sábado, 26 de febrero de 2011

Alexis Kagame: Filósofo, lingüista, poeta, historiador, teólogo y sacerdote ruandés (Mugambazi, 15 mayo 1912 - Nairobi, 2 diciembre 1981)

A los doce años nadie de mi colegio me ganaba recitando la poesía de Alexis Kagame (Indyoheshabirayi). Más tarde, en la escuela secundaria, un profesor que había sido alumno de Kagame nos maravillaba contándonos sus virtudes. Aunque queríamos ser filósofos como él, no logramos leer todas sus obras. Hace un par de años tuve la ocasión de leer algunos libros suyos como La philosophie bantu comprarée y su colaboración en el famoso libro de varios estudiantes negros en los años 1950 (Des prêtres noirs s’interrogent) en el que se reivindicaba el derecho a pensar (On a assez longtemps pensé nos problèmes pour nous, sans nous, et même malgré nous). Recientemente he estado leyendo un trabajo de un amigo en el que el nombre de Kagame aparece con frecuencia. Definitivamente, Alexis Kagame es un orgullo para los ruandeses.

Nació el 15 de mayo de 1912 en Mugambazi, en la provincia de Kigali. En 1925 empezó los estudios primarios en Ruhengeri (noroeste de Ruanda). En aquel entonces sólo se enseñaba lectura, escritura, cálculo, catecismo y la lengua swahili. Cuando los alumnos terminaban esta formación trabajaban de secretarios para la autoridad colonizadora. A Kagame le costó seguir la enseñanza porque, como contaba él, pensaba erróneamente que cada letra del alfabeto tenía su libro y que para dominar el alfabeto había que leer todos los libros. Pero terminó su formación en 1928, año en que fue bautizado por el P. Desbrosses en Rwaza quien le mandó al Seminario Menor de Kabgayi. Como era bastante mayor para entrar en un Seminario Menor, sus compañeros se mofaban de él y pensaban que no iba a ser capaz de terminar los estudios. Efectivamente en el primer semestre sacó mala nota, pero a partir del segundo semestre ocupó la primera plaza. Cuando terminó el cuarto curso, sus profesores le dieron los manuales del curso siguiente para ver si era capaz de estudiar por su cuenta durante las vacaciones de verano. Al inicio del curso le hicieron los exámenes y aprobó todas las asignaturas del quinto curso, razón por la cual le matricularon directamente en el sexto curso. No pudo ser primero de clase porque había asignaturas de quinto que no había estudiado. Pero aún así terminó con sobresaliente.

En 1933 entró en el Seminario Mayor (campus de Kabgayi) para estudiar Filosofía. Unos años después se marchó al Campus de Nyakibanda para cursar Teología. En todos los cursos era primero de clase. En Nyakibanda, durante una velada en la que estaba invitado el Rey Mutara III Rudahigwa, Kagame impresionó al monarca con su disertación sobre la poesía ruandesa. Cuando el rey le preguntó dónde había aprendido esa poesía y él le contestó que lo aprendió de un tal Sekamana y otros dos poetas, el rey le contestó que los conocía pero que no eran de los mejores. Le prometió enviarle los mejores del Reino y así lo hizo. A partir de entonces nació una relación entre los dos, tanto que hay quienes afirman que Kagame formaba parte de los consejeros del monarca (Abiru).

Ordenado sacerdote en 1941, Kagame fue destinado a Gisagara donde redactó un libro sobre la poesía ruandesa (La Poésie dynastique au Rwanda, 1951). En 1950 fue enviado a Kabgayi para trabajar en la redacción del periódico eclesiástico Kinyamateka. En 1952 fue enviado a Roma, en la Universidad Greogoriana. En cuatro años se doctoró en Filosofía. En 1956 fue nombrado profesor de Filosofía en Groupe Scolaire de Astrida (provincia de Butare) y en el Seminario Menor de Kansi, del que más tarde sería nombrado Rector.

