viernes, 4 de junio de 2010

“La flotilla de la Libertad”

Oigo los defensores de las actividades militares de Israel echando argumentando que los palestinos quieren alojarlos al mar. Pero yo creo que aunque quisieran no podrían porque Israel es uno de los países más armados del mundo, con su bomba atómica y otros tipos de armas que reciben continuamente de la administración norteamericana. Entiendo que el trauma del holocausto sigue y seguirá presente en el corazón judío, pero me parece una insensatez echar mano al genocidio para perseguir a aquel que no piensa como ellos, cuando sus ascendientes fueron víctimas de la misma ideología en Alemania. Los judíos murieron en los campos de concentración alemán; no creo que los palestinos asfixiados en los campamentos de refugiados por el todo poderoso ejército israelí niegue el sufrimiento de los judíos en Alemania, pero también quisieran que se reconocieran, una vez por siempre, su sufrimiento.

La historia confirma que la injusticia genera injusticia, que de la venganza nace odio, y que nadie es capaz de arrasar todo un pueblo. Ha habido muchos genocidios a lo largo de la historia y se sabe que por muchos muertos que provocaron no terminaron con sus víctimas. Siempre hay supervivientes, siempre hay esperanza, después de la lluvia sale el sol. Por tanto, las acciones militares israelíes son contraproducentes. Un pueblo supuestamente elegido por Dios debería dar ejemplo de la bondad de ese Dios. Lo que ocurre es que la imagen del Dios del Antiguo Testamento es de un ser vengativo, justiciero, celoso, “éticamente malo”, un Dios que entrega a su hijo para que lo maten (aunque tres días después lo resucite).

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