miércoles, 17 de septiembre de 2014

La teoría del elefante

Cuando todavía desconocían las habilidades de los elefantes, los cazadores africanos se asombraban al ver cómo cruzaban los pantanos sin quedarse atrapados en el fango. Veían cómo animales más pequeños como los conejos o los perros se hundían en los pantanos mientras los elefantes seguían moviendo sus voluminosos cuerpos hacia sus refugios. Con el tiempo, los cazadores africanos se dieron cuenta que los elefantes no se hundían en el fango gracias a su equilibrio a la hora de andar. Antes de levantar su pata, el elefante se asegura del equilibrio de su cuerpo de tal forma que el suelo soporta tan sólo cero kilo. Es una estrategia tan vital que el mismo elefante a penas se da cuenta de esas combinaciones de peso. Perseguido por sus enemigos, su velocidad a la hora de correr podría inducir a pensar en la inconciencia de sus movimientos. Pero esto resulta falso cuando uno se da cuenta que el elefante acorralado busca un terreno pantanoso para reírse de sus perseguidores. Sabe que es el único que domina ese terreno y contrariamente a lo que podríamos pensar, se siente seguro combinando el equilibrio de su masa corporal. Lo que llama la atención es que incluso cuando se encuentra en el terreno que mejor controla, el elefante no se enfrenta a su enemigo. No gasta sus energías haciendo lo que la misma naturaleza ha de hacer. Deja que sus enemigos se enfrenten solos a los elementos hostiles de la naturaleza.
 
La estrategia del elefante nos enseña que en momentos de dificultades hay que buscar refugios en el terreno que mejor dominamos y no malgastar energías y tiempo en batallas que otros pueden hacer por nosotros. Hay que tener en cuenta que el equilibrio del elefante sólo es efectivo si se sitúa en el terreno adecuado. Por eso saber combinar las energías positivas sólo es eficaz si estamos en un ámbito apropiado. A mi modo de ver, cada uno de nosotros debería tener localizado el rincón que más se adapta a sus necesidades, igual que hacen animales como los perros. Hace tiempo que la etología sabe que los perros no duermen en cualquier sitio. Se mueven por todos los rincones del jardín hasta encontrar las corrientes en energéticas de su gusto. El instinto de supervivencia de los animales es un recurso que los humanos deberíamos integrar en nuestra forma de vivir. Deberíamos saber en qué lugar nos sentimos a gusto, relajado, con las emociones equilibradas. Deberíamos saber en qué ámbito nos sentimos invencibles o al menos dominamos mejor la situación del entorno. Deberíamos tener un pantano al que acudir para alejarnos temporalmente de las amenazas, donde el entorno combate en nuestro lugar o a favor nuestro.

miércoles, 3 de septiembre de 2014

Las ideologías difuminadas


Actualmente contamos en España con dos partidos políticos con ideologías bien definidas: el Partido Popular que no puede cruzar la línea roja del “comunismo” y el Partido Podemos que no puede cruzar la línea roja del neocapitalismo y su casta. PSOE, IU, UPyD y demás partidos de carácter nacional navegan hacia el capitalismo pero sin rechazar del todo algunas ideas comunistas que siguen gozando de una buena acogida en la clase trabajadora. En los últimos años,  el PSOE ha elaborado un menú ideológico que no pasaba por el paladar de sus militantes. Tantos pactos con el PP crearon confusión en el electorado socialista, prefiriendo abrazar otras formaciones políticas que parecían tener las cosas muy claras. Afortunadamente para el PSOE, la nueva dirección socialista ha limitado sus flirteos con los populares tanto en Madrid como en Bruselas, y parece estar rediseñando una ideología socialista propia de nuestros tiempos.
 
