jueves, 14 de octubre de 2010

Madrid



Madrid es tal como la recordaba: gente subiendo y bajando las escaleras del Metro a 200 Km. por hora, viajeros que no dejan de consultar el panel informativo en los andenes, puerta que se abren y se cierran como si estuvieran perseguidas por el demonio, en fin, toda la ciudad está en movimiento. El otro día casi me arrollan una marea humana por no ir a su velocidad. Encima me miraron mal. Llevaban un ritmo tal que me río yo de los desfiles del ejército norcoreano.

Ver alguien paseando tranquilamente por la calle es una misión imposible. A no ser que sea una patrulla de policía. El resto vamos con la hora pegada al trasero, controlando los segundos para no llegar tarde a nuestro destino. El otro día me decía un chico que trabaja 11 horas y cobra tan sólo por ocho. Invierte una hora y media para recorrer la distancia que separa su domicilio de su lugar de trabajo. Un rato andando, un buen rato en el autobús, un largo rato en el Metro, otro rato andando, y por fin llega a su destino. Con razón llegar tarde es cuestión de segundos. Cuando estás esperando la llegada del Metro, un minuto se eterniza. Y cuando llega, quisiera empujarlo para que vaya más rápido. ¡Es increíble!

En mis primeros días en Madrid se me venían a la cabeza las escenas de la película “Cadena perpetua”, cuando el viejo sale de la cárcel y no se ve capaz de adaptarse a la sociedad. Acorralado por el encargado de la tienda, la angustia le supera y el buen hombre acaba suicidándose. Es el ejemplo muy claro de la inadaptación social.

Al principio Madrid puede asustar, pero no se come a nadie que no se deje comer. Es cierto que puedes recorrer todas las calles sin encontrarte con alguien conocido, pero a veces el anonimato es redentor. Bueno, en realidad te vas habituando a la gente que coge el Metro a la misma hora que tú. Incluso podéis llegar a intercambiar una sonrisa. Al final todo es cuestión de voluntad. Comer o dejarse comer, ésta es la cuestión.

1 comentario:

Pili dijo...

Madrid, Madrid,a veces parece tan grande, y otras tan pequeña, y desde luego cuando menos te lo esperas te encuentras con un conocido de la infancia o un amigo que vive a más de 700 kilómetros de ti.
Y hay algo que no puedo compartir contigo querido Elíe, y es la última frase "comer o dejarse comer" Si se puede compartir es maravilloso, no tenemos que comernos a nadie, ni tampoco dejarnos que nos coman a nosotros, lo mejor es acercarnos y si nadie nos lo ofrece, lo ofrecemos nosotros, aunque no tengamos nada material para ofrecer, pero ofrecemos compartir.
Y para eso hay tres refranes africanos preciosos y maravillosos que dicen: 1)"SI TIENES MUCHO, DA ALGUNA DE TUS POSESIONES; SI TIENES POCO DA ALGO DE TU CORAZÓN"

2) "SI ERES RICO PERO NO ERES GENEROSO, ES COMO SI NO TUVIERAS NADA"

3) ¡COMPARTIR!
ESTA ES LA PALABRA CLAVE, LA PALABRA ESENCIAL.

Y espero querido Elíe que te encuentres completamente repuesto de tu enorme susto en el metro