Entre 1947 y 1962 fue miembro del Grupo de los Expertos Independientes en el Consejo de Europa en Strasbourg (Francia) y miembro del Consejo de Administración de Ruanda-Urundi (entonces los belgas habían reunificado Rwanda y Burundi, aunque eran territorios independientes antes de la colonización).

Cuando fue fundada la Universidad de Ruanda en 1963, Kagame fue nombrado profesor de Historia de Rwanda. En 1971 fue nombrado profesor de Cultura africana en el Seminario Mayor de Nyakibanda. Al año siguiente fue nombrado Profesor visitante de Historia de África del Este en la Universidad Congoleña, campus de Lubumbashi. En 1972 dejó el cargo de Rector de Kansi que ocupaba desde 1969 y se dedicó por completo a la investigación. Escribió el primer libro de la historia de Rwanda , Un abrégé de l’Ethno-Histoire du Rwanda (1972) y Un abrégé de l’Histoire du Rwanda de 1853 à 1972. El 05 de julio de 1979, el presidente Juvénal Habyarimana le entregó la Medalla de “Officier de l’ordre Nacional des Grands Lacs”, y el 04 de julio de 1981 fue nombrado Prelado de Honor por el Papa Juan Pablo II. Unos meses después, el 02 de diciembre de 1981, murió de infarto en un hospital de Nairobi (Kenya), convirtiéndose en el primer negroafricano que goza de título de Filósofo. Hoy día es la base referencial para cualquier investigación sobre la cultura bantú.

Algunos de sus libros suyos:
-Inganji Karinga (1943)
- Indyoheshabirayi
-Isoko y’Amajyambere, 3 vol. (1949–51)
-La Poésie dynastique au Rwanda (1951)
- Le Code des Instituciones Polititiques de Ruanda (1952)
-Introduction aux grands genres lyriques de l’ancien Rwanda (1969)
- La Philosophie Bantu Ruandesa de l'Être (1956)
- La Philosophie Bantu comparée (1976)
-Umulirimbyi wa Nyili-ibiremwa, 3 vol. (1950)
-Matabaro ajya Iburayi (1938–39),
-Umwaduko w’Abazungu muli Afrika yo hagati (1947).

Sobre Alexis Kagame escribieron:
-Bontinck Frans, In Memoriam Alexis Kagame, RAT (Kinshasa) 11(1982)113-1-15.
-Harroy Jean Paul, "Alexis Kagame", Bulletin de l'ARSOM 28(1982) 66-78.
-Hategelimana G, 1988, 20 (numéro spécial de Education, Science et Culture).
-Hategelimana G., Education, Science et Culture, 1982, 1, p.143-163.
-Hulstaert G., "Alexis Kageme", Réflexion (Grand Séminaire de Bamanya, Mbandaka)
-Mudimbe Valentin Y., In memoriam: Alexis Kagame (1912-1981). In: Recherche, Pédagogie et Culture, Paris. 1982. Nr. 56, S. 74-78.
-Nzabatsinda Anthére, Poésie humoristique et nationaliste chez l'Abbé Alexis Kagame, Congrès du CIEF, 26 mai au 2 juin 2002, Abidjan.
- Nzabatsinda Anthére, The Aesthetics of Transcribing Orality in the Works of Alexis Kagame, Writer of Rwanda, in: Research in African Literatures 28(1997)1,98-111
-Vidal Cl., Alexis Kagame, entre mémoire et Histoire, dans History in Africa 15(1988)493-504
-Vinck H., La correspondance Hulstaert-Kagame, Annales Aequatoria 16(1995)467-588.

domingo, 20 de febrero de 2011

Mgr. Aloys Bigirumwami (22 diciembre 1904 - 3 junio 1986)

Durante la transmisión de su funeral en la catedral de Nyundo (oeste de Rwanda), los periodistas dijeron que una lluvia suave empezó a caer en el entorno del templo y que una luz que bajaba del cielo señalaba el lugar exacto donde reposaban sus restos. Veo normal que los rwandeses quisieran ver la intervención divina en la despedida de su primer obispo.