Pedro Sánchez se propuso trabajar más en la calle al lado de los militantes, y según los medios de comunicación, lo está consiguiendo. Ciertamente ya no era tolerable votar un diputado desconocido por su agrupación, rellenar las listas electorales de afines y amiguetes aunque no pudieran convencer ni a un solo votante, en definitivas, diputados colocados a dedo sin méritos electorales. ¿Qué es eso de barón? Barón será quién haya ganado las elecciones en su comunidad autónoma. ¿Qué es eso de demócrata? Demócrata será quien haya ganado las primarias. No buscamos graciosos ante los micrófonos, ni muermos en los mítines, ni defensores de gestores ineptos. Si se habla de tantas malversaciones de fondos en Andalucía, ningún dirigente socialista debería sentirse orgulloso de los gestores de aquellos tiempos, porque aunque no sean corruptos, francamente no supieron gestionar bien “la cosa pública”. Entiendo que algunos deberían pedir disculpas públicamente por su mala gestión en la comunidad que ha sido siempre gobernada por los socialistas. Aunque una mala gestión no equivale a responsabilidad penal, el PSOE no puede permitirse el lujo de contemplar pasivamente los escándalos millonarios en Andalucía. Tolerancia cero hacia la mala gestión de los recursos públicos.

viernes, 22 de agosto de 2014

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lunes, 18 de agosto de 2014

El término “subsahariano”

Los medios de comunicación, los políticos de cualquier color ideológico, voluntarios y activistas de derechos humanos, incluso yo mismo, todos utilizamos comúnmente el término “subsahariano” para referirnos a los negros que viven debajo del desierto de Sahara (es decir, todos los países africanos a excepción de Marruecos, Argelia, Túnez, Libia, Egipto y parte de Sudán).
 
Después de leer algunos trabajos sobre el término “subsahariano”, desaconsejamos su uso y proponemos sustituirlo por “negroafricano” o simplemente “africano”. Quien quiera profundizar sobre este tema puede leer los siguientes trabajos: “Racismo y pensamiento moderno: el ejemplo de la invención de los camitas y de los subsaharianos” (Joan Manuel Cabezas López, Doctor en Antropología Social) y “¿Qué es esto de África subsahariana” (Herbert Ekwe-Ekwe, politólogo e historiador).
 
1.-Desaconsejamos el uso del término “subsahariano”  porque es ininteligible. Según la RAE, el término “subsahariano” se refiere a la parte de África situada al sur del Sahara. La misma RAE aclara que el significado propio de “sub-” es “bajo o debajo de” (ej. subsuelo), pero también puede indicar “inferioridad, acción secundaria, atenuación, disminución” (ej. subdelegado). Ahora bien, quienes pretenden que “Sahara” sea el baremo del continente africano se olvidan que los habitantes del Sahara son saharauis, por lo que quienes viven debajo del Sahara deberían llamarse “sud-saharauis” (igual que hablamos de sudafricanos y no “sub-africanos”), y quienes viven por encima del Sahara deberían llamarse, siguiendo la misma lógica, “supra-saharianos” (en contraposición de “sub-saharianos”) o simplemente “nor-saharauis”. Obviamente todo el mundo sabe que quienes viven por encima del Sahara son árabes (ni nor-saharauis, ni nor-saharianos ni supra-saharianos). ¿Por qué, entonces, siendo Sahara una pequeña parte de África sirve para nombrar a todo el resto, olvidando que hay otro desierto que abarca Namibia, Botsuana y Sudáfrica (el desierto de Kalahari)? Recordemos que el desierto de Sahara afecta Argelia, Chad, Egipto, Libia, Marruecos, Mauritania, Mali, Níger, Sudán y Túnez.
 
