sábado, 3 de mayo de 2014

¿Por qué luchamos ahora?

En el pasado, el ser humano primitivo luchaba por defender un trozo de tierra que llamaba “patria” y se enorgullecía derramando su sangre en ella y estampando su nombre en la lista de “los caídos por la patria”. Hoy por hoy, el lema de “todo por la patria” que se encuentran en los cuarteles de todos los ejércitos es una trasnochada.

Desde la Declaración Universal de los Derechos humanos, los más sensatos arriesgan sus vidas  sólo para defender derechos y libertades fundamentales. Los auténticos héroes ya no llevan un fusil en sus manos sino una vacuna contra la malaria, un litro de leche para los desnutridos, un micrófono para dar a voz a los sin voz, un cuaderno para alfabetizar, un blog para denunciar las barbaridades que cometen los mandamases.


Defender la tierra en que habitamos es una obviedad. Gracias a las aportaciones ecológicas, sabemos que la tierra es un conjunto orgánico indivisible. El aire que respiramos no pertenece a ninguna patria: es universal. Es una perogrullada que la deforestación amazónica afecta a los pulmones de los parisinos. De modo que cuidar nuestra tierra es una cuestión de higiene ambiental. En cambio, en un mundo en que unos matan para vivir mejor, defender que todo ser humano, independientemente de su raza y religión, tiene los mismos derechos y las mismas libertades que los demás, es una tarea ardua. Por eso los nuevos héroes de la patria son los llamados “activistas de los derechos humanos”. Me inclino, sinceramente, ante estos nuevos héroes de la humanidad y envidio sanamente su entrega crística: morir para que otros vivan mejor. No existe causa más noble que ésta.

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