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Si no existieran las guerras, las
habríamos inventado. Porque las guerras son el motor de la economía occidental
(el filósofo griego Heráclito sostenía que la guerra es el padre de todas las
cosas). La industria armamentística sobrevive gracias a que sus productos
mortales son vendidos a quienes los pueda utilizar, sea un estado democrático
como Kenia, sea un estado en ebullición como Burundi, sea un estado fallido
como Congo o sea un grupo terrorista como Boko Haram. A estas alturas, todo el
mundo sabe que los
terroristas no fabrican armas; las compra de los fabricantes occidentales.
A David Cameron o a François Hollande le importa poco quién es el cliente de
sus industrias armamentísticas, siempre cuando esas armas se utilicen fuera de
sus territorios. El problema empieza cuando un terrorista prueba una pistola de
fabricación francesa en el territorio francés; o colocando una bomba de
fabricación inglesa en un autobús londinense, o utilizando material de una mina
española para provocar masacres en Atocha. Desgraciadamente, da la sensación de
que hay una competencia entre grupos terroristas para ver quiénes pueden
acercarse más a las residencias presidenciales. Se están cansando de matar a
sus compatriotas, sobre todo porque son muertes que no provocan reacción por
parte de Occidente. Un sirio menos vale menos que un norteamericano menos.
De allí las degollaciones televisadas para demostrar al mundo entero que para
sembrar terror no hace falta una bomba atómica: basta un cuchillo en manos de
un destetado, un rehén occidental, una cámara de video y una conexión a
internet. Una auténtica barbaridad, un desprecio a la vida humana.
Yo creo que si los dirigentes
occidentales quisieran acabar con todas estas guerras activas tardarían menos
de un año en poner fin a la barbarie. La clave está en dejar de suministrar armas a los países
terceros. Pero si así lo hicieran, millones de europeos que viven de
la máquina de matar irían al paro y los sillones presidenciales tambalearían. Pero
esto no impide constatar que la responsabilidad occidental en la violencia mundial es un
hecho innegable. Por eso muchos africanos suelen realizar una sola
petición a los occidentales: “dejadnos en paz. Allez-vous de chez nous. Nous ne voulons pas la indépendance sous votre
surveillance”. Si queréis ayudarnos, revisar vuestra política armamentística”. No a la violencia terrorista, no a
la violencia institucionalizada. La violencia genera violencia y no hay
victorias sin víctimas.
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