domingo, 8 de enero de 2012

4- En mi propia carne (hace unos meses)


Salgo del Metro corriendo como acostumbramos hacer en Madrid. Subo las escaleras andando para no perder el siguiente Metro porque tengo calculado los tiempos (2 minutos de diferencia). Veo una fila inmensa de negros y latinoamericanos con rasgos de indígenas. Avanzo unos metros más y veo policías colocados estratégicamente. Veo que quienes iban delante de mí pasan por el control sin problemas (eran blancos) y a mí me para la policía:

-“Documentación, caballero”. Me disculpo y le pregunto si es un control para todos o si sólo es para negros y latinoamericanos.

-“No, es un control para extranjeros” (me contesta el policía, un poco sorprendido por mi atrevimiento).

“¿Y cómo sabe usted que no soy español de nacimiento o nacionalizado?”

“Porque usted cumple determinadas características que hace que sea sospechoso de ser extranjero” (se aumenta su enfado en los ojos).

-“O sea, a ver si le entiendo bien: usted me pide la documentación porque soy negro. Eso es racismo, ¿no? Mire, hace dos días me identifiqué ante un compañero suyo,”

-“Era yo?”, me corta la conversacion, pero que muy enfadado.

-“Era un policía como usted”, le contesté, visiblemente muy molesto. “A mí me da igual quién me pida la documentación. Todos los policías forman parte de un mismo cuerpo. O es que cada uno hace lo que le da la gana”.

-“Yo no le he pedido nunca la documentación. Así que le pido por favor se identifique”.

-“Si usted me da un recibo de que me he identificado, yo le enseño mi carnet. Si no, prefiero identificarme en la comisaría y poner una reclamación. Yo no puedo identificarme todos los días ante la policía. No soy un delincuente. No estamos en guerra, señor”.

-“¿Se niega usted a identificarse? Es una falta de desobediencia a la autoridad”.

-Yo no me niego a identificarme. Sólo le pido un justificante. O es que a usted le parece lógico que se me pida el DNI dos veces en tres días seguidos, en un mismo sitio, a la misma hora, sin que yo haya cometido ningún delito. España es un país de derechos, ¿no?

-“Caballero, vamos a tranquilizarnos. Yo estoy haciendo mi trabajo”.

-“Yo no tengo nada contra usted porque sé que está cumpliendo órdenes. Pero entienda que yo no puedo identificarme todos los días con una sonrisa, sobre todo porque veo que me pide la documentación por el simple hecho de ser negro. Por eso quiero que me detenga y me denuncie por desobediencia a la autoridad, para poder denunciarle a usted por control racista y que decida el juez”.

-Como quiera usted. Pero que sepa que este no es un control racista.

-“Ya. Pero si yo fuera blanco y rubio y sin residencia legal en España, usted no me pediría la documentación”. Mire, están pasando blancos y usted no les pide la documentación. ¿Y pretende que yo me crea que este no es control racista?”, le dije casi gritando para que me oyeran los viajantes que iban apurados para no perder el Metro (como hacemos todos en Madrid).

-“Yo cumplo órdenes, caballero”, me contestó muy molesto.

- “¿Aunque sean órdenes segregacionistas?”

-“Pero, cree usted que no tengo nada mejor que hacer a las once de la noche, y que vengo a molestarle cuando sale de su trabajo cansado?”

-“Yo no tengo nada contra Usted. Simplemente le pregunto por qué pide la documentación a negros y latinoamericanos, y a los blancos les deja pasar. ¿A usted no le parece raro?”

“Usted, solo, no va a cambiar nada. Si yo le entiendo. ¿O crees que me siento a gusto soportando sus acusaciones? Si quiere cambiar algo, tendrá que acudir a las ONGs. Igual consigue cambiar algo. Pero déjeme realizar mi trabajo”.

Más de 45 minutos le estuve razonando a los dos agentes que me detuvieron por segunda vez en tres días y en el mismo sitio. en Metro Madrid. He de reconocer que el trato de la policía fue exquisito, incluso cuando me mandaron desnudarme para cachearme en uno de los lavabos del suburbano madrileño.