Había nacido en 1904 en la parroquia de Zaza (misión fundada al este de Rwanda por los Padres Blancos en 1900), de padres católicos. Con 10 años, su padre Joseph Rukamba le envió al Seminario Menor de Kabgayi (centro de Rwanda). Después pasó al Seminario Mayor y fue ordenado sacerdote el 26 de mayo de 1929. Párroco de Muramba (1933) y de Nyundo (1951), el 01 de junio de 1952 fue ordenado primer obispo nativo y se encargó de la diócesis de Nyundo, con más de 54.000 católicos.

Compaginó su labor pastoral con la recopilación de la tradición oral de la historia y literatura rwandesa. Cuando se jubiló el 17 de diciembre de 1973, siguió recopilando la tradición oral hasta que murió de infarto a los 81 año, en el Hospital de Ruhengeri. Los que éramos adolescentes le recordamos por la ilusión que nos producía hojear “Hobe”, una revista estudiantil que fundó en 1954 y que se solía regalar a los estudiantes más aplicados (“Gu-hobe-ra” es abrazar. Cuando una madre abraza a un hijo que hace tiempo que no ve le dice “Hobe” como señal de alegría por el encuentro. Sólo las madres saludan de esa forma). Así como “Hobe” es una referencia en nuestra juventud, los libros de Mgr. Bigirumwami son la base imprescindible para entender la historia de Rwanda.



Algunos de sus libros:

1- BIGIRUMWAMI, A., Imihango n'imigenzo n'imiziririzo (Nyundo 1964). Sobre las costumbres rwandesas.

2- BIGIRUMWAMI, A., « Les rites rwandais autour de la mort », in Colloque: Ethique chrétienne et valeurs africaines (Kinshasa 1969, pp. 40-58)

3- BIGIRUMWAMI, A., Ibitekerezo, ibyivugo, amahamba, indirimbo, imbyino (Nyundo 1971). Sobre el pensamiento, la poesía, el cántico y el baile rwandés.

4- BIGIRUMWAMI, A., Imigani miremire (Nyundo 1971). Los cuentos rwandeses.

5- BIGIRUMWAMI, A., Umuntu vol.I: Jyejyejyewe-Jyejyenyine (Nyundo 1983). Sobre el hombre y Dios.

