Los análisis sociales parecen apuntar a que el auge del “nacionalismo
racista en Occidente” es consecuencia de la crisis económica: “en caso de escasez de bienes, los primeros en acceder a
la mesa son los nativos”, argumentan. Razonamiento lógico pero
anacrónico. ¿Por qué?
Porque ya nadie duda de que vivamos
en una aldea global donde los bienes materiales y los seres humanos circulan
libremente por todos los rincones de la tierra, de Kinshasa a
New York, de Pekín a Managua, de Luanda a Lisboa (muchos portugueses que no tienen
trabajo se están marchando a Angola. Hasta hace poco eran los angoleños que
venían a Portugal buscándose la vida).
La tierra se ha convertido en una oportunidad para cualquier
ser humano, en un hogar para todos. De allí el sinsentido de los nacionalismos
exacerbados. Mi tierra no es mi nación; mi tierra es mi
aldea global, un hogar para los que están, nativos o inmigrantes.
El que nace, crece y muere en su tierra natal es, hoy por hoy, un peligro para
la salud social. Definitivamente, uno no es de donde nade sino de donde pace.
1 comentario:
El que nace, crece y muere en su tierra es un afortunado porque lo hace rodeado de todos los suyos, aunque haya veces que desee estar muy lejos de algunos de ellos, pero es una situación cómoda y tranquila, y posiblemente más o menos buena, pues nadie deja un país, a su familia, a sus amigos, sus costumbres, su lengua, en resumen, TODO, si se encuentra bien y tiene cubiertas sus necesidades básicas y las de sus seres queridos.
Pero a veces es más fácil, o el cerebro tiene las neuronas muy "escasas" y se ve al extranjero como a un intruso inferior que viene a molestar, claro si el extranjero no viene repleto de billetes y tarjetas de crédito, porque en ese caso ya no es intruso, ni inferior, y por supuesto no molesta ¡QUÉ PENA!
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