El día nueve de marzo 2008, los ciudadanos volvieron a decir al Sr. Rajoy que otra forma de gobernar es posible, que él no tiene las ideas claras como pretendía vender, que aunque tiene incondicionales, la mayoría no le ven capacitado para sentarse en el sillón presidencial. Dentro de su mismo partido, son muchos quienes no le creen idóneo para enseñar el sendero a sus compañeros. El deseo es que esta vez acepte su derrota y no haga lo que ha estado haciendo durante todo este mandato que se acaba.
ZP ganó las elecciones por segunda vez. La misión que tiene encomendada no parece fácil, y más vale que lo sepa desde ya. La economía va muy mal. Se destruyen los empleos; suben los precios de la materia prima; sus proyectos sociales no acaban de encontrar una financiación firme; sus alianzas de civilizaciones siguen en el aire; no sabemos cómo piensa llevar a cabo la integración de los inmigrantes o luchar contra las mafias, etc. El camino que ha de recorrer ZP en los próximos meses no es un camino de rosas. La ventaja que tiene es que cuenta con la confianza de la mayoría de los ciudadanos.
Las elecciones del nueve de marzo de 2008 quedarán en la memoria del camarada Llamazares. Le vimos acongojado, decepcionado por la ley electoral, sin ánimos de seguir luchando por sus ideas. Muchos dicen que se pondrían en manos de Llamazares para que les operen, pero son pocos quienes abrazan sus ideas. Paradoja de la vida. Siempre quedará una verdad, diga lo que diga Rajoy: no hay victoria sin víctimas.