Thomas Sankara, un mito para muchos africanos
Cuando era adolescente, recuerdo haber
visto en "Jeune Afrique"
una secuencia de imágenes sobre el asesinato de Thomas Sankara. El joven
Presidente conocido como "el Che
Guevara africano" fue asesinado durante un golpe de estado militar,
descuartizado y enterrado en una tumba sin nombre. Había sido Comandante de una
Academia militar, Secretario de estado de comunicación, Primer Ministro y
Presidente de Alto Volta (Burkina Faso) a los 33 años.
Sus padres querían que fuera sacerdote católico pero al final optó
por el ejército, acabó confesando las ideas marxistas, adorado por muchos
jóvenes africanos como "el Che Guevara africano" y pidiendo una
segunda versión de la Biblia para los pobres porque «Entre les riches et les pauvres, il n’ y a pas
la même moral. La
Bible, le Coran, ne peuvent pas servir de la même manière celui qui exploite le
peuple et celui qui est exploité. Il faudra alors qu’il y ait deux
éditions de la Bible, et deux éditions du Coran ».
Thomas Sankara, le petit frère
Sus colegas africanos le consideraban el hermano pequeño (petit
frère) y los franceses querían controlar su agenda. En una ocasión, una
periodista francesa le preguntó al presidente Sankara que qué había ido a hacer
en Moscú porque esa visita inquietaba a Francia. Sankara, sentado al lado del
todo poderoso Miterrand, con mucha delicadeza contestó que siempre responde a
todas las invitaciones y que si no hace más viajes al extranjero es porque no
tiene un avión concorde. Entonces el Presidente Miettarrand se levantó con su
arrogancia paternalista, se apoyó sobre Sankara y dijo que le iba a dar un
consejo sobre las relaciones internacionales. Más prepotencia, imposible.
Thomas Sankara, un buen comunicador
Thomas Sankara fue uno de los mejores oradores de los
dirigentes del continente negro. A penas se le veía leyendo los discursos. Y casi siempre
entusiasmaba a su público. Es fantástico ver a Sankara animando a los jefes de
estados africanos a no pagar la deuda externa: "oye, el que quiera pagar, que coja su avión presidencial y se acerque
al despacho del Banco Mundial para ingresar el dinero". Los jefes de
estados africanos reunidos en Adis-Abeba (Etiopia) no sabían dónde meterse. Sus
segundos aplaudieron con entusiasmo, sobre todo cuando Sankara reclamó dos
versiones de la Biblia y del Corán, una versión para los ricos y una versión
para los pobres: No puede haber una
misma ética para los pobres y para los ricos. La Biblia o el Corán no pueden
dirigirse en el mismo lenguaje a un explotador que a un explotado. Sería
necesario dos versiones: una versión para los pobres y una versión para los
ricos.
Thomas Sankara y la igualdad de género
El joven Sankara promocionó la
incorporación de la mujer en los puestos directivos y en el ejército, porque
para él no había una diferencia de género sino de oportunidad. De modo que
hombres y mujeres debían tener la misma oportunidad para todo. En el día mundial
dedicado a la mujer (08 de marzo), obligó a todos los hombres a acudir al
mercado para saber cuánto cuesta un kilo de arroz y cómo las mujeres se las
ingenian para mantener a sus familias: los hombres se cabrearon, las mujeres
disfrutaron.
Sentado en el público que se había
reunido en la asamblea popular, Thomas Sankara confesó no entender por qué una
estudiante embarazada tenía que abandonar sus estudios: “una estudiante que se queda embarazada se la
expulsa del colegio. Pero nadie se molesta en saber si el chico que le ha
embarazado no está, por casualidad, en la misma clase. De modo que el chico
puede seguir “fabricando niños” hasta que termina sus estudios”.
Esto no puede ser así. Como mínimo la chica embarazada tiene que tener la
posibilidad de seguir con sus estudios. Por orden presidencial, las niñas
embarazadas no debían abandonar sus estudios.
Sankara quería un mercado africano
para consumir lo que se produce en África y, en la medida de lo posible, no vivir
de las deudas externas que no hacen más que hipotecar el futuro de los
africanos. Los funcionarios debían vestir ropa fabricada por los artesanos de
Burkina Faso para colaborar con la economía local.
Es divertido ver cómo Sankara discute
con un adolescente que lleva una camisa con letras “Harvard”. El chico le
acababa de preguntar al Presidente qué pensaba hacer para luchar contra el
imperialismo: “¿Qué quieres que hagas?
Tú llevas una camisa con la publicidad norteamericana. ¿Tú crees que no tenemos
camisas fabricadas en nuestro país y que sean más bonitas que esa?”. El
muchacho se quedó sin habla, que por otra parte es lógico: un adolescente
discutiendo con un Presidente, Capitán del ejército, escoltado por sus
guardaespaldas militares.
Sankara vendió los Mercedes de los
antiguos dirigentes, quitó los choferes para las autoridades y prohibió a sus
ministros viajar en primera clase porque no merece la pena gastar los fondos
del pueblos por un vaso de champán (el avión despega a la misma hora y llega a la
misma, estés o no estés en primera clase).
La política de Sankara de “Une village, un bosque” (un pueblo, un
bosque) permitió plantar millones de árboles para luchar contra la
desertización del país.
Thomas Sankara, “El Che Guevara africano”
El Presidente Sankara decía la verdad
(virtud vetada en la política servil) y no se comportaba como sus colegas africanos,
auténticos caudillos y saqueadores de los fondos públicos. Sus políticas de
consumir preferentemente los productos locales le enemistaron con las
multinacionales, y desde luego no era bien visto por la administración francesa
y norteamericana. Una vez catalogado como “comunista peligroso” por los
gendarmes de la República, su muerte era cuestión de meses. Los ejecutores de
las órdenes de arriba pensaron que descuartizando su cuerpo y enterrándole en
una tumba anónima desaparecería el hombre y el mito. Y consiguieron que ocupara
un lugar preferente entre los mártires del neocolonialismo occidental junto a
Lumumba.