jueves, 2 de enero de 2014

Sobre los libros de Autoayuda


Ante todo quisiera mencionar que un libro de autoayuda sólo es eficaz si se lee preventivamente. Se trata de adelantarse a los acontecimientos para que cuando nos alcancen sepamos a qué atenernos en cada momento, convencidos de que caminamos sanamente en nuestra fragilidad. Por tanto, desaconsejo una lectura de autoayuda para una persona que necesita urgentemente una solución emocional.

 

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Siempre que alguien me pide un consejo sobre una situación personal bastante compleja le doy dos consejos básicos: simplificar la situación y evitar entrar en un callejón sin salidas. Pero para poder llevar a cabo estos consejos es necesario realizar, muy a menudo, un chequeo emocional. A continuación explico estos dos consejos vitales.

 

Estoy convencido de que las situaciones simples son mejor abordables. También estoy convencido de que el callejón sin salida puede ser el final del camino. Saber que no estás atrapado en un túnel te garantiza una cierta libertad para actuar con márgenes de error sin perder la pista de salida. Y si cuentas con la complicidad de la simplicidad de la situación, el optimismo y la esperanza son la mejor garantía para conseguir tus metas.

 

Es verdad que la mayoría de las veces uno no se da cuenta del rumbo que está tomando su sendero, sobre todo si no se para a pensar. Por eso creo que es bueno y sanativo realizar un chequeo emocional de vez en cuando para ver si la velocidad que se ha alcanzado es la adecuada a sus fuerzas, al camino y al entorno. Puede ser la meditación o el yoga; puede ayudar una relajación consciente o la confesión sincera con un amigo.

 

Realizar un chequeo emocional no es fácil porque en un mundo maquinizado son pocos quienes tienen tiempo para estar a solas consigo mismo. En cambio son bastante quienes se levantan temprano, desayunan con prisa para no llegar tarde al trabajo. La costumbre no les impide estresarse con sus tareas profesionales. Comen con prisa para seguir trabajando. Cuando llega el cierre, las puertas de las empresas se convierten en la salida al mundo feliz y deseado: un par de llamadas a los amigos, si hay suerte, un par de copas con ellos, pero siempre con la mirada puesta en el reloj. En su casa, los únicos actos conscientes son escasos. Lo normal es encender el televisor, asearse mientras se prepara la cena, comer de prisa para no llegar tarde a la cita con el sueño porque mañana será un nuevo día. O más bien otro día más.

 

Son muchos quienes nos vemos atrapados por la cotidianeidad. La monotonía no es aconsejable para nada porque, como se suele decir, los caminos más peligrosos son los que no tienen curvas. No es lo mismo conducir un coche por un puerto de montañas con muchas curvas que conducirlo en una carretera recta en una llanura. Una carretera con curvas, igual que una situación crítica, exigen atención máxima. En cambio la carretera recta, igual que la normalidad, implica relajarse, fiarse sin motivos. Es cierto que uno no puede vivir siempre en la liminalidad porque con el tiempo se minan sus fuerzas, pero hay que estar preparado para bordear la frontera sin caer en los surcos.

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