2.-Desaconsejamos el uso del término “subsahariano” porque no puede aplicarse a los negros de África. De hecho, Sudáfrica no fue considerado “subsahariano” hasta que los negros no llegaron al poder. José Manuel Cabezas afirma que “desde el punto de vista cultural, e incluso racial, el Sahara nunca ha ejercido de muro, sino de puente”. En sí solo, Sahara no puede ser un espacio geográfico que divide el continente africano en dos: África de los negros y África de los casi-blancos (árabes). Además el concepto “árabe” no se contrapone al concepto “negro” sino más bien a concepto como “bantú” o “igbo”. De hecho existen varios grupos étnicos negros a lo largo del desierto de Sahara; también existen grupos de piel negra en Chad, en Marruecos, en el norte de Argelia, en el centro y sur de Túnez, en Libia y en el valle de Nilo. Por supuesto que comunidades de tuareg de aspecto físico blanco habitan en los llamados “países subsaharianos” como Burkina Faso, Níger y Mali, y hay población blanca en Sudáfrica (más de 4 millones), en Zimbabue y Mozambique.
 
3.-Desaconsejamos el uso del término “subsahariano” porque es una imposición europea para designar a países africanos no gobernados por árabes. Este término no responde a una clasificación basada ni en divisiones políticas ni en divisiones geográficas, ni en divisiones raciales. Herbert Ekwe-Ekwe afirma que la terminología “África subsahariana” es una “señal geopolítica racista y quienes la emplean desean representar, una y otra vez, el imaginario de la desolación, la aridez y la desesperanza del entorno desértico. Esto, a pesar de que la gran mayoría de los mil millones de africanos no viven en ningún lugar cercano al Sahara, ni sus vidas se ven afectadas por el impacto implícito de este dogma”.
 
4.-Desaconsejamos el uso del término “subsahariano” porque no es políticamente correcto. Los llamados “subsaharianos” que arriban a las playas mediterráneas se autoidentifican como negros o simplemente como africanos. En nuestro lenguaje cotidiano, el prefijo sub- remite a “nivel inferior”, y el término “subsahariano” es un eufemismo con un sentido degradante y peyorativo. Según Joan Manuel Cabezas López, “la invención de identidades y, lo que es mucho peor, su imposición, ha sido una constante en la etnocida y racista trayectoria histórica de Occidente”. La etiqueta “subsahariano” se inscribe en “un discurso racista que aboga por la simplificación y el repudio ante la enorme diversidad de unas culturas que son vistas como meras excrecencias de un arcaísmo terminal, en vez de cómo lo que son: manifestaciones específicas, etnosistemas plurales de una realidad caleidoscópica de la cual todos formamos parte”. Recordemos que hablamos de un continente de unos 30 millones de km2 -casi 61 veces mayor que España, más de mil millones de habitantes (en 2013), dos mil culturas, más de mil lenguas y más de 50 Estados "soberanos".
 
5.-Desaconsejamos el uso del término “subsahariano” porque no conozco a ningún africano que se presente diciendo algo así como “soy subsahariano”. Más bien nos solemos identificar como africano tout court, no siendo necesario destacar el color de la piel que, afortunadamente, salta a la vista. Probablemente en el imaginario cotidiano, el término “subsahariano” equivale a “negro”, o, en el mejor de los casos, a “quienes viven debajo del Sahara”. Pues bien, para evitar eufemismos y rodeos sin sentido, utilicemos términos que reflejan la verdadera identidad como “africanos” o “negroafricanos” (si es que queremos destacar el color de la piel). Si a mí me provocaría risa presentarme ante alguien como que “soy subsahariano”, la ridiculez del término “subsahariano” es claramente evidente y lo único que pretende es difuminar nuestra identidad negroafricana, como si fuera un delito nacer negro o vivir en África, ya sin recordar las investigaciones arqueológicas que sostienen que el ser humano procede de África.

sábado, 16 de agosto de 2014

No me llames subsahariano, llámame africano o negroafricano

El continente negroafricano ha sido, desgraciadamente, presentado como sinónimo de hambre, guerras fratricidas, salvajismo, Sida o paisajes exóticos con una multitud de animales y de árboles sin especificar; la famosa África del tamtam y del baile graciosamente frenético. Sin embargo, hablamos de un continente de unos 30 millones de km2 -casi 61 veces mayor que España, más de mil millones de habitantes (en 2013), dos mil culturas, más de mil lenguas y más de 50 Estados "soberanos". Visto así, es inevitable afirmar que África es tan grande y tan distinta que pretender conocerla no basta un par de fotos y unos cuantos reportajes.
 
