (por su culpa o por culpa ajena) descanse definitivamente en paz. Es una lástima que tengamos que encontrar la plenitud en la otra vida, pero es el único consuelo que nos queda.