martes, 14 de octubre de 2014

Hermana Paciencia Melgar Ronda


Hna. Paciencia Melgar Ronda
Ignorada por el gobierno español en la supuesta “repatriación curativa” del misionero Miguel Pajares (ella, enferma de Ébola igual que su compañero misionero, no tenía nacionalidad española); curada por el tratamiento recibido in situ, la Hermana Paciencia fue requerida urgentemente por el gobierno español para donar sangre para el tratamiento del P. Manuel García Viejo (que falleció antes de recibir el suero de la sangre de Paciencia) y de Teresa (la auxiliar de enfermería que en estos momentos sigue en tratamiento).

Cuando mi amigo, misionero en Camerún, leyó la historia de la Hermana Paciencia me mandó un correo recitando el evangelio: “la piedra rechazada es ahora la piedra angular”. Una amiga española me comentó, entre indignación: “¡Claaaaaro! Cuando nos interesa, entonces sí que hay pasaporte y avión para venir a España”. Y un periodista de El Mundo terminaba la crónica de la llegada de Paciencia al Hospital Carlos III diciendo: Y allí, en una habitación doble del hospital, se quedó Paciencia. Estará varios días. Su sangre, la que se quedó en Liberia cuando no quisieron traerla a España con el Padre Pajares, es ahora una fuente de vida para otros con Ébola”.

Paciencia es trilliza. Al parecer, cuando los tres nacieron su madre decidió ponerle a cada hijo un nombre que recordara la historia de su nacimiento. Llamó Milagrosa al primer bebé en aparecer (niña); al segundo le llamó Diosdado (niño) y al tercero le llamó Paciencia (niña) por el tiempo que tuvo que esperar para que sacara la cabeza. Desde luego es una mujer a recordar, no sólo por su nacimiento y dedicación misionera, sino también por generosidad.

Ayer cuando venía en el Metro, un compañero de trabajo (blanco) me comentaba que alguien de su círculo había colgado en la red un comentario: “los putos negros que nos traen enfermedades raras, ¿por qué no se quedan en sus países”. Un negro que vive en un pueblo español me mandó un Whatsapp diciendo que se había dado cuenta que cuando entra en su habitual bar, los parroquianos dejan de hablar de Ébola. Y el pasado sábado, mi madre que vive en un pueblo de África me preguntaba qué era eso de Ébola porque había oído que en España habían muerto dos misioneros, y ella, con sus ochenta años, nunca había oído hablar de Ébola.  Indignado o cabreado, llevaba un par de días queriendo titular una entrada de esta forma: ¿Se equivocó Dios creando a los negros? O los negros son un error de la naturaleza”. Pero cuando anoche una amiga y compañera de trabajo (blanca) se despidió de mí con un beso en la mejilla (yo, estando acatarrado), decidí cambiar el título. Volví a leer la respuesta de la Hermana Paciencia cuando la llamaron para sondearla si podía donar sangre para tratar al P. Manuel: ¡Claro!, que le pongan el suero de mi sangre, le doy toda la que necesiten”.

Las personas de buena voluntad estamos en deuda con Miguel, Manuel, Paciencia y Teresa, la auxiliar que se contagió mientras cuidaba a Miguel y Manuel y que ha recibido la sangre donada por Paciencia. Es vergonzoso que en lugar de darle una medalla, el gobierno de Madrid la tratara casi como una “ignorante kamikaze”. Teresa mantuvo limpios los dos misioneros, que en paz descansen: recogía sus vómitos, sus diarreas; les cambiaba los pañales y las sabanas, y al final es tachada de “mentirosa” por un consejero de la comunidad de Madrid que aún sigue en sus funciones. ¿No es indignante? Conozco alguien que hizo un trabajo parecido al de Teresa (“porque yo necesitaba comer”, me decía cuando me lo contaba). No pudo ir a la Universidad porque las circunstancias familiares no se lo permitieron, pero juraría que es más lista que ese consejero de la Comunidad de Madrid que insultó a Teresa y que se jacta de tener la vida resuelta porque es Doctor y pertenece a la casta. El señorito consejero. “¡Habráse visto!”, diría mi antiguo profesor de Lógica en Salamanca.

Las personas de buena voluntad se resisten a reconocer que los gobiernos occidentales se mueven generalmente sólo por intereses político-económicos, y puntualmente por intereses electorales. La geopolítica vertebra incluso las acciones de los gobiernos de tendencia supuestamente católica como el gobierno de Mariano Rajoy que, hasta ahora no ha hecho nada para colaborar en la lucha contra la expansión de Ébola en África. Hace un par de días el Presidente Obama confesaba su “soledad” para montar una lucha eficaz contra Ébola en África. Mi amigo misionero diría que “saltó el fusible” al poco tiempo de que Obama, negro, pidiera ayuda internacional para ayudar un pueblo de negros, Liberia, que luchó activamente contra la esclavitud de los negros patrocinada por los gobiernos europeos de entonces. Salta el fusible porque un Presidente negro, pidiendo ayuda a los blancos para ayudar a negros es sospechoso. No obstante, Cuba, que supuestamente no juega en la liga de los campeones en economía y en derechos humanos como España, desplazó más de 150 sanitarios para luchar contra Ébola en África. “Os conocerán por vuestras obras”, diría Jesús de Nazaret.

Un tertuliano de una emisora española defendía, el sábado por la noche, que Ébola podría ser una creación en un laboratorio para intereses ocultos. A estas alturas, no me sorprende nada. Ya lo dijo Jean Marie Le Pen hace un par de semanas, a propósito de la inmigración africana: “Monseigneur Ebola peut résoudre l’explosión demographique en trois mois”. Otro italiano de la Liga Norte propuso mandar la Marina italiana para hundir las pateras llenas de inmigrantes africanos en el Mediterráneo. Hace unos días el Papa Francisco recibió los inmigrantes supervivientes del naufragio todavía no aclarado en las costas de Lampedusa.

“¿Por qué nos odian tanto”, se suele preguntar una amiga negra que lleva más de veinte años viviendo en España. Tal vez la pregunta adecuada sería: "¿Por qué hay quienes nos quieren tanto?"
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+ El Padre Miguel Pajares murió el 12 de agosto 2014
+ El Padre Manuel García Viejo murió el 25 de septiembre 2014

 

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