Son muchos los intentos para comprender la situación socioeconómica de África. Algunos creen ver en esta situación una especie de destino inevitable, ya que incluso geográficamente África tiene forma de interrogante. África comenzó mal (DUMONT, R., L’Afrique noire est mal partie, Le Seuil 1963), está estrangulada (DUMONT, R.-MOTTIN, M. F., L’Afrique étranglée, Le Seuil 1980), está muy enferma (DIAKITE, T., L’Afrique malade d’elle-même, Karthala 1986) y está estancada (GIRI, J., L’Afrique en panne, Karthala 1986). Aquellos que siguen habitualmente las publicaciones sobre África saben que los gritos de los negroafricanos son clamorosos (ELA, J. M., El grito del hombre africano. Cuestiones dirigidas a los cristianos y a las iglesias de África, Verbo Divino 1998). Ya en 1957 los sacerdotes africanos se hicieron muchos interrogantes acerca de su pueblo (AA. VV., Des prêtres noirs s’interrogent, Cerf, 1957) y desgraciadamente nadie puede, a fecha de hoy, asegurar si el continente africano va a desaparecer pronto (KÄ MANA, L’afrique va-t-elle mourir?, Karthala 1993), o si es Dios quien se ha ido a morir en África (MOTOGO, Dieu peut-il mourir en Afrique?, Karthala 1997). Lo cierto es que los pueblos negroafricanos se encuentran atrapados en un callejón sin salida. Por eso los interrogantes se hacen cada vez con más dramatismo. Da la sensación de que al final de cada reflexión acerca de África es necesario hacerse una pregunta: África, ¿por qué? (libro publicado por González Calvo en Mundo Negro, Madrid 2003).

Los medios de comunicación, los políticos de cualquier color ideológico, voluntarios y activistas de derechos humanos, incluso yo mismo, todos utilizamos comúnmente el término “subsahariano” para referirnos a los negros que viven debajo del desierto de Sahara (es decir, todos los países africanos a excepción de Marruecos, Argelia, Túnez, Libia, Egipto y parte de Sudán).
 
Después de leer algunos trabajos sobre el término “subsahariano”, desaconsejamos su uso y proponemos sustituirlo por “negroafricano” o simplemente “africano”. Quien quiera profundizar sobre este tema puede leer los siguientes trabajos: “Racismo y pensamiento moderno: el ejemplo de la invención de los camitas y de los subsaharianos” (Joan Manuel Cabezas López, Doctor en Antropología Social) y “¿Qué es esto de África subsahariana” (Herbert Ekwe-Ekwe, politólogo e historiador).
 
