jueves, 23 de septiembre de 2010

« Que personne ne soit oublié »

Madame Sarkozy III (Carla Bruni) insta a todo el mundo a acudir a las autoridades para exigir que nadie sea olvidado. En su disco “Quelqu’un m’a dit”, casi susurrando para no ser detectada por los servidores de la República, prepara una rebelión pacífica pero muy eficaz. “Tout le monde” es una canción muy interesante porque una vez que la escuchas descubre el poder de una masa unida. En realidad la revolución no es más que eso: unir las fuerzas para exigir cambios a las autoridades. Si los ciudadanos no se movilizan por causas justas no desaparecerán las injusticias que no cesan de llamar a nuestras puertas. Así pues, «il faudrait que tout le monde réclame auprès des autorités, une loi contre toute notre solitude, que personne ne soit oublié». Creo que todos compartimos este deseo de la tercera mujer del presidente francés. Antes de su matrimonio con Sarkozy confesaba tener ideas de izquierdas. Ahora que está casado con un hombre que expulsa manu militari a los gitanos, a los negros; que quita la nacionalidad francesa a los no nativos que cometan delitos en el suelo francés, tal vez sea momento de recordarle que mientras esté jugueteando con su media naranja le recuerde que todo el mundo merece una vida digna y que el popularismo político no es humano.
 
« Tout le monde est une drôle de personne,
Et tout le monde a l'âme emmêlée,
tout le monde a de l'enfance qui ronronne,
au fond d'une poche oubliée.

Tout le monde a des restes de rêves,
et des coins de vie dévastés,
tout le monde a cherché quelque chose un jour,
mais tout le monde ne l'a pas trouvé,
mais tout le monde ne l'a pas trouvé...

Il faudrait que tout le monde réclame,
auprès des autorité,
une loi contre toute notre solitude,
que personne ne soit oublié
et que personne ne soit oublié...

Tout le monde a une seule vie qui passe,
mais tout le monde ne s'en souvient pas
j'en vois qui la plient même qui la cassent,
et j'en vois qui ne la voient même pas,
et j'en vois qui ne la voient même pas...

Il faudrait que tout le monde réclame,
auprès des autorité,
une loi contre toute notre indifférence,
que personne ne soit oublié
et que personne ne soit oublié...

Tout le monde est une drôle de personne,
Et tout le monde a une âme emmêlée,
tout le monde a de l'enfance qui résonne,
au fond d'une heure oubliée,
au fond d'une heure oubliée... »

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sábado, 18 de septiembre de 2010

¿De quién dependemos?

La dependencia es potencialmente destructiva. En algunos casos la dependencia es la única forma de sobrevivir durante un tiempo, como en el caso de un feto. Pero la sabia naturaleza limita esta dependencia maternal a nueve meses. Con el alumbramiento, el bebé ya no depende exclusivamente de su mamá. En su ausencia, familiares pueden asumir su papel. En ocasiones las máquinas pueden suplir el papel de la madre en el caso de los niños prematuros. Incluso hay casos documentados en los que un bebé sobrevive gracias a los cuidados de un animal. En cualquier caso, vemos que la dependencia sanativa debe ser temporal y creativa. Las estrategias energéticas caminan en ese sentido: depender lo menos posible de los recursos energéticos de un solo país, crear alianzas para que en caso de un descuelgue la supervivencia de un país no sea afectada. Un país que depende de otra está a su merced. En cualquier momento la ruptura del enganche puede comprometer la vida de todos. Recordemos que normalmente no faltan quienes movidos por sentimientos egoístas o destructivos ponen a prueba el enganche o lo rompe totalmente.

Estamos rodeados



Estoy consultando un correo electrónico al tiempo que sigo las noticias en la televisión. No sé cuántas ondas magnéticas, o vaya usted a saber cómo se llaman, circulan en mi hábitat. Casi todos los apartados que tengo en marcha funcionan por ondas. Ya no sé cuántos mandos tengo en mi casa: un mando para el aire acondicionado, un mando para la mini-cadena, un mando para el televisor, un mando para el coche, etc. El portátil se conecta vía wi-fi, el móvil funcionan vía antena, el GPS sincroniza con el satélite, el microondas, etc. Cuando pongo en marcha todos estos dispositivos siento que me estoy matando poco a poco con todas estas energías negativas que me rodean. Pero no puedo vivir sin ellos. Es mi condena. Si a estos añadimos los aviones que pasan cerca de donde estoy, los helicópteros de la policía, la red del Metro, las gigantes antenas instaladas en el tejado de mi edificio, ¡Caramba!, vivir es un milagro.

miércoles, 25 de agosto de 2010

¿De dónde soy?