lunes, 14 de febrero de 2011

Padiri Karoli

Jesús Ibáñez le llama “el misionero”. “El santo”, le llaman algunas beatas de su pueblo abulense (me contó una amiga). Pero en Rwanda es conocido como por Padiri Karoli. No quiso seguir la vocación militar de su familia y se metió en el Seminario y acabó celebrando Misas en las aldeas centroafricanas. Fue el primer blanco con quien entablé una conversación interesante, a finales de los años ochenta. Por entonces ya sabía decir insultos y tacos en nuestra lengua (habla perfectamente español, francés, kirundi, kinyarwanda). La verdad es que me sorprendió lo bien que hablaba la lengua local. Visitaba a los enfermos en sus casas de barros, y no le incomodaba sentarse en la tierra para crear un ambiente de cercanía y escucha activa. En su coche viajaba siempre acompañado por alguien porque todo el mundo que le veía le paraba para que le acercara a algún sitio. Los domingos solía celebrar la Eucaristía en tres o cuatro templos muy separados. En la última Misa a penas se le oía porque estaba agotado. Como seguía la costumbre de no tomar nada antes de la Misa, siempre acababa sin fuerza. Cuando tenía convivencia con los jóvenes lejos de la casa parroquial, comía lo que comía la gente. ¡Incluso utilizaba las letrinas tradicionales!
Durante un tiempo estuvo haciendo la pastoral en las cárceles de Rwanda. Incluso llegó a pagar multas de las gentes que habían robado cañas de azúcar para comer y acabaron en las cárceles gubernamentales. No tenía miedo para enfrentarse a los señores de la guerra, si bien es verdad que en aquellos años un forastero (negro o blanco) era intocable para los rwandeses. Cuando las matanzas empezaron en Burundi, cogió el coche, cruzó todo Rwanda para visitar a los familiares de los estudiantes burundeses, compañeros de congregación. La verdad es que nos sorprendió su atrevimiento, tanto que su superior le llamó insensato. Pero cuando volvió y redactó las cartas para sus estudiantes en Europa, se le veía orgulloso de haber conseguido tranquilizar a los chicos con su visita.
Yo creo que Padiri Karoli fue feliz en Rwanda hasta que llegó la guerra. Entonces empezó a atender a los desplazados de guerra, a discutir con los militares por su mal comportamiento, a enfrentarse con los temidos guerrilleros (una vez, éstos le retuvieron varias horas cuando había llevado la comida a los campesinos que se supone estaban en zonas seguras bajo protección de los Cascos Azules). Se hizo fabricar una cruz con los casquillos de balas y la llevaba colgando en su pecho. Hasta que una noche le comuniqué que el presidente había muerto en un atentado de avión, y las cosas se precipitaron. El miedo que hasta entonces se quedaba a la puerta de nuestra casa, penetró en el interior de nuestro hogar y temimos por nuestras vidas.
Vivimos juntos experiencias límites. La última vez que vi a mis viejos me acompañaba él. Estuvimos varias horas bajando y subiendo las montañas porque los coches no podían circular. Llegó un momento en que cada paso que dábamos nos acercaba más a la muerte. Llegamos a ver los combates a menos de un kilómetro. Todavía recuerdo el estruendo de los cohetes que llamaban “katiyusha” y las llamas de kalachnikov (el arma más preferido por los soldados africanos). Comimos con unos amigos y por la tarde localizamos a mis viejos. Media hora estuve con ellos, hasta que la gente empezó a decir que el campo de desplazados estaba cercado por los uniformados. Salimos de allí corriendo. “Kibuno mpa amaguru” o como se dice por aquí, “piernas, ¿para qué os quiero?”. ¡Nunca había visto un blanco correr tanto! Por el camino nos cruzamos con uniformados y más tarde supimos que algunas personas con quienes estuvimos comiendo habían sido asesinadas. Un par de días después las cosas se complicaron mucho y cada cual se tuvo que buscar la vida. Semanas después nos encontramos de nuevo, lejos del infierno de Rwanda, ambos intentando adaptarnos a la nueva realidad. Digo que ambos tuvimos que adaptarnos porque él se había hecho un rwandés más. Afortunadamente nos adaptamos bien, cada cual en lo suyo: yo en el paro, él de párroco en el sur de España.
No sé si Padiri Karoli sigue pareciendo ingenuo y generoso como antaño. No sé si piensa publicar sus memorias en Rwanda. Supongo que si algún día lo hace no contará todo. Yo tampoco. Pienso que los recuerdos positivos son sanativos y son los únicos que merecen ocupar un lugar en nuestro corazón. El resto es porquería. Tal vez él siga aspirando a ser santo, pero para muchos seguirá siendo Padiri Karoli, un hombre que supo estar al lado de los últimos de la tierra. Seguramente se quedó marcado por la barbarie de la guerra de Rwanda, igual que nosotros. Otros como el entonces jefe de Cascos Azules (General Dallaire, canadiense) han intentado quitarse la vida varias veces porque el trauma sigue allí.
Entre nosotros no solemos hablar de las heridas de la guerra porque son muy profundas y la mayoría de las veces no interesan a nadie. Tampoco hablo de ello ni con mis amigos, ni con mi familia. “Kila mtu atachukua mziko wake wenyewe” (swahili: cada cual carga con su saco) y “agahinda k’inkoko kamenywa n’inkike yatoyemo” (kinyarwanda: sólo el gallinero conoce la tristeza de una gallina). Como sospecho que sigue arrastrando las heridas de la guerra, evito intencionadamente dar más detalles de su vida. Tampoco he perdido tiempo buscando sus defectos, porque sé que los tiene (como todo el mundo). Que los cuente él, si quiere. Simplemente he querido recordar un hombre que sigue presente en el corazón de muchos rwandeses. Hace unos días me sorprendió agradablemente que mi viejo me preguntara por él (claro que eso fue antes de tener algo así como parálisis cerebral o “veneno” (uburozi) como dicen ellos). En cualquier caso, Padiri Karoli debió dejar buenos recuerdos en Rwanda. La historia podrá otorgarle el título de santidad o no; Jesús Ibáñez podrá seguir llamándole “el misionero”; los estudiantes podrán seguir llamándole "Johny" y sus feligreses podrán seguir llamándole “el párroco”. Para los rwandeses será siempre Padiri Karoli.

