domingo, 10 de mayo de 2009

Caminar en el túnel

¿Cómo acompañar a alguien con dificultades?

El camino de la sabiduría vital no es ninguna novedad. Las prácticas psicológicas en tiempos de depresión o de pérdida del gusto por la vida siguen el camino que la sabiduría popular y las reflexiones filosóficas y teológicas fueron trazando durante mucho tiempo. Sócrates instaba a sus discípulos a conocerse a si mismo si querían caminar por la senda de la verdad; los psiquiatras nos ayudan a realizar el camino interior desde el diván con el fin de centrarnos en nuestros objetivos vitales. Los grandes padres espirituales de la Iglesia sabían acompañar a sus discípulos en el camino del encuentro con el Redentor; los profesionales de la psicología nos acompañan para centrar nuestras preocupaciones en lo más importante. Voy a compartir con los navegantes una reflexión sobre cómo acompañar a una persona que está perdiendo el gusto por la vida. Primero facilitaré un texto para pensar (o meditar) y después ofreceré pautas de comprensión. Supongo que al ser un texto largo, sólo unos pocos seguirán su lectura hasta el final. Lo entiendo.



1. Los discípulos de Emaús (Lc 24, 13-35).

“13 Aquel mismo día iban dos de ellos a un pueblo llamado Emaús, que dista sesenta estadios de Jerusalén, 14 y conversaban entre sí sobre todo lo que había pasado. 15 Mientras conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó a ellos y caminó a su lado; 16 pero sus ojos estaban como incapacitados para reconocerle. 17 Él les dijo: «¿De qué discutís por el camino?» Ellos se pararon con aire entristecido.
18 Uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió: «¿Eres tú el único residente en Jerusalén que no sabe las cosas que han pasado allí éstos días?» 19 Él les dijo: «¿Qué cosas?» Ellos le dijeron: «Lo de Jesús el Nazoreo, que fue un profeta poderoso en obras y palabras delante de Dios y de todo el pueblo; 20 cómo nuestros sumos sacerdotes y magistrados le condenaron a muerte y le crucificaron.21 Nosotros esperábamos que sería él el que iba a librar a Israel; pero, con todas estas cosas, llevamos ya tres días desde que esto pasó. 22 El caso es que algunas mujeres de las nuestras nos han sobresaltado, porque fueron de madrugada al sepulcro 23 y, al no hallar su cuerpo, vinieron diciendo que incluso habían visto una aparición de ángeles que decían que él vivía. 24 Fueron también algunos de los nuestros al sepulcro y lo hallaron tal como las mujeres habían dicho, pero a él no le vieron.»
25 Él les dijo: «¡Oh insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que dijeron los profetas! 26 ¿No era necesario que el Cristo padeciera eso para entrar así en su gloria?» 27 Y, empezando por Moisés y continuando por todos los profetas, les explicó lo que había sobre él en todas las Escrituras.
28 Al acercarse al pueblo a donde iban, él hizo ademán de seguir adelante.29 Pero ellos le rogaron insistentemente: «Quédate con nosotros, porque atardece y el día ya ha declinado.» Entró, pues, y se quedó con ellos. 30 Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. 31 Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron, pero él desapareció de su vista.32 Se dijeron uno a otro: «¿No estaba ardiendo nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?»
33 Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén y encontraron reunidos a los Once y a los que estaban con ellos, 34 que decían: «¡Es verdad! ¡El Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón!» 35 Ellos, por su parte, contaron lo que había pasado en el camino y cómo le habían conocido al partir el pan”.


2. Jesús y los discípulos de Emaús

En el evangelio de San Lucas (Lc 24, 13-35) encontramos una historia de dos discípulos que se marchan de Jerusalén a Emaús, tristes y decepcionados por lo que habían vivido durante la pasión y la muerte de Jesús en la ciudad santa. Meses antes habían dejado todo para seguirle pensando que él atraería la salvación al pueblo. Esperaban ansiosamente su resurrección, pero ya van tres días y sólo pueden confirmar que su cuerpo ha desaparecido. Creyendo que todo se había acabado, decidieron volver a sus hogares. En el camino de vuelta a casa, misteriosamente se les unió un forastero que fue conversando con ellos acerca de lo que los profetas escribieron sobre ese Mesías crucificado. Cuando llegaron a su destino, los dos discípulos le rogaron hospedarse en su casa porque era ya de noche. El forastero se quedó con ellos y en el momento de la cena reveló su identidad y desapareció ante su asombro. Aunque era ya de noche, los dos discípulos se levantaron de la mesa y volvieron a Jerusalén para anunciar lo que acababan de experimentar.

