Yaoundé, septiembre 2017 |
Llevo
más de veinte años viviendo en España, y todavía tengo que explicar que soy
católico (poco practicante). Porque muchos españoles piensan que todos los africanos
somos musulmanes, que no tenemos estudios y que sólo podemos ser manteros y
putas. Quien piensa de esta forma, jamás nos dará la oportunidad
para acceder a un puesto de trabajo en la administración, ni nos preguntará qué
pensamos a la hora de diseñar las políticas sociales. Pensará que somos niños
grandes sin voz ni voto, y esperará que nos comportemos bien, que seamos unos negros
buenos que sólo saben decir “Sí, Bwana”.
Para quien
piensa así, todos los negros son iguales: sean campesinos, estudiantes
universitarios, médicos, ministros o presidente del gobierno.
Siempre hay que pensar por nosotros, porque al fin y al cabo, somos negros:
unos simples niños.
En 1950, Alexis Kagame (sacerdote y filósofo ruandés)
se quejaba que los occidentales intentaban solucionar los problemas de los
africanos sin tener en cuenta a los propios africanos: “On a assez longtemps pensé nos
problèmes pour nous, sans nous, et même malgré nous” (cfr: Des prêtres
noirs s’interrogent). Sesenta años después,
me temo que la situación sigue siendo igual. Los africanos están ausentes, por
ejemplo, en la política española, en la industria cinematográfica, en la administración,...
se
organizan conferencias sobre África y todos los conferenciantes son europeos. Incluso aquellas personas que trabajan voluntariamente por
los inmigrantes no están en condiciones de darles la voz. Siempre quieren
pensar en nombre de los africanos porque los consideran niños grandotes sin voz
ni voto. De mi reciente viaje con Brussels
Airlines aproveche para visionar “El médico africano”: (2016: Cfr: https://www.youtube.com/watch?v=OxFfi6ReKZQ).
Voy envejeciendo en Europa pero la mentalidad de mis vecinos a penas se
moderniza.
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