-“No podemos llevarle a la Comisaría si no le cacheamos antes. Además, piensa usted que le llevaremos esposado”.

-“Yo doy la talla, señor. Y no tengo nada qué esconder” (le contesté con mi humor conocido por muchos de vosotros).

Durante el cacheo toparon con mi documentación y no quisieron llevarme a la Comisaría. Repito que el trato de estos policías, al menos conmigo, fue muy exquisito, al margen de algunos enfados por parte de ambos porque la situación era subliminar y un poco estresante. Soy consciente que no eran ellos quienes habían tomado la decisión de realizar estos controles, sino el Ministerio del Interior, o sea el gobierno, que entonces era socialista.

jueves, 5 de enero de 2012

Acoso policial a los inmigrantes en Metro Madrid

El comunicado del Secretariado General del Sindicato Unificado de Policía (Madrid, 26 de diciembre de 2011) no ha tenido mucho eco en los medios de comunicación, aunque lo que dice sobre los Centro de Internamiento de Extranjeros en España (CIE) es muy sobrecogedor. Podéis descargar el comunicado en este link:

1-Detención de extranjeros en el Metro Madrid

El Sindicato Unificado de Policía (SUP) sostiene que “los CIES son una vergüenza” y los califica de “mini-guantánamos" de detención temporal preventiva en España”. Reconoce que la policía ha realizado “redadas de inmigrantes en comedores sociales”, ha establecido “controles en intercambiadores para identificar y detener a personas que viajaban, posiblemente para trabajar explotados limpiando el culo a nuestros abuelos, y los detenemos mientras sus hijos quedan en casa con una amiga o vecina”.

El SUP denuncia que el Gobierno y los mandos policiales instigan “las identificaciones indiscriminadas, masivas e ilegales para así encubrir su política xenófoba y racista, que es en definitiva en lo que ha convertido la ley de Extranjería, con una circular ilegal (la 1/2010), a la que tampoco han prestado atención desde la oposición política ni las instancias jurídicas”. Humildemente, creo que ante una denuncia de este calibre, alguien tiene que dar explicación.

2-La hipocresía de los dirigentes socialistas

El SUP afirma que los policías están hartos de “la hipocresía moral de los responsables políticos, singularmente de los socialistas”, padre de la criatura llamada CIE, un mini-guantánamo, un limbo para los extranjeros sin residencia legal en España: “si hay redadas contra inmigrantes, millones de actuaciones arbitrarias e ilegales, y unos CIEs deplorables que atentan contra la dignidad mínima exigible para cualquier ser humano, es porque así lo ha querido el gobierno socialista”, sentencia el SUP. Más claro, imposible. Un “olé” a sus cojones, o “chapeau”, diríamos los que chapurreamos el francés.

Yo creo que los dirigentes socialistas deberían explicarnos cómo combinar la “alianza de las civilizaciones” y el “acoso policial a los inmigrantes en Metro Madrid”. Quienes hemos sufrido estas identificaciones por el simple hecho de ser negros o de tener rasgos latinoamericanos hablamos del “acoso policial”, aunque somos conscientes que un funcionario no monta control de negros en Metro Oporto a las 23:00 si no se lo manda alguien superior.

3- Sobre el maltrato policial a los inmigrantes

La Policía española realiza unos “8 millones de identificaciones a ciudadanos, muchos extranjeros pero la inmensa mayoría nacionales, vulnerando las disposiciones legales que limitan esa intervención policial”. El SUP no dice que la Policía sea santa. Pero rechaza rotundamente los elementos que tratan con desprecio a los extranjeros: “el policía que trate a un inmigrante con insultos es un miserable que no merece vestir este uniforme, y no digamos si hay más que palabras. Pero si eso ocurre en los CIES, además del miserable autor del maltrato el siguiente responsable es el director del Centro”. Yo añadiría, en el caso de Madrid, las dos Delegadas del gobierno socialista que siempre han negado estos hechos que denuncian ONGs como “Pueblos Unidos”, “Karibu” y “Amnistía internacional”, los vecinos del barrio de Aluche donde se encuentra uno de esos “mini-guantanamo” (desconozco la postura de Cruz Roja que tiene despachos en los CIES. Dudo que a Cruz Roja le parezca bien la existencia de los CIES, pero no estaría mal que hiciera una declaración púbica). Si la misma policía denuncia los mismos hechos que estas ONGs, ¿por qué las ex Delegadas del gobierno socialista lo han negado siempre? Y por colmo, a una de ellas fue apremiada por Tomás Gómez para acompañarle de diputada en la Asamblea de Vallecas. Creo que todo socialista debería sentir vergüenza y pedir explicaciones a Tomás Gómez y al ex ministro del Interior, Rubalcada por estos hechos. O simplemente, no votarles. ¿Cómo vas a votar alguien que azuza a la Polícia para acosar a los más débiles de la sociedad? ¿Es esto socialismo?