Cuando murió Lola Flores (La Faraona) sentí su muerte como sentimos siempre la muerte de un desconocido. Cuando murió Carmen Martín Gaite me pasó lo mismo, a pesar de que ya había leído “Entre visillos” y había paseado por su Salamanca. Cuando recientemente murió Miguel Delibes sentí mucha pena, no por haber leído varios libros suyos (La sombra del ciprés es alargada, El camino, El príncipe destronado) sino porque con el tiempo me voy sintiendo más de aquí que de allá. Entre la muerte de La Faraona y la de Delibes hay casi quince años, tiempo más que suficiente para conocer la sensibilidad de un país. Hace dos días murió un periodista (Carlos Mendo) y sentí que se moría alguien que forma parte de mi historia, aunque no compartía con él muchas de sus ideas en “Hora 25”. Es curioso. A medida que pasan los años, España va configurando mi imaginario, tanto que cuando Antena 3 puso la película “Farmacia de Guardia” la vi como si estuviera viendo el último capítulo de la serie “Farmacia de Guardia”. Hace poco oí por radio a Paco Lobatón, y su voz me recordó su bigote y su programa “Quién sabe dónde”. El día que aterricé en Madrid él estaba lanzando un llamamiento para encontrar alguien que había desaparecido. Y yo era un desaparecido también, en una ciudad que parecía un mundo para mí. Tal vez por eso cuando alguien me pregunta de dónde soy le contesto que “ya no sé de dónde soy”. Mientras algunos inmigrantes sienten alegría cuando dicen que llevan cinco o diez años en España, yo me voy quitando años como hacen algunas chicas. Cuando uno ha pasado más de quince años en un país no se le debería preguntar “cuánto tiempo lleva en España” sino “Dónde le gustaría morir”: en su nueva tierra o en su antigua tierra. Algunos africanos creen que nacer en un sitio y morir en otro diferente es una maldición. Tal vez sí, tal vez no, ¡quién sabe!

miércoles, 18 de agosto de 2010

“Dale un abrazo”

Cuando una especie de corriente negativa está exprimiendo las fuerzas de la buena gente sentimos rabia y nos bombardeamos con un sinfín de preguntas. Nos acordamos de la historia de Job, un hombre bueno y creyente que tenía todo pero que de la noche a la mañana lo perdió todo: mujer, hijos, bienes, salud. Sólo le quedó la fe en su Dios y un puñado de amigos que, más que ayudarle, le agobiaban continuamente con sus interrogantes. Los teólogos dicen que la historia de Job que leemos en el Antiguo Testamento es la historia de la crisis de fe en Dios (o en la bondad humana): ¿Por qué los buenos fracasan mientras los malos tienen éxito? ¿Por qué Dios “castiga” a la gente buena en lugar de apremiarla? Naturalmente que yo no tengo respuesta. Lo que sé es que he visto y veo gente noble que se enfrenta a todo tipo de dificultades. Amigas que dedican todo lo que son y tienen a quienes se encuentran a la intemperie social pero que en lugar de tener premios pasan mucho tiempo en las consultas de hospitales. Cuando me cuentan las pruebas contradictorias que les mandan los médicos, más que negligencia profesional pienso en la historia de Job. He aprendido de ellas que también los altruistas sufren y necesitan un momento de intimidad para llorar y que nunca les sobran un abrazo cariñoso. Así que si tú conoces una persona con un corazón noble, aquella persona que llamamos “buena gente”, dale un abrazo cariñoso. Dile que has aprendido que las personas generosas no viven en abundancia por una lógica que entienden bien los niños: para tener mucho tienes que compartir poco. Otra cosa diferente es que la gente generosa confiesa sentirse llena, satisfecha. Suelen decir que reciben más de lo que dan porque saben valorar lo que tienen. Aquí está su grandeza: saber valorar las pequeñas cosas. Si uno lo piensa bien, el mismo hecho de respirar sin hacer esfuerzo (incluso durmiendo) es un motivo de alegría. Así que cuando sintamos el agobiante peso de los segundos, pensemos que el mismo hecho de sentir es una gracia. Hay mucha gente que no siente nada porque viven en un tobogán.



miércoles, 11 de agosto de 2010

Las heridas del pasado

Generalmente decimos que no podemos cambiar el pasado, pero a menudo vivimos condicionados por los acontecimientos pasados. Algunos dicen que el exceso de cariño o su carencia en nuestra infancia suele estar en el origen de nuestra forma de situarnos ante la existencia. De modo que determinados comportamientos actuales pueden tener su origen en nuestro pasado infantil. Afortunadamente podemos redimensionar los hechos pasados, incluso colocarlos en el orden que menos interfieran en nuestros proyectos futuros. Las heridas del pasado no tiene porqué arrastrarnos hasta el fondo del pozo. Si los bebés se dejaran atrapar por los fracasos o experiencias dolorosas de su pasado jamás habríamos logrado ponernos de pié.

Mi asesino

“Durante muchos años he tenido un sueño que, a pesar de ser muy frecuente, nunca lograba recordar completamente. Alguien me perseguía para matarme. Por mucho que corría, la distancia que nos separaba seguía siendo la misma. Ni él me alcanzaba, ni yo me alejaba lo suficiente como para sentirme a salvo. Y lo peor de todo es que no sabía quién era y porqué quería matarme. Una tarde vi un documental sobre las secuelas de una guerra civil, y por la noche volví a soñar con mi asesino. Me desperté angustiado pidiendo auxilio, pero me quedé avergonzado cuando mi asesino resultó ser mi propia sombra”.