
Otro “Dossier”
que estudiamos en Ruanda se titulaba “Le
sous-développement” y analizaba el subdesarrollo en todas sus facetas,
haciendo hincapié en el subdesarrollo mental: falta de capacidad para analizar una
situación holísticamente. Debatíamos distintos textos que reflejaban
cómo los ruandeses teníamos una visión localista que nos condenaba a la
pobreza. Algunos pensaban que fuera del “País de mil colinas” no había nada
interesante. Se encerraban en la mentalidad ruandesa y se quedaban atrapados en
su propio imaginario. “Le
sous-développement” nos abrió las mentes hacia realidades de otros mundos,
y nos invitó a realizar un menú con lo mejor de cada casa. Por el eso el
gobierno favorecía la incorporación del profesorado extranjero a nuestro
sistema educativo; enviaba los alumnos con mejores expedientes a las
universidades occidentales (inevitablemente algunos alumnos eran enchufados) y
cuando volvían al país ocupaban puestos claves para sensibilizar el pueblo
desde su experiencia en el extranjero. El mismo hecho de que la programación de
la Radio gubernamental estuviera en ruandés, en francés, en inglés y en swahili
era una forma de mostrarnos que una mente abierta sobrevive mejor que una mente anclada en su
propio imaginario. Esta buena tradición lingüística se ha mantenido
con el gobierno del presidente Kagame, aunque le costó mucho superar su aversión
hacia la lengua francesa por identificarla como “lengua de los genocidas”.
Después
de la mal llamada independencia de los pueblos africanos, los padres de dicha
independencia tenían una visión africanista casi romántica que implicaba una
hermandad del pueblo negro explotado por el hombre blanco. Por eso los manuales
de lengua llevaban por título programático “Matin d'Afriques”
(despertar de África), y procuraba dar una visión unitaria de los pueblos
negroafricanos. Era la época de la filosofía de la Negritud. Pero pronto
llegaron los golpes de estado patrocinados por potencias occidentales para
dinamitar el espíritu africanista y tener argumentos para sostener que el negro
no puede gobernar su propio pueblo, y mucho menos su continente. Sutilmente,
los manuales abandonaron el título programático de “Matin d'Afriques” y se
llamaron “Ma colline” (mi colina). Mi promoción empezó con esta pedagogía
tan estúpida, y cuando tuve la oportunidad de aplicarlo a mis alumnos, me las
ingeniaba para alternarlo con algunos textos de “Matin d'Afrique”. Pero ya
habíamos caído en manos de un “sous-développement” sostenido por
gobiernos locales y bendecido por la perversión de la política internacional
occidental de dividir para vencer. Con “Ma colline” empezamos a dar
importancia a las diferencias fisionómicas. Se derogaron los contratos de los
profesores extranjeros bajo la excusa de que no conocían la realidad del país;
se nacionalizaron las empresas estratégicas, incluso se estimularon el
regionalismo. Hoy día, el continente africano está completamente fragmentado, a
merced de los bandidos que se autoproclama “padres de la nación”.
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