ZP acaba de anunciar que la reforma laboral será aprobada en el consejo de ministros del próximo 16 de junio. Por fin se le agota la paciencia. Hace tiempo que los demás dábamos por imposible el acuerdo consensuado entre sindicatos y empresarios. ¿Por qué? Porque una reforma laboral en tiempo de crisis económica agrava necesariamente la precariedad laboral. Era casi una pesadilla para los sindicatos firmar un acuerdo que elimina los pocos privilegios que les quedaban a los trabajadores. Por eso siguieron mareando la perdiz estratégicamente, vendiéndonos que estaban negociando. En cuanto a los empresarios, ¿para qué van a firmar un acuerdo que les vaya a enfrentar con los trabajadores, sabiendo que tarde o temprano el gobierno lo hará por ellos? Así que, una vez más, ZP pone la cara para que se la rompan sindicatos y patronal, ya que el acuerdo que apruebe no gustará a ninguno de los dos, no por el fondo, sino por estrategia sindical y patronal. Al final uno se pregunta para qué existen tantos parásitos si de todas formas el único que carga con el muerto es el gobierno.
Todo el mundo da por hecho que habrá huelga general (para quienes tengan trabajo). Todo el mundo da por hecho que el decreto de reforma aboral será impopular para los socialistas y favorecerá a los populares. Mariano se flota las manos. Por fin está a punto de mudarse a La Moncloa, siempre cuando no cometa muchos errores. La euforia de quien encuentra agua en el desierto puede cegarle los ojos, y entre tantas emociones encontrarse atrapado en sus propias afirmaciones. Yo que vengo siguiendo a Mariano y a ZP en los medios de comunicación, ambos se contradicen por igual. La diferencia es las promesas de un gobernante pesan más que las elucubraciones de alguien que está en la oposición. Si ZP logra comunicar bien el motivo de sus decisiones, tal vez no tenga que dejar La Moncloa por la puerta de atrás. Tiene casi dos años para mejorar su comunicación con los ciudadanos, y no hay nada imposible.
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