miércoles, 9 de febrero de 2011

André Sibomana, sacerdote rwandés (1954-1998)


Dicen los rwandeses que “izina niryo muntu” (el nombre marca carácter). Seguramente los padres de Sibomana lo creían así y quisieron reflejar en él que “no son ellos quienes velan por mi vida sino Dios”. Porque la vida de Sibomana siempre estuvo en manos de la divinidad. Amenazado por los extremistas de ambas etnias, temido y odiado por los dirigentes rwandeses de cualquier color político, escapó varias veces a los atentados contra su vida y murió, cuatro años después de las matanzas de la primavera de 1994, después de encontrar familias para miles de huérfanos de guerra.

Un hombre difícil de manipular, austero, tímido, introvertido, de voz grave y de acceso difícil, Sibomana “parecía brusco en su primer acercamiento” (según Antonio Villarino) pero después producía una impresión de honda coherencia humanista y cristiana. Había nacido en 1954 en Muyunzwe, en la provincia de Gitarama. Tercer hijo de una familia campesina, alumno brillante desde pequeño, su padre le envió al Seminario Menor de Save (1968), y en 1974 fue admitido al Seminario Mayor de Nyakibanda. En 1980 fue ordenado sacerdote y nombrado coadjutor en la catedral de Kabgayi. De 1982 a 1986 fue párroco de Muyunzwe, donde adquirió pronto la reputación de ser un hombre severo por no favorecer a nadie, ni siquiera a los familiares más directos. Seis años más tarde, Monseñor André Perraudin le mandó a Francia para estudiar periodismo en el Instituto Católico de Lyon. A su vuelta a Rwanda fue nombrado redactor jefe del periódico eclesiástico, Kinyamateka (1988). Y allí empezó su lucha por los derechos humanos que le enemistará con el presidente Juvénal Habyarimana y, por supuesto, con el actual presidente Paul Kagame. Pero nunca dejó de defender, desde sus columnas, una política de reconciliación activa, incluso durante y después de las matanzas de miles y miles de rwandeses.

En 1991 creó la “Asociación ruandesa para la defensa de la persona y de las libertades públicas” (ADL). Aunque las amenazas de muerte contra él era un secreto a voces en Rwanda, Sibomana rechazó tanto el silencio como el exilio. Él mismo escribió: “Se que estoy en peligro, pero no tengo derecho a marcharme. Habría podido exiliarme diez, veinte veces...Mi lugar está en medio de los míos. Nunca he cuestionado mi fe, nunca he dudado. Pero he descubierto en medio de la sangre y las lágrimas que el camino de la verdad no es necesariamente un camino feliz. No es Dios quien me plantea problemas, sino el hombre. Busco cómo encontrar al buen camino, cómo conseguirlo y cómo arrastrar hacia él a otros hombres”.