1.-Desaconsejamos el uso del término “subsahariano”  porque es ininteligible. Según la RAE, el término “subsahariano” se refiere a la parte de África situada al sur del Sahara. La misma RAE aclara que el significado propio de “sub-” es “bajo o debajo de” (ej. subsuelo), pero también puede indicar “inferioridad, acción secundaria, atenuación, disminución” (ej. subdelegado). Ahora bien, quienes pretenden que “Sahara” sea el baremo del continente africano se olvidan que los habitantes del Sahara son saharauis, por lo que quienes viven debajo del Sahara deberían llamarse “sud-saharauis” (igual que hablamos de sudafricanos y no “sub-africanos”), y quienes viven por encima del Sahara deberían llamarse, siguiendo la misma lógica, “supra-saharianos” (en contraposición de “sub-saharianos”) o simplemente “nor-saharauis”. Obviamente todo el mundo sabe que quienes viven por encima del Sahara son árabes (ni nor-saharauis, ni nor-saharianos ni supra-saharianos). ¿Por qué, entonces, siendo Sahara una pequeña parte de África sirve para nombrar a todo el resto, olvidando que hay otro desierto que abarca Namibia, Botsuana y Sudáfrica (el desierto de Kalahari)? Recordemos que el desierto de Sahara afecta Argelia, Chad, Egipto, Libia, Marruecos, Mauritania, Mali, Níger, Sudán y Túnez.
2.-Desaconsejamos el uso del término “subsahariano” porque no puede aplicarse a los negros de África. De hecho, Sudáfrica no fue considerado “subsahariano” hasta que los negros no llegaron al poder. José Manuel Cabezas afirma que “desde el punto de vista cultural, e incluso racial, el Sahara nunca ha ejercido de muro, sino de puente”. En sí solo, Sahara no puede ser un espacio geográfico que divide el continente africano en dos: África de los negros y África de los casi-blancos (árabes). Además el concepto “árabe” no se contrapone al concepto “negro” sino más bien a concepto como “bantú”. De hecho existen varios grupos étnicos negros a lo largo del desierto de Sahara; también existen grupos de piel negra en Marruecos, en el norte de Argelia, en el centro y sur de Túnez, en Libia y en el valle de Nilo. Por supuesto que comunidades de tuareg de aspecto físico blanco habitan en los llamados “países subsaharianos” como Burkina Faso, Níger y Mali.
3.-Desaconsejamos el uso del término “subsahariano” porque es una imposición europea para designar a países africanos no gobernados por árabes. Este término no responde a una clasificación basada ni en divisiones políticas ni en divisiones geográficas. Herbert Ekwe-Ekwe afirma que el África subsahariana “es una señal geopolítica racista y quienes la emplean desean representar, una y otra vez, el imaginario de la desolación, la aridez y la desesperanza del entorno desértico. Esto, a pesar de que la gran mayoría de los mil millones de africanos no viven en ningún lugar cercano al Sahara, ni sus vidas se ven afectadas por el impacto implícito de este dogma”.
4.-Desaconsejamos el uso del término “subsahariano” porque no es políticamente correcto. Los llamados “subsaharianos” que arriban a las playas mediterráneas se autoidentifican como negros o simplemente como africanos. En nuestro lenguaje cotidiano, el prefijo sub- remite a “nivel inferior”, y el término “subsahariano” es un eufemismo con un sentido degradante y peyorativo. Según Joan Manuel Cabezas López, “la invención de identidades y, lo que es mucho peor, su imposición, ha sido una constante en la etnocida y racista trayectoria histórica de Occidente”. La etiqueta “subsahariano” se inscribe en “un discurso racista que aboga por la simplificación y el repudio ante la enorme diversidad de unas culturas que son vistas como meras excrecencias de un arcaísmo terminal, en vez de cómo lo que son: manifestaciones específicas, etnosistemas plurales de una realidad caleidoscópica de la cual todos formamos parte”.
5.-Desaconsejamos el uso del término “subsahariano” porque no conocemos a ningún africano que se presente diciendo algo así como “soy subsahariano”. Más bien nos solemos identificar como africano tout court, no siendo necesario destacar el color de la piel que, afortunadamente, salta a la vista. Probablemente en el imaginario cotidiano, el término “subsahariano” equivale a “negro”, o, en el mejor de los casos, a “quienes viven debajo del Sahara”. Pues bien, para evitar eufemismos y rodeos sin sentido, utilicemos términos que reflejan la verdadera identidad como “africanos” o “negroafricanos” (si es que queremos destacar el color de la piel). Si a mí me provocaría risa presentarme ante alguien como que “soy subsahariano”, la ridiculez del término “subsahariano” es claramente evidente y lo único que pretende es difuminar nuestra identidad negroafricana, como si fuera un delito nacer negro, ya sin recordar las investigaciones arqueológicas que sostienen que el ser humano procede de África.