sábado, 9 de agosto de 2014

A propósito de los Misioneros Miguel Pajares y Juliana Bohi



Hna. Chantal (+09/08/2014)
Sentado en mi sofá, con una cerveza para enfriar mi garganta, con los pies encima de la mesa para que el aire acondicionado penetre bien entre los dedos de mis pies, yo, aquí y ahora, juzgo que el Misionero Miguel Pajares fue imprudente y que él solo se complicó la vida y que mi gobierno no tiene porqué pagar los gastos de su repatriación. Y como tengo la barriga llena, incluso puedo filosofar sobre la responsabilidad moral de los misioneros que nos traen enfermedades contagiosas hasta nuestra Madrid. ¿Quién le mandaría a Miguel a ir al Tercer Mundo? ¿Quién le mandaría tocar a los negritos moribundos? ¿Acaso ese doctor que vemos en el video necesitaba la extremaunción para poder descansar en paz? ¿Para qué traer a Chantal Motwameme (+09/08/2014)? ¿Para qué muriera aquí un día después, y de paso, contagiarnos a nosotros?
 
Sin embargo, cuando se me pasan los efectos de la birra y la sangre empieza a llegar bien a mi coco, siento “envidia sana” por tantos misioneros que ayudan a los pobres de allende los mares a sobrevivir en este mundo neocapitalista. Misioneros, voluntarios, activistas de derechos humanos, todos ellos son la cara más amable de nuestra sociedad cada vez más insensible al dolor ajeno.
 
Conseguir su repatriación hacia España ha sido el último favor que Miguel y Juliana han hecho para África. Personalmente no tengo objeción contra el criterio seguido por el gobierno de Rajoy para la repatriación de ambos religiosos: el pasaporte español (Miguel es blanco, Juliana es negra). Como siempre cuando se trata de “cosas de la iglesia” aparecen las dos Españas: unos quieren que los misioneros se costeen los gastos de la repatriación, otros ven lógico que se lo paguemos entre todos, igual que se ha hecho en otras repatriaciones recientes. Personalmente creo que le debemos a la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios más de lo que le damos, y si tuviera que pagar por la salud de sus miembros, probablemente el cepillo de la iglesia se llenaría enseguida. Los misioneros, los voluntarios y los defensores de los derechos humanos son los auténticos patriotas porque la patria ya no es un trozo de tierra sino un conjunto de derechos humanos.
 
El P. Miguel Pajares, en Liberia
Con la repatriación de Miguel y Juliana y todo el tinglado que se ha montado para que no nos contagien (afortunadamente Juliana no tiene Ébola), nos hemos dado cuenta de la virulencia de este virus y por primera vez nos hemos visto en el punto de mira: nosotros también somos mortales y el virus Ébola no es cosa de negroafricanos. La OMS ha tenido que dar la cara y por primera vez se habla de la posibilidad de una vacuna el año que viene. Bienvenida sea si la protección de nuestro trasero rebota en el trasero de los liberianos.
 
Todo el follón que se ha montado para la repatriación de Miguel y Juliana para que nadie pueda contagiarse encoge el corazón de los africanistas porque sabemos que ningún gobierno africano es capaz de llevar a cabo tales medidas de seguridad. El simpático Jean Marie Le Pen propondría gasear a todos los infectados, y así, acabar con el problema de la inmigración como dijo él («Monseigneur Ebola peut régler ça en trois mois»). Afortunadamente, Jean Marie Le Pen morirá igual que ha muerto el médico africano que probablemente contagió al misionero español en su lecho de muerte, igual que acaba de morir la Hermana Chantal. La diferencia es que mientras unos mueren para que otros vivan mejor, otros como Jean Marie Le Pen quieren vivir bien para que otros malvivan. ¡Deplorable!

3 comentarios:

Ayu dijo...

Añadir que el P. Miguel acaba de morir en Madrid, esta mañana del 12 agosto 2014.

Anónimo dijo...

Elie te felicito por este escrito .. Sólo una cosilla.. No te pongas tanto el aire acondicionado y no bebas cervezas creo que piensas mejor sin ellos ;-)

Ayu dijo...

Merci, mon amie.