Me parece que somos más de 400 trabajadores quienes nos vamos al paro. Por ahora. Porque el futuro de otros compañeros penden de un hilo. Llevábamos más de tres años atendiendo a los clientes de adsl desde el a veces ruidoso y poco discreto call center, pues de este sofisticado invento te escuchas a ti mismo, al cliente y a tus compañeros de al lado. Y desde el mismo aparato te escuchan tus jefes, los que están en la misma sala que tú y los que están a miles de kilómetros. Pero no importaba. Intentábamos seguir a rajatabla los procedimientos oficiales, y en la mayoría de las veces dejábamos a nuestros clientes satisfechos. Algunos te daban las gracias antes de colgar la llamada; otros (aunque pocos) te llamaban de todo. La empresa nos pagaba (puntualmente) para atender a todo tipo de clientes, sin perder los buenos modales. Al final, cuando ya empiezas a sintonizar con los compañeros de trabajo, con tus jefes directos y con los clientes, alguien te convoca a una reunión urgente y te entrega una carta de despido. Los días que te quedan, menos de quince, se te presentan bastante arduos. Pero somos profesionales y seremos como los violinistas de la película Titanic (así me dijo un compañero): nos hundiremos haciendo lo mejor posible nuestro curro: resolver las incidencias de adsl desde nuestro call.
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