jueves, 29 de diciembre de 2011

España: un país arruinado por sus dirigentes

El descontento social en España está más que justificado. Un país con más de cinco millones de parados y desamparados, un país con una clase dirigente que ha estado derrochando el dinero público, con muchas personalidades en el banquillo de los acusados; un país que congela el salario mínimo interprofesional pero no duda en regalar Ipad y Iphone a cada diputado; un país con dirigentes que sólo se mueven por intereses electorales. ¡Un país arruinado por sus dirigentes!

Con lo que está cayendo, me provoca risa oír un político afirmar que llega al ministerio con la voluntad de servir al pueblo. “Con las ganas de chupar. ¡No te jodes!”, siempre se oye una voz cabreada expresando lo que muchos no se atreven a confesar públicamente.

En muchos países de Europa, los gobiernos no sirven al pueblo sino a intereses de agencias ocultas. ¿Cómo podemos creer que el gobierno de Portugal sirve a los portugueses cuando les obliga a pagar 5 euros cada vez que van al médico de cabecera, y 20 euros para ser atendidos en Urgencias? ¿Cómo podemos creer que el gobierno de Rajoy sirve a los españoles si sólo está recortando nuestros derechos económicos? Ni una triste medida positiva.

lunes, 19 de diciembre de 2011

La ocupación de Irak (2003-2011)


Han pasado nueve años desde aquel “NO A LA GUERRA” que ningún dirigente occidental quiso oír para evitar el desmembramiento del pueblo iraquí. Nos manifestamos para evitar una guerra montada sobre el orgullo de un hijo que quería terminar lo que su padre no había terminado (matar a Sadam Hussein). La excusa perfecta era que el régimen de Sadam tenía armas de destrucción masiva (como si no las tuvieran otros países supuestamente democráticos) y que el pueblo iraquí estaba oprimido por el sanguinario Hussein. Las cifras más generosas hablan de unos cuatro mil soldados norteamericanos que perdieron la vida durante este regalito de Bush a su padre. Por supuesto que los muertos iraquíes no cuentan: ¿desde cuándo los pobres cuentan? A nosotros los civilizados nos conmueven más el cáncer que han desarrollado varios soldados que lucharon en Irak; los niños que nacen sin brazos en Faluya, las mujeres que están pariendo auténticos monstruos, el sufrimiento del pueblo iraquí y demás desgracias no son más que daños colaterales, el precio que pagamos para que nuestros hijos puedan pasear libremente por nuestras avenidas comerciales. No creo que ni Bush, ni Blair, ni Aznar tengan problemas de sueño ligados a la decisión que tomaron en las islas portuguesas de Las Azores.

La invasión occidental se inició el 20 de marzo 2003; la superioridad militar occidental llevó a la rápida derrota de las fuerzas iraquíes, el derrocamiento del Presidente Sadam Hussein, su captura el 13 de diciembre de 2003 y su ejecución el 30 de diciembre de 2006. El 1 de mayo de 2003 el Presidente George W. Bush declaró el fin de los principales combates. ¿Víctimas? Entre 150.000 y un millón de muertos. ¿Motivo de la guerra? Ninguno. No había armas de destrucción masiva. No fue una Operación Libertad Iraquí. Fue una ocupación militar occidental para dar satisfacción a Bush padre, y de paso, saquear los pozos de petróleo. A muchos no nos resulta fácil situar “el eje del mal” en el mapa mundial. ¿Consecuencias? Ninguna. “No pierdo la esperanza de que Bush sea juzgado en La Haya”, me comentaba una amiga el otro día. “La administración norteamericana preferiría una tercera guerra mundial antes de entregar Bush a los jueces”, le contesté.

martes, 13 de diciembre de 2011

Los mercados, ¿quiénes son?

