martes, 8 de enero de 2013

El gobierno español quiere penalizar la hospitalidad hacia los extranjeros


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Cuando se me pregunta si los españoles son racistas suelo contestar que más que racismo lo que tienen son prejuicios, y que yo mismo tengo prejuicios hacia algunas tradiciones y costumbres de algunos pueblos. Yo que vengo de un país en el que dos etnias se desprecian mutuamente y se masacran cuando hay oportunidad, yo que he vivido in situ el racismo entre gente que comparten la misma tradición y hablan la misma lengua, puedo ser más comprensivo ante el racismo entre negros y blancos.

Personalmente pienso que todos tenemos que hacer un esfuerzo para superar prejuicios aprendidos o imaginados y basar nuestras relaciones en juicios experimentados. No obstante, afirmar que en general los españoles no son racistas no quiere decir que no haya normas racistas en España. Y muchos negros las hemos sufrido y las seguimos sufriendo. Y muchos españoles son testigos (lo cual es una esperanza para todos). Un control policial en Metro Oporto (Madrid) sólo para los negros es un control racista (a mi modo de ver), le moleste a quien le moleste. Llamar a un ser humano ilegal o sin papel es racismo, le moleste a quien le moleste. Pretender castigar penalmente a quien ayude a un inmigrante sin papeles (como pretende el  ministro Gallardón), si eso no es racismo que venga el Dios cristiano y lo vea. La Biblia dice: Al extranjero no engañarás, ni angustiarás, porque extranjeros fuisteis vosotros en la tierra de Egipto” (Éxodo, 22:21).

Necesitamos conocernos más

En el pasado colonial, el hombre blanco nunca quiso aprender nada del hombre negro, al que consideraba salvaje, sin alma, sin civilización (hasta los años 1960). Sería interesante hacer un estudio actualizado para saber si en este siglo XXI el hombre blanco ha llegado a aprender algo del hombre negro. Más interesante aún sería comprobar si el hombre negro conserva todo lo que aprendió del hombre blanco. En lo que a mí concierne, estoy desaprendiendo gran parte de lo que aprendí de los misioneros porque fue una estafa (a mi modo de entender).

Los misioneros me enseñaron un Dios en el que los suyos no creían; me enseñaron tradiciones que habían sido superadas en su país; me exhortaron a practicar la hospitalidad cuando en sus países se pretende castigar duramente al que da cobijo a un inmigrante, y sobre todo, en sus países siguen llamando ilegales a las personas sin residencia legal y casi todo el mundo lo asume y lo asimila, hasta los mismos inmigrantes (los misioneros me enseñaron que todos los seres humanos somos hermanos).

Si los misioneros españoles tuvieran conocimiento de lo que está pasando en España, debería volver urgentemente a España para enseñar el Evangelio de Jesucristo a sus hermanos. Un pueblo que castiga penalmente la hospitalidad es un pueblo en decadencia. Un pueblo que acepta que un ser humano sea tratado de ilegal porque no tiene un trozo de papel otorgado por las autoridades es un pueblo en decadencia. Naturalmente, la salvación de ese pueblo reside en la gente de buena voluntad que no cesa de estar al lado de los “oficialmente indeseables”, gente con nombres y apellidos que muchas veces son incomprendidos por sus propios familiares. Si he de adorar alguien, no me importaría adorar este tipo de personas que tienen comportamientos casi divinos.

Y son muchos. Como ya escribí en este blog, muchos inmigrantes existimos porque nuestros amigos españoles existen y luchan para que nos integremos en la sociedad española. Por eso no entiendo a los inmigrantes que no se esfuerzan para integrarse en la sociedad española y prefieran seguir aferrados a costumbres destemporales.

Ugiye iburya sazi azirya mbisi (dice un proverbio rwandés): si vas donde se come moscas, cómelas incluso si son crudas. Hay que esforzarse, incluso sacrificarse un poco, para poder integrarse en la sociedad de acogida. Yo soy consciente de que pocos occidentales se integran en las sociedades negroafricanas. Pero no se trata de imitarlos: se trata de ser consciente de que la patria no es donde uno nace sino donde intentamos realizar nuestros sueños. Si estás realizando tus sueños en España, tu patria es España. Eso no quiere decir que tengas la bandera española en el balcón, entre otras cosas porque ni los mismos españoles lo hacen. Se trata de compartir inquietudes del pueblo que amablemente te ha recibido como uno más. Ahora bien, si te niegas a creer en el mismo Dios que el Dios del que pretende penalizar la hospitalidad, cuenta con mi simpatía. La Biblia dice: Al extranjero no engañarás, ni angustiarás, porque extranjeros fuisteis vosotros en la tierra de Egipto” (Éxodo, 22:21).

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