Durante las matanzas de primavera de1994 se refugió en su pueblo natal, y allí fue salvado por un miliciano que le reconoció y le facilitó la huida. Su hermana pequeña se refugió en Congo, como muchos rwandeses. Después de la guerra, una de sus dos hermanas mayores fue detenida acusada de haber tomado parte en las matanzas, pero luego fue liberada sin explicaciones. Su único hermano murió en 1995.

A la muerte de su obispo, Monseñor Nsengiyumva, en manos de los militares del FPR, Sibomana fue nombrado administrador apostólico de la diócesis de Kabgayi. El 9 de diciembre de 1994 recibió el Premio Reporteros Sin Fronteras por defender la libertad de información y los derechos humanos. En 1995 la revista “Mundo Negro” le concedió el Premio a la Fraternidad por sus esfuerzos en mantener vivo el sentido de la fraternidad humana por encima de las divisiones étnicas y rencores. Se opuso tanto a la amnistía como a la acusación generalizada. Pero reconocía que "incluso los condenados a muerte deben ser tratados como personas". Por eso buscó fondos para ampliar la cárcel de Gitarama donde había casi 7.000 presos y morían 160 personas al mes. Después de nombrar un equipo médico de 11 personas para atender a los presos, la mortalidad se redujo a cero. Se dio cuenta que muchos presos estaban detenidos por una simple denuncia calumniosa motivada por el odio, la envidia o el deseo de apropiarse de sus bienes. Descubrió lo que llamó “compraventa de órdenes de arresto” que consistía en que la autoridad competente firmaba una orden judicial de arresto en blanco y la vendía a alguien que la quería utilizar contra su vecino.

Puso en marcha un proyecto de reconstrucción de viviendas en el que debían colaborar hutu y tutsi. Según él, era "un proyecto que permitía restablecer, poco a poco, las relaciones y disminuir la tensión social". Atendió a los huérfanos de guerra, y consiguió que 17.000 de los 20.000 fueran adoptados en cuatro años por alguna familia.

En julio de 1995 fue acusado por la revista francesa, “Golias”, de haber participado en las matanzas y de ayudar a los genocidas. Su principal acusador era Gaspar Gasasira, un antiguo periodista que años antes Sibomana había despedido de Kinyamateka “por no tener principio ético en su trabajo informativo”. En una entrevista en “Actualité Religieuse” (15 septiembre de 1996) André Sibomana acusó a Golias de unirse ciegamente a lo que llamaba ideología extremista tutsi: "esta revista no persigue más que una sola meta: desacreditar, cueste lo cueste, a los hombres de la Iglesia". Ciertamente, Golias comenzó a lanzar sus ataques contra Sibomana cuando fue nombrado administrador apostólico de Kabgayi y se veía la posibilidad de ser nombrado obispo. A su defensa salieron la Unión Católica International de Prensa (UCIP) y Reporteros Sin Fronteras (RSF). El mismo relator especial de la Comisión de la ONU para los derechos humanos, René Degni-Segui reconoció que Sibomana "salvó numerosas vidas humanas, y a veces poniendo en peligro su propia vida. Sería condenable e injusto que este sacerdote, hombre de fe y de ley, humanista convencido y militante de los derechos humanos, fuera, después del genocidio contra el que luchó, objeto de mentiras y de amenazas". Pero Sibomana ya estaba avisado por los extremistas. Murió el 9 de marzo de 1998, después de una larga enfermedad, en la casa parroquial en Kabgayi, sin que haya alguien que haya podido aportar las pruebas respecto a las acusaciones de Golias. Tenía 44 años. Había querido viajar a Europa para su tratamiento, pero el gobierno rwandés le negó el pasaporte durante muchos meses, y cuando se lo dio ya estaba en situación crítica. Él mismo rechazó el pasaporte con estas palabras:



