1. La vida del autor
La madre de Jean-Jacques Goldman, Ruth Ambrunn, nació en Munich (Alemania); su padre, Alter Mojze Goldman, nació en Lublin (Polonia). Ambos fueron héroes de la resistencia en la segunda guerra mundial. Tuvieron cuatro hijos. Uno de los cuatro, Pierre Goldman, murió asesinado por su militancia en la extrema izquierda.
2. Mensaje principal
Cuando los sueños se hacen cortos, el cambio deja de ser una opción; empiezas a soñar con un mundo diferente, y aunque nadie quiere verte marchar, acabas inmigrando para no morir frustrado. Là-bas, una de las mejores letras escritas sobre la inmigración, nos coloca ante el drama de la inmigración. Un inmigrante no puede elegir entre ser o no ser; no puede elegir entre morir o vivir; no puede optar entre ser de aquí o ser de allá; un inmigrante no tiene opción. Sólo es consciente de que la vida merece ser vivida. Incluso acepta morir viviendo.
3. Cuando los sueños se hacen cortos
El camino de los inmigrantes empieza cuando los sueños se hacen cortos (“ici, nos rêves sont étroits”); cuando lo habitual se hace agobiante; cuando los interrogantes se hacen cada vez más con desesperación y enfrentarse al futuro se hace urgente, entonces inmigrar se convierte en el objetivo más importante de la vida.
4. Empiezas a soñar con un mundo diferente
El inmigrante es un aventurero en el mejor de los sentidos; es un auténtico soñador que abandona su hogar sin la esperanza de una tierra nueva. Hay quienes creen que ser inmigrante es tener ganas de fastidiar al próximo, quitar trabajo a los nativos, destruir sus buenas costumbres y dormir a pierna suelta como el ex ministro español, Cañete. Al inmigrante le hace falta tener aguante y valor, creer que nada es imposible si se tiene fuerza y fe (“si tu as la force et la foi, l'or est à portée de tes doigts”): fuerza para aguantar muchas tempestades y fe en la generosidad de muchos nativos que aceptan compartir sus oportunidades con los demás.
5. Nadie de los tuyos quiere verte inmigrar
La voz de tu conciencia y la voz de tus más allegados buscan cómo atarte a tu mundo de siempre; temen que lo desconocido te haga daño. Te hablan de tempestades y naufragios, del fuego, del demonio y del espejismo para que no emprendas el viaje (“il y’a des tempêtes et des naufrages; le feu, les diables et les mirages”). No creen en ti porque te ven frágil, indefenso sin su ayuda; te hablan de las cosas maravillosas que aun no has descubierto en tu tierra: hacer el amor con tu pareja, convertirte en marido y padre, pero tú sigues pensando en marcharte (“on a tant d'amour à faire, tant de bonheur à venir. Je te veux mari et père, et toi, tu rêves de partir”).
6. El cambio deja de ser una opción
Para un inmigrante, el cambio no es una opción. En su mundo todo está perdido de antemano. No puede cambiar nada en su tierra porque todo depende de dónde se nace y él no ha nacido en un pueblo de oportunidades (“ici, tout est joué d'avance et l'on n'y peut rien changer. Tout dépend de ta naissance et moi je ne suis pas bien né”).
7. Acabas inmigrando para no morir frustrado
Sólo inmigra quien teme morir frustrado, sin haber cumplido sus sueños. Y todo sabemos que el ser humano es sueño de su infancia y proyectos de sus amantes. Por eso para que el inmigrante encuentre una cierta estabilidad emocional y afectiva necesita cumplir sus sueños junto a los suyos. Como eso es una posibilidad en manos de unos pocos, el inmigrante se queda siempre a medio camino: no es de aquí ni es de allá. Pero eso no importa mucho. Lo que quiere es tener oportunidad, derechos y orgullo (“j' aurai ma chance, j'aurai mes droits, et la fierté qu'ici je n'ai pas”); puede que los suyos le pierdan si se marcha, pero lo seguro es que se perderá si no inmigra cuanto antes (“je te perdrai peut-être là-bas, mais je me perds si je reste là”). Todo será a la vez nuevo y salvaje pero más bonito de lo que se haya imaginado (“beau comme n' imagine pas”).
8. Conclusión
Uno de los fenómenos sociales mundiales de mayor actualidad es la inmigración. Mientras los dirigentes de los países del tercer mundo fomentan el éxodo con sus caprichos e incompetencia, los del primer mundo blindan sus fronteras sin temor a violar los derechos más elementales que proclaman a cuatro vientos. Quieren detener a cualquier que busque oportunidad en su tierra. Sin embargo son conscientes del envejecimiento de su población y de la necesidad de una mano de obra barata. Hace poco me comentaba alguien que venía de Barcelona que se asombró de la ausencia de los catalanes en su ciudad. Los duros trabajos en hoteles, restaurantes y bares están en manos de inmigrantes, mientras los nativos exploran sus montañas y mares. Tal vez haya algo de exageración, igual que cuando se acusan a los inmigrantes de quitar trabajo a los nativos, cuando todo el mundo sabe que ellos hacen los trabajos que rechazan los demás. Nadie se imagina esos jóvenes de extrema derecha recogiendo patatas y aceitunas en el campo, limpiando las calles de su ciudad o paseando a sus abuelos en los parques y jardines de su ciudad. Pero son muchos quienes hablan sin tener argumentos, destrozan sin tener motivos, defienden sin tener ideales, y viven sin pensar en manos de quién depositará sus sueños. Lo que parece cierto es que tras escuchar Là-bas, uno sí que se atreve a confiar en la música de Jean-Jacques Goldman.
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