sábado, 4 de julio de 2009
1. Lectura de La metamorfosis
En el relato La metamorfosis, Frank Kafka (Praga 1883 – Viena1924) cuenta la historia de un chico, Gregor Samsa, que una mañana se despierta convertido en un insecto. Durante el resto de sus días intenta asumir su nueva situación y recuperar su sitio en la familia. Al mismo tiempo que se esfuerza para aprender a vivir como un insecto en un mundo de los humanos, no logra evitar ser la pesadilla de su familia. Causa miedo, terror y desprecio. Por eso nadie se atreve a quedarse solo en casa sabiendo que anda por ahí (p. 55).
Pero, ¿quién es Gregor Samsa para su familia? Hasta el momento en que Samsa se convierte en un insecto había sido el pilar de la economía familiar y su mayor ilusión era conseguir dinero para llevar a su hermana Grete al conservatorio de música en la capital. Ella era una muchacha de 17 años que vivía bien, dormía mucho, a veces ayudaba en los quehaceres domésticos y procuraba participar en algunas sencillas diversiones. Le gustaba, sobre todo, tocar el violín. Con su hermano convertido en un insecto, con los problemas familiares que hasta ahora habían sido inexistentes, Grete ve como sus sueños desvanecen. Es cierto que superó sus miedos (p. 54) y empezó a crear ámbitos de creatividad con su hermano al mismo tiempo que intentaba evitar que su madre viera el nuevo aspecto de Samsa. Pero no lo consiguió (p. 68) porque en un descuido su madre logra ver el aspecto de su hijo y le entra un ataque de pánico. Su marido echa la culpa de ese ambiente sofocante y asfixiante a Samsa y se inicia la caza al insecto. Empezó a arrojar una manzana tras otra contra Samsa, y “una, lanzada con más puntería, rozó la espalda de Gregor y resbaló sin causarle daño. En cambio la siguiente se le clavó en la espalda en toda regla” (p. 72). Durante un tiempo le entra un poco de remordimiento y consigue que toda la familia trate bien a Samsa. Pero cuando unos huéspedes descubren a Gregor y se marchan horrorizados, entonces su hermana decide que ha llegado el momento en que Samsa se marche de este mundo y deje de molestar a su familia (p. 85): “¡Tiene que irse! – exclamó la hermana-. Es el único modo, padre. Sólo has de desechar la idea de que es Gregor” (p. 87). Gregor pensó en su familia con ternura y asumió que tenía que marcharse. Una noche “su cabeza se inclinó a su pesar y su hocico despidió débilmente el último aliento”. Al día siguiente la criada anunció su muerte como si fuera una liberación: “¡Miren, ha estirado la pata! ¡Ahí lo tienen, ha estirado la pata!” (p. 89).
(Sigue leyendo).
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