“En calidad de defensor de los derechos humanos, declaro que solicité hace tiempo la devolución del pasaporte, pero el Estado ruandés no tuvo en cuenta mis derechos. Arrojarme un pasaporte cuando estoy en la fase terminal de una enfermedad es como 'encubrir' otras injusticias que se mantienen en silencio. Rechazo este pasaporte, así como la complicidad en la violación de los derechos humanos de mis conciudadanos. Este rechazo pretende ser una valiente reivindicación de la necesidad de que afloren las situaciones de injusticia. Mi enfermedad me es familiar desde que me golpeó por primera vez en 1976. Los cuidados médicos disponibles en Ruanda no han sido suficientes y su virulencia actual es devastadora. Si pasa, tanto mejor. Si, en cambio, acaba conmigo será una deuda que deberán saldar quienes me han negado mis derechos fundamentales”.



Unos días después falleció, dejando huellas en la gente de buena voluntad. Si bien iba a morir tarde o temprano como nos pasará a todos, no cabe duda de que el gobierno ruandés adelantó su muerte.

viernes, 4 de febrero de 2011

Patrice Émery Lumumba (2 junio 1925 - Katanga, 17 enero 1961)


Primer Ministro congoleño durante a penas unos meses (entre junio y septiembre 1960), Patrice Lumumba fue atrapado entre un rey belga paternalista y un presidente congoleño con voz infantil. Por supuesto que no hay que olvidar el joven Mobutu al acecho, que ya sabía que su rival no era el presidente Kasa-Vubu sino la dimensión política del africanista Lumumba. Cuando improvisó su discurso anticolonialista el día de la independencia congoleña en presencia del rey Baudoin, Lumumba se convirtió en un enemigo político a eliminar y un héroe nacional a recordar.

Mal estudiante en su infancia, autodidacta en su juventud, Lumumba adquirió conocimientos inesperados y supo decir lo que había que decir en un momento concreto de la historia africana. Delante del mismismo rey belga, a Lumumba no le tembló la voz para criticar la colonización y alabar la actitud heroica de aquellos que lucharon para recuperar la libertad de su tierra. Recalcó que los negros habían sido tratados peor que los animales: “Hemos sufrido las ironías, los insultos, los golpes que debíamos recibir por la mañana, a mediodía y por la tarde porque éramos negros. ¿Quién olvidará que a un negro se le dirigía con un “Tú” mientras el “Usted” estaba reservado al blanco? Supimos que la ley no era la misma cuando se trataba de un negro o de un blanco. Supimos que en las ciudades habían casas maravillosas para los blancos y chozas para los negros”.

Aquella mañana del 30 de junio de 1960, cuando Lumumba terminó su discurso, la autoridad belga, la CIA norteamericana y el ejército dirigido por Mubutu empezaron a cavar su tumba. El rey Baudoin amenazó con regresar inmediatamente a Bruselas si Lumumba no pedía perdón por su discurso. Así las cosas, el día siguiente Lumumba tuvo que leer un discurso redactado por el Primer Ministro belga bajo mandato de Baudoin. Pero era demasiado tarde. Para los africanos, Lumumba ya era padre de la independencia; para los norteamericanos era un peligroso comunista; para los belgas era un enemigo a eliminar; para Mobutu era un hombre acabado. Para el ejército, dijo Mobutu, “Lumumba est un homme fini”.

Obligado a dimitir, más tarde fue desterrado a Katanga donde una multitud enfurecida acabó con su vida. Murió el joven Lumumba pero nació uno de los padres de la independencia africana. En 2002, el gobierno belga reconoció su responsabilidad en los acontecimientos que condujeron a la muerte de Lumumba pero no dijo nada sobre el hecho de que Bélgica aceptó firmar la independencia de Congo si éste heredaba la deuda externa de Bélgica, teniendo que devolver un préstamo que nunca había recibido. 50 años después de la muerte de Lumumba, muchos siguen cuestionando la real igualdad entre negros y blancos. Razones no faltan. Los reportajes de Intereconomía TV y las teorías del profesor Quintana mencionadas en una de las entradas anteriores siguen en la memoria de algunos. Desde luego predominan prejuicios que juicios.