domingo, 17 de mayo de 2009

Antonio Vega

Viendo los homenajes que ha recibido este “chico triste y solitario” nadie puede poner en duda su creatividad en el ámbito de la música. Con sus canciones románticas, intimistas y existencialistas, Antonio Vega puso música a los sentimientos de toda una generación española que acababa de salir desencantada de una dictadura y caminaba hacia lo desconocido. Por si acaso, había que vivir al día y aprovechar al máximo los momentos del placer, aunque sólo fueran puntuales. La generación de los ochenta, con su movida madrileña, tenía prisa para vivir y para morir. Muchos bebieron de la copa de la vida con tanta intensidad que al final se quedaron exhaustos antes de tiempo. Preguntado como visualizaba su funeral, Antonio Vega contestó que se veía montado en una motocicleta y atravesando a toda pastilla las calles madrileñas que llevan al cementerio. Tenía prisa para vivir y para marcharse. Tal vez por eso probó suerte en experiencias de vértigo. Supongo que aquellos que lograron aceptar que la copa de la vida contiene dulzura y amargura y aceptaron trabajar de día y descansar de noche cantan ahora “sin prisas” (Sabina). En los años ochenta la música reflejaba la vida de muchos. Hoy por hoy la música esconde fuertes intereses económicos camuflados en el deber de proteger la propiedad intelectual. En cualquier caso, que el “chico triste y solitario” de la ciudad siga teniendo sitio en nuestra memoria. ¡Descanse en paz!

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ni triste ni solitario. Alegre y lleno de ganas de vivir. Nunca estuvo solo.

Elie Ayurugali dijo...

un saludo