KUNYWANA O
COMUNIÓN DE SANGRE EN LA CULTURA BANTU (estudio)
0. BIBLIOGRAFÍA
BIGIRUMWAMI Alexis, Imihango
y’imigenzo niy’imizirilizo mu Rwanda (cérémonies relatives aux usages et aux
interdits au Rwanada)I-II (Nyundo, 1964 y 1968); BOURGEOIS, R., “Le pacte
de sang au Bushi (Echihango ou okunywana)” en Bulletin des Juridictions
Indigènes, núm. XXVII 2 (Elisabethville 1959) 33-36; DANET
Henriette-MESSI METOGO Eloi, “Le devenir de la théologie catholique en Afrique
francophone depuis Vatican II” en la revista Annales de l’École théologique
Saint-Cyprien, núm. 4 (1999) 109-143; KAGAME Alexis, Les organisations
socio-familiales de l’ancien Rwanda (Bruxelles 1954); MULAGO Vicente, “Le
pacte du sang et la communion alimentaire, pierres d’attente de la communion
eucharistique” en AA.VV., Les prêtres noires s’interrogent (Les Éditions
du Cerf, 2º ed., Paris 1967) 171-187; MULAGO Vicente, Simbolismo religioso
africano (BAC, núm. 407, Madrid 1979) 69-80.
1. Origen
En el siglo XVIII encontramos un
poema de Nyabiguma titulado Umwami azira kubeshya (el rey no debe
traicionar), dedicado al rey Cyilima II de Rwanda, que resume la doctrina sobre
"kunywana" (pacto o comunión de sangre) en Ruanda. Nyabiguma pretende aleccionar
al rey Kimenyi por haber actuado contra el pacto de sangre, un pacto de sangre que
aparece como una institución social en Ruanda. Es de suponer que ya formaba parte de las
relaciones sociofamiliares en Ruanda desde mucho tiempo. De hecho, rwandeses,
burundeses y bashi consideran esta institución como autóctona. Ya existía mucho antes de que
llegaran los traficantes árabes. Aunque con la evangelización
cristiana entró en crisis, permanece aún en la zona de Los Grandes Lagos.
2. Vocablo kunywana
Kunywana, en kinyarwanda, la lengua de
Rwanda, que se traduciría al castellano con el verbo “con-beber” o beber uno
del otro, significa consumación del pacto de sangre, alianza de sangre o
comunión de sangre. Se trata de una institución a través de la cual dos personas
de familias o clanes distintos intercambian la sangre y de esta forma sellan una hermandad o fraternidad y pasan a
ser hermanas de sangre.
3. Contratantes
Kunywana se practica, no solamente entre los
vivos, sino también entre vivos y muertos (espíritus). Puede llevarse a cabo
entre dos varones de distintas familias o clanes, entre dos jefes de
provincias, o entre un individuo y el gran jefe de los espíritus, Lyangombe. A fecha de hoy no consta que se realizara entre mujeres.
En el día y lugar convenidos, los dos
contratantes, acompañados de sus testigos, toman asiento sobre una estera (ikirago).
El que dirige la ceremonia realiza una pequeña incisión en el pecho de cada uno
(al lado del corazón o sobre el lado derecho del estómago). La sangre es
recogida sobre una hoja de una planta “eritrina” (umuko). Normalmente se
mete la hoja en la boca y se traga la gota de sangre (rwandeses-burundeses).
También se puede meter la hoja entera en una cantidad de leche y tomarla
íntegramente (hamitas). O también se puede meter la hoja en un recipiente de
cerveza de plátanos y beber toda la cantidad (Bashi). Lo más importante es que
los dos amigos beban simultáneamente la sangre, uno del otro.
Durante este rito, uno de los
testigos describe los deberes que surgen de este rito y los
castigos de que se hará merecedor el
que se atreva a cometer una infidelidad. Después vienen las promesas
recíprocas. Los dos contratantes se acuestan juntos sobre una estera y se
dicen: “el día en que nosotros nos encontremos juntos no teniendo sino una sola
estera, dormiremos sobre esta única estera nosotros dos”.