La historia de los discípulos de Emaús es una historia pedagógica que intenta responder a la pregunta de cómo acompañar a una persona que acaba de perder la fe en alguien o en algo. Los discípulos de Emaús, después de asistir a la muerte de Jesús, su Salvador y no ser testigos de su resurrección se marchan decepcionados de Jerusalén. Se sienten desengañados, frustrados, quemados. Por eso aparece Jesús para consolarlos, animarlos y enviarlos a la misión. Veamos el procedimiento pedagógico que San Lucas utiliza para enseñarnos cómo aconsejar y acompañar a alguien que acaba de perder el gusto por la vida.

3. Primer paso: caminar
(Lc 24, 13-16): los discípulos iban caminando y Jesús se puso a caminar con ellos. Está claro que no hay posibilidad de superar un estado sin ponerse a andar. Si no te pones a caminar, nadie se une a tu camino porque las batallas perdidas no son atractivas para nadie. Cuando uno se pone a caminar, tarde o temprano encuentra el camino. O al menos cruzaron alguien que le ayuda a encontrar el camino. Por lo tanto, es necesario ponernos en camino para que tengamos posibilidad de encontrar respuestas a preguntas que nos impiden ver el horizonte con claridad. Los místicos hablarían de la necesidad de tener una experiencia del éxodo, como la tuvo el pueblo de Israel en Egipto. Ciertamente, sin una experiencia de éxodo no hay experiencia de liberación; sin la muerte no hay salvación; sin sacrificio no hay éxito. Si queremos salir de nuestra situación de crisis tenemos que aceptar que el sacrificio forma parte del camino del éxito, y sobre todo tenemos que ser conscientes de que la rendición o tirar la toalla es el certificado de la caducidad.

4. Segundo paso: contar
(Lc 24, 17-24): Jesús pregunta por la conversación de los discípulos entristecidos. Y los deja hablar y desahogarse. Es el mismo necesitado quien tiene que ir poniendo nombre a sus frustraciones. Como nadie es capaz de adivinar lo que nos está pasando, si no lo contamos nunca lo sabrá ni tendrá posibilidad de ayudarnos a ordenar nuestras experiencias. Quien necesita ser aconsejado tiene que contar lo que le está pasando. Lo importante no es la claridad de sus relatos sino su autenticidad. Se trata de contar la realidad de sus experiencias sin maquillarla. La tendencia habitual suele ser intentar esconder algunas vivencias que creemos no van a gustar a nuestro interlocutor, pero casi siempre el centro de la gravedad suele estar en lo que tendemos a callar. Cuando contamos nuestras vivencias nos damos cuenta que no está hecha sólo de fracasos sino también de éxito. Conocer nuestra historia es descubrir sus riquezas y pobrezas, descubrir las carencias y qué tipo de soluciones necesitan, descubrir lo que podemos ofrecer a los demás y lo que esperamos de los demás. Desahogarse es un estadio muy importante en la vida de cada uno de nosotros. Quien quiera acompañar a alguien tendrá que escuchar previamente sus fracasos y esperanzas. Sin este paso previo, lo más seguro es que construya su propio castillo en un terreno que no es suyo, condenándose al trabajo inútil y sin esperanza. Hay que dejar a los demás a que hablen de sus cosas, de sus fracasos y esperanzas y a partir de sus reservas vitales trazar un camino de posibles.

5. Tercer paso: concretar
(Lc 24, 25-27): vivimos en un mundo aprisado en el que es muy difícil contar con calma nuestras vivencias. Incluso cuando logramos que alguien nos escuche, aparecen muchas circunstancias que provocan ruido a nuestro alrededor. En esta historia de Emaús el camino y el atardecer favorecen la escucha activa. Una vez que los discípulos han terminado de contar sus vivencias interviene Jesús para concretar y ordenar los hechos. Llamándoles insensatos deja muy claro que él sabe lo que dice. De hecho lo demuestra cuando ofrece las claves para entender lo que ha pasado. Les explica lo que dice la Sagrada Escritura y lo que predijeron los profetas. La confusión de los discípulos es tal que a pesar de las claras explicaciones de Jesús no entienden nada. Pero ya no hay tiempo para que él siga centrando sus experiencias porque están llegando a su destino. A veces cuando el mensaje no llega con claridad hay que tomar un descanso para volver a reflexionar sobre todo el procedimiento. Por eso Jesús no insiste con pesadez sobre sus explicaciones. De hecho se dispone a despedirse de ellos cuando le invitan a hospedarse en su casa porque la noche está cayendo sobre la ciudad.

