Cuando en 2010 el Coronel Muamar el
Gadafi estaba ya rehabilitado en la escena internacional, el presidente Sarkozy
y sus colegas occidentales consideraron que había llegado el momento para acabar
con él. Unos 16 países se apuntaron al bombardeo, destacándose Bélgica, Canadá,
Catar, Dinamarca, Emiratos Árabes, España, Estados Unidos, Francia, Italia, Jordania,
Noruega y Reino Unido. Aviones de combates procedentes principalmente de Francia,
Italia, Inglaterra, España y Estados Unidos invadieron el cielo libio. La
captura y la ejecución del presidente Gadafi fueron transmitidas en directo el
20 de octubre de 2011. Según los guardianes de la seguridad
internacional (cargo que se autoatribuyen arrogantemente), Gadafi era una
amenaza para la seguridad internacional. Según los medios franceses, Gadafi
tenían información sensible sobre la financiación de la campaña del presidente
Sarkozy, y su segunda reelección estaba en caída libre (al final se estrelló
porque los franceses no son tan ingenuos). Libia, un país muy seguro hasta entonces, ahora es una tierra
descontrolada, con dos gobiernos y atentados mortales todos los días. Casualidad
o no, lo único que funciona a la perfección es el bombeo del petróleo. El lector familiarizado
con el saqueo de los recursos africanos sabrá entender los motivos que llevaron
Occidente a matar a Gadafi.
En 2010, Rusia amenazaba con cerrar
el grifo del petróleo. Venezuela se ponía de acuerdo con los demás países de la
OPEP para controlar el bombeo del oro negro. Los pozos petróleos de Irak seguían
en llamas. La crisis económica amenazaba seriamente la estabilidad de los
gobiernos occidentales. Así las cosas, el petróleo libio era una fuente para
aliviar las arcas occidentales. Y para conseguirlo a un precio occidental,
Gadafi debía desaparecer. Se montó la guerra, Gadafi fue ejecutado, el país se
dividió en dos, y se montó guardias para proteger los pozos petróleos.
Después de Gadafi, los miles de
inmigrantes africanos y asiáticos que trabajaban bajo su protección fueron
perseguidos y se alojaron al mar Mediterráneo. Nunca se sabrá cuántas vidas humanas reposan en
el Mediterráneo por causa de la irresponsabilidad política de nuestros
dirigentes occidentales. Me llama
poderosamente la atención que el Tribunal internacional de La Haya no haya
investigado dichos muertos, incluso cuando políticos italianos proponían mandar
la marina italiana para hundir las barcazas en el Mediterráneo. Me llama
poderosamente la atención que los mandamases africanos sigan formando parte de
ese teatro judicial, cuando todo el mundo sabe que ese tribunal internacional fue
creado para perseguir a los negros que no se sometan al control occidental.
Tiene razón cuando el presidente ruandés afirma que los dirigentes occidentales
tratan igual a un presidente negro que a un inmigrante sin papeles. Al fin y al
cabo, todos somos la chusma, o una plaga como diría el refinado inglés David Cameron:
“tienes una plaga de inmigrantes que llega a través del
Mediterráneo buscando una vida mejor, deseando venir al Reino Unido porque el
Reino Unido tiene mejores trabajos, una economía en crecimiento, y es un lugar
increíble para vivir”.
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