Las promesas concluyen con un abrazo
entre los dos amigos. El pacto de sangre se culmina con la donación de una vaca
por parte de uno de los contrayentes a su hermano de sangre. Normalmente, el
beneficiado regala, a su vez, un toro o algunas cabras.
5. Sentido de este rito
Kunywana simboliza la fraternidad, la entrega
mutua. Es la mejor garantía de paz y de mutua comprensión; es una donación
gratuita, una manera de entrar en la familia del otro como la que nace de la
sangre paterna.
La comunión de sangre no es un
símbolo de algo que yo doy a mi amigo, sino que es una parte de mí mismo, una
parte de mi principio vital que yo le ofrezco[2]. En
definitiva, kunywana es el don por excelencia, ya que se trata del don
de sí mismo, fusión al otro, entrega y recepción en la familia de su amigo.
Ciertamente no es idéntica a la unión natural que es más perfecta, pero la
imita y se esfuerza en meter al amigo en la corriente vital que une a los
miembros de una familia, infundiéndole el principio de donde parte todo
parentesco, toda fraternidad: la sangre[3].
7. Consecuencias de Kunywana
En general podemos decir que de Kunywana
surge una mutua donación en fidelidad permanente. No se permite rehusar algo a
su hermano de pacto. Quien atenta contra los lazos que nacen de kunywana se
hace merecedor de una maldición, en caso no grave, de un castigo.
Con este pacto surge una comunión de
bienes y de intereses. Los dos amigos no se comprometen solamente ellos mismos,
sino también todas sus familias: esposas, hijos, padres, etc. El hermano de
sangre es considerado como alter ego de su amigo. Las dos familias a las
cuales pertenecen los contratantes quedan ligadas para siempre.
8. Fidelidad al lazo
El compromiso que nace del kunywana
es inviolable e irrevocable. Ni siquiera el rey que era omnipotente en su reino
podía anularlo. El lazo que se adquiere es, en sí mismo, perpetuo y se
transmite de padres a hijos, a menos que haya desaparecido con todas las
obligaciones consecuentes.
La violación de esta alianza conlleva
sanciones “inmanentes” y automáticas: lepra, pérdida de todos los bienes,
muerte sin descendencia, etc. No obstante, aunque el pacto de sangre liga a
toda la familia, la infidelidad cae sólo sobre la persona que se hace culpable[4].
9. Kunywana y la
consagración religiosa
Kunywana es uno de los elementos que podría
tensar la fidelidad religiosa en África. En este sentido, sería un rito que
vendría a añadirse al rito de la profesión religiosa, tal vez inmediatamente
después de la lectura de la fórmula de profesión y antes de la firma.
También podría realizarse en el mismo
momento de la comunión, como se ha hecho durante un tiempo en la República
Democrática del Congo. En efecto, en la liturgia de la consagración de las
vírgenes, las congoleñas introducen el pacto de sangre para fortalecer su
compromiso desde lo que en su imaginario es inteligible: la comunión de sangre.
Es un rito bastante sencillo: la futura religiosa pone una gota de su sangre
sobre la hostia sagrada o en el cáliz y comulga, no antes de haber pronunciado
una fórmula conveniente, con insistencia en la maldición en caso de infidelidad[5].
En otros sitios, al terminar la
monición, la candidata se pincha la punta de un dedo para obtener una gota de
sangre que será recogida en un paño blanco. Este paño será colocado junto a la
piedra sagrada del altar, donde permanecerá definitivamente como símbolo de la
ofrenda cotidiana de su vida al servicio de la gloria de Dios y de los hombres.
En el momento de la comunión culmina el pacto de amistad entre la religiosa y
Cristo[6].
