miércoles, 19 de mayo de 2010

Manoseos en la sacristía

Los abusos sexuales de niños que estamos viendo en los medios de comunicación vuelven a cuestionar las buenas intenciones de los bienhechores. Aunque sólo los tribunales pueden confirmar la autenticidad de los relatos de las víctimas, lo cierto es que cuando una institución caritativa que tiene la obligación de velar por los indefensos viola su código de honor, uno se pregunta por quién nos salvará de nuestros salvadores.

Entiendo que el pecado de unos pocos no debería mandar al traste todo el trabajo de una institución como la iglesia, pero basta un solo sacerdote pederasta para que nos planteemos seriamente el valor de la Palabra en el templo. Yo siempre he creído que el mero hecho de ir a misa diariamente o rezar el rosario dos veces al día no revela nada sobre la bondad del ser humano. No confío en la gente por sus confesiones. Ha habido curas nazis, monjas racistas o religiosos genocidas. Hay socialistas que no saben nada del bien común y acumulan riquezas materiales como si fueran auténticos capitalistas. Y hay capitalistas que tienen sus puertas abiertas a los necesitados. Decir que uno piensa de una forma porque es de derecha o de izquierda me provoca risa. “Por sus frutos los conoceréis”, dijo Jesús.

Estos días cuando veo curas ante micrófonos intentando justificar el mal comportamiento de sus hermanos con la famosa aseveración de que “la carne es débil” siento tristeza. Alabo el perdón pero exijo rotundidad. No se debe tolerar ni el abuso de confianza, ni el abuso de autoridad. Sacerdotes que violan a sus monaguillos, carcelarios que pretenden organizar orgías sexuales en las celdas, voluntarios y educadores movidos por el sexo gratis, un promotor de santidad que crea un infierno a su alrededor. ¡Qué barbaridad! Si todo lo que se dice del fundador de los Legionarios de Cristo es cierto, el Papa debería disolver esta congregación porque en su seno se ha gestado el anticristo. Un fundador sádico y violador sólo puede ser legionario del demonio. Lamento que algunos de sus seguidores tengan que llevar el sello del engaño en su corazón y me parece bien que estén a punto de cambiar de nombre. Me imagino que aprovecharán para expulsar de su seno todo aquel que haya pervertido los valores evangélicos. Lo mismo debe hacer la jerarquía eclesiástica. Una mezcla de inmadurez afectiva y la perversión sexual ha explotado en manos ungidos para hacer el bien. ¡Qué tristeza!

1 comentario:

Pili dijo...

Dices: "Ha habido curas nazis, monjas racistas o religiosos genocidas" Desgraciadamente y para dolor y destruccción de quienes lo sufren, siguen existiendo esos monstruos. Ojalá existieran también castigos y penas contundentes y ejemplares que sirvieran para erradicar todo tipo de monstruosidad de la faz de la tierra.
También digo, querido Elíe, ¡qué tristeza!, y añado ¡qué dolor, perplejidad e impotencia! y no sigo...