6. Cuarto paso: comer
(Lc 24, 28-32): hay que invitar a nuestro acompañante para que se deje sentir uno de entre nosotros, forme parte de nuestro destino y celebre con nosotros nuestros éxitos y fracasos. Si no le invitamos seguirá adelante y perderemos nuestra oportunidad. A veces cuando uno se siente deprimido o desorientado tiende a autoaislarse, se adentra en un callejón sin salida y vive de la autocompasión en su castillo blindado. No se da cuenta que si sigue cerrando sus puertas, tarde o temprano la gente se cansará de esperar a que les abra y se irá con la música a otras partes. Esto es lógico porque no es el acompañante el que necesita ser acompañado. Hay quienes creen que el mundo está en deuda con ellos y espera todo de todo el mundo a cambio de nada. Pero el camino del egoísmo, igual que el de la mentira, está condenado al fracaso. Alguien dijo que para todas las generaciones confundidas, el primer criterio es el bienestar del yo. Pero si realmente queremos que el bien revierta en nuestro destino tenemos que ser generosos con los demás y tener la invitación siempre preparada, incluso para los forasteros. Aunque parezca mentira, la generosidad genera regeneración. Cuando los discípulos de Emaús comparten el pan con Jesús se les abren los ojos y le reconocen. Desaparecen el miedo, la tristeza y las frustraciones. Cuando experimentas un encuentro creativo se te abren un abanico de los posibles y empiezas a consentir los sueños que antaño ahuyentabas con tu pesimismo.

7. Quinto paso: compartir
(Lc 24, 33-35): curados por la fuerza de Jesús, los discípulos se encuentran en condiciones de volver a Jerusalén y contar lo que ha sucedido. Es la misión. Están ansiosos de anunciar a sus compañeros que Jesús está vivo y que no hay motivos de desesperanza. Curiosamente cuando llegan a Jerusalén descubren que sus compañeros ya han tenido la visita de Jesús. Tanto los que habían abandonado la comunidad como aquellos que se quedaron comparten gozosamente la buena noticia. No hay rencor entre ellos. Los antiguos desertores son reintegrados otra vez porque han descubierto el motor de sus vidas y se dan cuenta que la crisis crea oportunidad de superación y nos enseñan que el camino de la humanidad es una cadena de solidaridad. Cuando se levantan los caídos reciben la misión de cuidar a los demás. Por eso decíamos que el egoísmo resta fuerza al proyecto común y no es nada creativo. Es de bien nacido ser agradecido. Cuando el enfermo recupera fuerza no se marcha a atender sus asuntos: se dispone para cuidar a quienes están peor que él. El soldado que se recupera de las heridas no se va a emborracharse: limpia su arma y se une a los compañeros en el campo de batalla. Muchas veces se nos olvida que nos debemos a los demás, desde que nacemos hasta que morimos. Si rompemos esta cadena de solidaridad nos estaremos condenando al camino solitario y estaremos condenando a nuestros compañeros al fracaso. La alegría o el éxito que no se celebra en comunidad es una desgracia. Por eso los discípulos de Emaús vuelven a Jerusalén para compartir su alegría. Saben que el optimismo infunde optimismo, que los demás necesitan a veces oír que los sueños se cumplen para que sigan soñando.

8. Conclusión
El poeta dijo que se hace el camino al andar. Caminar es abrirse a nuevas presencias regeneradoras y a nuevas propuestas creativas. Vivir es ensayar continuamente caminos y formas nuevas, tantear las distintas posibilidades que luego pueden abocar al fracaso o al éxito. Como dijimos, el éxito y el fracaso son las dos caras de una misma moneda. Es evidente, pues, que el éxito lleva consigo una gran dosis de riesgo y sacrificio. Cuando el empresario invierte en un proyecto es consciente de que lo mismo que puede tener interés también puede perderlo todo. Pero si no invierte nada nunca lo sabrá. Lo prudente es equilibrar inversiones y ahorros, por si acaso, y creer que el viento debe y puede ir a nuestro favor.

1 comentario:

Pili dijo...

AL leerte me he acordado de otra carta que me han escrito hoy. No puedo ponerla aquí porque tiene una foto y carta y foto van las dos cosas unidas como si fuera todo una fotografía, así que te la mando al correo como un archivo adjunto.
Muchísima suerte en la vida y disfruta de ella todo lo que puedas.