10. Kunywana y la
celebración eucarística
Antes de una breve reflexión, veamos
algunos ejemplos que ilustran lo que estamos describiendo. A principio de los
años 1990, un obispo camerunés tuvo que escribir una carta pastoral para
interdecir un rito que consistía en lo siguiente: algunos sacerdotes ponían la
sangre del macho cabrío en una jofaina llena de agua, metían la cruz y rociaban
con esa mezcla a los fieles en forma de bendición-purificación. Después
celebraban la eucaristía. Pero no quedaba prácticamente ningún feligrés, pues
se juzgaba suficiente el rito anterior. En otros casos, el sacerdote mezclaba
la sangre del macho cabrío con el vino en el cáliz antes de la consagración[7].
Para los cristianos, el sacramento de
la eucaristía establece entre Cristo y el fiel una mutua inmanencia. Jesús
mismo dice: “el que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él”
(Jn 6,56). Por eso cuando uno comulga del cáliz y de la patena durante el
sacrifico eucarístico, se establece entre Cristo y el discípulo un intercambio
de vida.
El que comulga permanece en la
plenitud de Cristo, recibe de la fuente de su vida[8]: “el
que me come a mí, también él vivirá gracias a mí” (Jn 6, 57). Cuando uno
comulga, para él “la vida es Cristo” (Flp 1,21); si el vive, no es él, sino
Cristo quien vive en él (Gal 2,20). En este sentido podemos decir que
participando en su cuerpo y sangre, entramos en relación de familia con Cristo:
somos consanguíneos de Cristo. De la unión al cuerpo de Cristo, principio de
unidad, sigue la unión de los fieles entre ellos en la unidad del pan
eucarístico, que no puede ser sino Cristo en persona presente bajo el elemento
material[9]. De
una parte y de otra, aunque en dos órdenes diferentes y sobre planos diversos,
hay “participación-comunión en la existencia en la vida, permitiendo y
realizando un intercambio, un correr de vida que va del uno al otro”[10].
El parentesco entre dos individuos
exige el de las dos familias a las cuales ellos pertenecen. Participar es
entrar en comunión con todos aquellos en quienes se encuentra este principio
vital, transmitido por el antepasado del fundador. Éste es la prefigura del
segundo efecto de la comunión eucarística: la concorporación de todos los que
comulgan[11].
La infidelidad al pacto de sangre es
causa de castigos que no toca sino a los solos culpables. “El que coma el pan o
beba el vaso del Señor indignamente, será reo de un pecado contra el cuerpo y
la sangre del Señor”, bebe y come su propia condena (1Cor 11,27-30).
El pensamiento de nuestro muntu
llevaría al pensamiento de un pacto de sangre que Cristo quisiera realizar con
sus fieles, pacto de sangre que hubiera podido ser real o simplemente simbólico[12]. La
sangre se concibe como fuente del principio vital del ser humano. La sangre
eucarística contiene verdadera, real y sustancialmente a Cristo, el Hijo del
Padre eterno e Hijo de María[13]. En
la ceremonia del kunywana (con-beber), los dos amigos se fusionan, ponen sus
existencias en común. Éste es el primer punto de apoyo del primer efecto de la
comunión eucarística: concorporales, consanguíneos de Cristo[14].
Elie Mamayu
Madrid. Julio 2002.
[1] MULAGO (1967) 173.
[2] MULAGO (1979) 73.
[3] MULAGO (1979) 72.
[4] KAGAME (1954) 216.
[5] DANET-MESSI METOGO, 134.
[6] KABASELE LUMBALA, F.,
“Celebrar a Jesucristo en África” en GIBELLINI, G. (ed.) Itinerarios de la
teología africana (Verbo divino, Estella 2001) 117-139, p. 133.
[7] DANET-MESSI METOGO, 135.
[8] MULAGO (1979) 75.
[9] MULAGO (1979) 76.
[10] MULAGO (1979) 76.
[11] MULAGO (1979) 78.
[12] MULAGO (1979) 79.
[13] MULAGO (1979) 78.
[14] MULAGO (1979) 78.
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