Cuando ZP declaró en la cámara baja que iba a llevar a cabo las reformas económicas, le costara lo que le costara, no se estaba dirigiendo a la oposición sino a su electorado. Y así se entendió. A partir de ese momento, los pasos hacia el divorcio entre ZP y sus simpatizantes se intensificaron, tanto que hoy su electorado no sería movilizado por su discurso sino por las actuaciones de Rajoy. Es decir que sólo el rechazo a las políticas del Partido Popular puede movilizar el electorado socialista. Pero esperar este milagro es un poco ingenuo, más que nada porque Rajoy no se caracteriza por rabiar al adversario. De hecho, antes de que sus estrategas le aconsejaran –acertadamente- permanecer en la tumbona a la espera del suicidio social de ZP, Rajoy ya era ambiguo en sus posturas. El único titular que da es que no hay titular. Recordamos su moda de grabar en un video casero sus mensajes y distribuirlos a las agencias de noticias. Si alguna vez ofrece una rueda de prensa, no admite preguntas de los periodistas. Ha asumido la postura real: no implicarse en los asuntos de actualidad le ahorra disgustos. Lo más llamativo es que sus adversarios políticos, sabiéndolo, no sean capaces de elaborar una estrategia que le obligue a levantarse de la tumbona y mojarse en las aguas turbias que se expanden por el territorio nacional.
El fracaso actual de los estrategas del PSOE merece un monumento. Se dan cuenta que van perdiendo los votos pero no diseñan ningún plan. Quitan del gobierno a la vicepresidenta, la única que seguían gozando de la simpatía de los militantes, pero sólo consiguen atraer la atención durante un día. Eliminan a los ministerios de la igualdad y de la vivienda, los únicos que conservaban su carácter social y no gastaban mucho dinero. Hacen un guiño a la izquierda con el nombramiento de Rosa Aguilar con un discurso ya agotado. Estimulan las especulaciones sobre la sucesión de ZP para ahorrarle el desgaste, pero Rajoy responde que le da igual quien suceda a ZP porque la política del PSOE es económicamente liberal, por tanto, anti-social. ZP se arropa de ministros que, aunque puedan ser buenos gestores, sus discursos en los meeting son como las homilías de muchos curas: puro trámite. Apremia a los “perdedores”: Trinidad que perdió frente a Gallardón y frente a Gómez; Pajín que no pudo con las agrupaciones socialistas; Miguel Sebastián que fue arrasado por Gallardón; o Aguilar que abandonó la alcaldía de Córdoba sin justificarse ante su electorado. En fin, el único ministro que sigue teniendo un discurso creíble para los suyos es Blanco. El resto, ni con sus excesos gestuales son capaces de llamar la atención en un auditorio. Seguro que son buenos gestores. Pero no son buenos oradores públicos. Rubalcaba (con quien discrepo sobre su política de identificación policial y masiva de los pobres inmigrantes [pobres en ambos sentidos] y no entiendo porqué demonios tiene que hacer una política inmigratoria propia de un partido conservador. ¿Es que no se da cuenta que ha conseguido meter miedo a los ilegales con sus controles policiales que, a veces, tienen un sello racial-negro en Madrid?) es un buen orador parlamentario pero en un meeting no moviliza al público como Blanco. En los pocos actos electorales en que participó en Catalunya lo atestiguan.
El Partido Popular sabe que España está esperando un salvador y que ese salvador difícilmente puede surgir de las filas del PSOE. Es cierto que Rajoy no entusiasma mucho pero tampoco molesta a nadie. Sólo provoca perplejidad: su liderazgo se alimenta del suicidio de ZP. Los pocos adversarios que tiene están dentro de su partido: Aguirre, Cascos y simpatizantes del aznarismo. Sabe que el PSOE no tiene líder. Sabe que Pajín no pudo organizar las agrupaciones socialistas. Sabe que Iglesias puede enfriar los ánimos pero no puede entusiasmar a los militantes que se sienten traicionados por la actual política anti-social. Los cargos electos contemplan perplejos cómo peligran sus puestos. Si hay menos diputados y senadores socialistas, si el PSOE pierde alcaldías, no será por los militantes. Los responsables son diputados, senadores, concejales y cargos del partido que no hacen nada para optimizar los recursos de los militantes que aún creen que el Partido (no este gobierno) puede ganar las próximas elecciones. Nadie duda que Alfonso Guerra y Pepe Blanco entendían a sus militantes y los inyectaban una dosis de entusiasmo electoral. Pero ya no están en sus puestos. El discurso de Alfonso suena a tiempos de antaño; la dialéctica de Blanco es ministerial; las declaraciones de Felipe González son a destiempo; y ZP no tiene discurso ante los compañeros que le miran y le preguntan porqué ha cambiado tanto, por desgracia del partido.
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