A los siete
años el maestro me preguntó a qué etnia pertenecía y me lo tuvo que decir mi
padre (que sospecho que no debe coincidir con la de mi madre). Como en mi parroquia
ya no estaban los misioneros blancos, no fui consciente del color de mi piel
hasta que fui a la escuela secundaria y los niños de un médico inglés
(misioneros protestantes) nos perseguían llamándonos “monkey” (monos) cada vez
que nos acercábamos a la playa de nuestro precioso lago Muhazi que nuestros
misioneros consideraban propiedad privada para los blancos.
A los diecisiete
años, mi profesor de inglés que había estudiado Filología en Estados Unidos nos
mandó analizar la canción de Bob Marley
(Buffalo
soldier’s) y nos habló de la historia de los negroafricanos que fueron
comprados por árabes y europeos y
vendidos como madera. Pero la primera vez que fui consciente de mi color de
piel fue durante mi primer viaje en Metro Madrid: un solo negro entre miles de
blancos (me imagino que la misma sensación siente un blanco en una aldea negroafricana).
Durante mi
estudio sobre la “evangelización de la cultura bantú” empecé a distinguir varios
tipos de africanos: negros, árabes (principalmente en el norte de África) y
blancos (principalmente en el sur de áfrica). De allí el término
negroafricanos. Más tarde tuve buenos amigos blancos que conservo todavía y me
di cuenta que la amistad no tiene color.
Escuchando
las canciones de Céline Dion en francés descubrí que una de las letras alababa
la mezcla de las razas (les mélanges font de beaux enfants).
Entonces apareció Barack Obama, fruto de una mezcla entre un negroafricano de Kenia
y una madre blanca de Estados Unidos. Y más tarde tuve compañeros de Santo
Domingo (los popularmente conocidos como mestizos) y me quedé prendado por el
color de su piel. Maravillosa mezcla de los dioses. Había oído que “los de Santo
Domingo” desprecian a “los de Haití”, y aproveché para conocer el motivo de esa
relación poco fraternal. “Es que no son de fiar”, me contestó la compañera, con
una sonrisa de “ya sabes: rivalidades entre hermanos”. En esa época, con
agradable sorpresa me encontré con el blog de Gina Escheback (http://ginaescheback.blogspot.com.es/)
que habla de los afrocolombianos. Leyendo su blog descubrí otro de los
afroargentinos (http://africaysudiaspora.blogspot.com.es)
y heme aquí intentando conocer más la historia de los afrocolombianos y
afroargentinos. Porque quisiera seguir la exhortación de nuestro hermano Bob Marley: “Don’t forget your past”.
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