No huele a incienso, sino más bien a humo de tabaco por los dos ceniceros que están en la entrada del templo. Los bancos son muy simples pero limpios. La feligresa es parecida a la que encontramos en cualquier parroquia: mayoritariamente mujeres de avanzada edad. El cura no lleva “el ornamento sacerdotal”. Una cruz dirige la asamblea. El altar es una mesa con un mantel simple. Una cesta de pan con dos vasos de vino van a servir para compartir el cuerpo y la sangre de Cristo. Con tan sólo la Biblia, el cura celebra la misa. La única lectura corresponde al evangelio correspondiente y la lee una señora. La homilía es una tertulia acerca del evangelio. Intervienen los presentes, se piden aclaraciones unos a otros. Analizan los acontecimientos de la semana pasada y preparan las actividades de la semana entrante. Interrumpe una cría de un murciélago que se da un paseo en el interior del templo, con los correspondientes gritos de susto, hasta que un muchacho le da caza y la saca fuera.
Esta semana durmieron en este templo varios rumanos desalojados por la comunidad de Madrid. El cura dice que la casa del Señor es de todos. Aclara que no es un sitio ideal para vivir porque no reúne condiciones, pero asegura que es mejor que la calle. Dice que los gitanos rumanos fueron desalojados a punta de metralletas, que un niño hizo un gesto de disparar con una mano y un policía reaccionó apuntándole con la metralleta. Después de varias intervenciones, nos cogemos de la mano, recitamos en el Padrenuestro y siguió la consagración. Después de la comunión, el cura nos invitó a subir al primer piso para compartir la paella.
Yo tenía noticias de estos curas humanos. Tenía ganas de conocer su labor. Una amiga me invitó a ir. Coincidió con la visita del Papa en Barcelona. Durante la ceremonia cantamos “Mano Negra” de Manu Chao. Me pregunto si los que estaban en la Sagrada Familia de Barcelona y nosotros creemos en un mismo Dios. Pienso que parte de la pasta que se ha gastado en la visita del Papa podría haber ayudado para buscar alojamiento para los rumanos desalojados. Alguien comentó que la Comunidad de Madrid ofreció albergue a los rumanos pero llevando hombre a un sitio, y mujeres y niños a otro sitio. Aquellos que defienden los valores familiares no dudan en separar los miembros de una misma familia para que no aprovechen la calefacción del albergue para el coito. Ahora que termino esta entrada veo en la TV noticias sobre la visita del Papa. Yo creo en el Dios de la vida. No creo en el Dios de la ceremonia, el Dios encerrado en los palacios episcopales mientras la gente muere de frío. El Papa en su papamóvil, el gitano rumano debajo del puente. Si el Papa y el gitano rumano (o cualquier otro excluido del cenáculo de la civilización) son humanos, a ver cómo van a resucitar los dos. Hay que evangelizar a los evangelizadores.
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