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1.-En un pueblo
manchego, durante la
Misa dominical, una madre con su hija de unos ocho años se dieron la vuelta para
darnos la mano a los que estábamos detrás. La madre y yo vimos cómo la niña se
limpiaba la mano con su blusa después de darme la mano. Ella le susurró algo al
oído. Después de la Misa las dos me buscaron para hablar conmigo. La madre me
explicó que como el rey Baltasar es teñido y que además le encanta dar la mano
a los niños para ver su cara al sentirse manchado, inconscientemente su hija
había actuado como de costumbre cuando da la mano al gracioso rey negro. En
realidad, yo que venía del infierno de Rwanda en el que hutus y tutsis habíamos
sido capaces de acabar con un millón de personas en cien días por cuestiones
fisionómicas, no prestaba mucha atención a estos detalles.
2.-Mi amigo JC
recordará seguramente la charla que nuestra inolvidable Mari (en paz descanse) solía dar a sus
amigos cuando nos veían con ella paseando por la bella Salamanca. “Vosotros sois negros. No sois de color.
Nosotros sí que somos de color. Si nos enfadamos o si nos avergonzamos de algo,
nosotros cambiamos de color, vosotros no”. Entonces Mari miraba a sus
amigos buscando su reacción, y después nos miraba a nosotros buscando nuestra
afirmación: “¡Qué bobadas! Los negros
tenéis un color bastante definido. Nosotros ni siquiera somos blancos” (y
se reía). “Lástima que no tengas una hija
para que pueda casarme con ella” (le bromeé la última vez que me encontré
con ella en la Plaza Mayor de Salamanca, días antes de su marcha. Tenía dos
varones).
3.-Sin embargo, otra
salmantina afirma (en 2013) que si tuviera un hijo negro lo abandonaría. “No soportaría tener un hijo con un negro”, recalca delante de un
negro. O la confianza da asco, o la mala educación no
tiene límite, o las ganas de ofender son insaciables. ¿Qué necesidad
tiene de amargarse la vida con ese pensamiento insano si ya fue visitada por la
menopausia desde hace tiempo? Ni el mismísimo Brad Pitt lograría preñarla.
Puesto a ofender, ofendamos todos, señora mía. Tal vez si yo tuviera una madre
como usted hubiera pedido mi propio aborto (lo digo sin ofender, igual que
usted, señora).
4.-“Si yo tuviera un
hijo gay, yo lo… bueno, me sentiría el hombre más desgraciado de la tierra”, decía un africano, ante el asombro
de los presentes. Esta afirmación la he oído también en bocas de españoles. Y
siempre me quedo preguntándome si esta gente ha conocido una desgracia en su
vida. Puedo entender perfectamente que un padre no
pueda mirar a su hija después de haber sido obligado a ver cómo los hijos de
putas la violan delante de él, como ocurrió en El Salvador o en Rwanda.
Puedo entender que una mujer tutsi entregue el fruto de la violación de la
milicia hutu a un orfanato. Tal vez esta sea una de las mayores desgracias para
una madre. Pero que un hijo querido en su concepción no sea querido por sus
tendencias sexuales, es la mayor barbaridad que un padre pueda cometer. Todo
por “el qué dirán”.
5.-¿Qué dirán si mi
hija se casa con un moro? ¿Qué dirán si mi hijo se casa con un negro? ¿Qué
dirán si mi hija me sale lesbiana? ¿Qué dirán si mi hijo nace con minusvalía?
Qué manía de transferir nuestra responsabilidad en los demás a lo sartiano (“el infierno son los otros”, escribió Jean
Paul Sartre). A veces el infierno somos nosotros mismos. No importa lo que diga
la gente; lo que importa es lo que sientes tú. Lo fundamental es el tipo de
pedagogía que hagas, como aquella madre manchega que trajo su hija para hablar
conmigo y diferenciarme del gracioso rey negro.
6.-Todos tenemos miedo
a lo desconocido. Todos tenemos prejuicios a
superar. Pero siempre hay alguien que se adelanta y nos da la mano para romper
la barrera. Los niños de una misión protestante en Rwanda vivían sin
vivir porque querían saber si la mierda de un pastor blanco es también blanca.
Manolo el carpintero me enseñaba las fotos del libro de Pilar Urbano porque
pensaba que yo no sabía leer. La Ministra italo-congoleña, Cécile Kyenge, se
doctoró en una universidad italiana pero Erminio Boso cree que como mucho puede ser una
chacha. ¿Miedo, ignorancia, prejuicio o
racismo? Tal vez un poco de todo.
7.-Estudias en una
lengua que no es tuya, en una cultura que no es tuya, con compañeros que
tuvieron más oportunidades escolares que tú, suspendes menos asignaturas que
ellos (si es que suspendes), y todavía hay quien cuestiona continuamente tu
capacidad intelectual simplemente porque eres negra. Como dice la Ministra Cécile, nos
hemos de fijar en aquellos que nos dan la mano y nos juzgan con criterios
racionales. Hemos sentirnos dichosos porque siempre hay alguien que nos ayuda a
superar nuestros miedos como nuestra añorada Mari (en Mari, veo muchos amigos
españoles que no sólo caminan con los negroafricanos sino que también confían
en ellos). Karibu es uno de los ejemplos. Hommage à vous, chers amis!
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