Este año que se acaba será recordado por muchos
africanos por el retiro obligado del Presidente de Zimbabwe después de más de
40 años salvando su patria. O eso decía. Porque las cifras económicas y los
avances sociales dejan a Zimbabwe en el mal lugar: un país arruinado, con
pasado pero sin futuro. Mugabe fue dimitido por sus compañeros de armas y salvó
su pellejo (y su fortuna) gracias al muy cuestionado Presidente Zuma,
patrón de la todopoderosa Sudáfrica. Su homologo vecino, el Presidente De
santos (Angola) no quiso presentarse a las elecciones y por mucho que intentó
dejar atado el destino de su hija en la empresa de petróleo, el nuevo
mandatario tenía prisas para colocar a los suyos. Así va la fraternidad negroafricana, una
pura invención para resaltar los valores que brillan por su ausencia.
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