Oigo en los medios de comunicación que los dirigentes europeos tienen que tomar medidas para tranquilizar los mercados y las agencias de calificación. Pero, ¿quiénes son los responsables de esos mercados y de esas agencias que están obligando a nuestros dirigentes a ejecutar recortazos que nos están asfixiando? Necesitamos poner nombres a quienes depende nuestro destino. Pero ningún dirigente ha sido tan valiente como para darnos nombres de los responsables de los mercados. Yo creo que a muchos nos gustaría visitar los despachos de quienes ya no se conforman con nuestro sudor y necesitan desesperadamente beber de nuestra sangre fresca.

Hemos sacado los dirigentes socialistas de sus palacios presidenciales en toda Europa con la esperanza de que la derecha, aliada natural de los patronos, se beneficiaría de la comprensión de los suyos, pero la generosidad del patrón es escasa. El patrón que hace favores o que respeta la legalidad no es patrón. Es indignante que las primeras medidas de un dirigente sea recortar los derechos de sus conciudadanos para satisfacer la sed de los mercados. Lo que no sabe dicho dirigente (lo cual es preocupante) es que la sed de los mercados es insaciable. El que tiene dinero necesita tener más (a veces a cualquier precio).

Yo veo a la oposición española perdida en sus lamentaciones y no se alinea con los ciudadanos que necesitan alguien que les defienda. El PSOE ofrece  actualmente una bebida light que nos sirve para nada. Se pierde en los buenos modales y se olvida de defender los derechos de los ciudadanos. Los mismos dirigentes sindicalistas hablan mucho pero hacen poco. Sus propuestas no son creíbles. Ahora bien, si ya saben que sus propuestas no son creíbles, ¿por qué siguen en sus treces? Yo creo que en las últimas elecciones locales y nacionales, los ciudadanos han enviado un mensaje muy claro a sus dirigentes. Se equivocan quienes piensan que el pueblo es un rebaño. El cabreo latente en todos los sectores de la sociedad occidental es un secreto a voces. Sospecho que de seguir así las cosas, una chispa (que suele ser una bobada) iniciará un camino que pasará por encima de los mercados y agencias de calificación. Los mercados han impuestos sus gobiernos en Italia y en Grecia ante el asombro de los ciudadanos. ¿No habría que corregir este error? ¿Hay algo más noble que la soberanía de un pueblo? Entonces, ¿por qué los italianos y los griegos asisten pasivamente a este ataque a su soberanía? ¿De verdad tenemos lo que merecemos?

martes, 6 de diciembre de 2011

Un continente a la deriva

Hay quienes defienden que el viejo continente camina a la deriva, y que su autodestrucción viene de tiempo atrás, y que el hundimiento económico ha sido simplemente la gota que ha colmado el vaso. Pero, ¿cómo hemos llegado a esta situación? Primero expulsaron la Divinidad de su vida cotidiana. Como pasando de Dios no pasó nada, se decidió pasar de la incómoda Razón y de todas sus hermanastras (Ética, Filosofía, Antropología). Fue entonces cuando apareció el Capital y desde la periferia fue conquistando todos los pueblos occidentales. Incluso los mismos Estados que se consideraban comunistas sucumbieron en sus encantos. Hoy día, quien regula nuestras relaciones interpersonales no son ni las instituciones religiosas, ni las instituciones académicas sino las especulaciones mercantiles. La soberanía del pueblo está en manos de las agencias de calificación y de los inversores bursátiles. En estas circunstancias, los dirigentes políticos no son más que simples servidores de los intereses de los especuladores capitalistas.
Libertad, igualdad, fraternidad, justicia, el pluralismo político, los derechos humanos, el estado de bienestar..., valores vaciados de contenido. Si el fundamento de nuestra vida es el Capital, es normal que estructuremos toda nuestra existencia en torno al Dinero. Resulta lógico repugnar el altruismo, la generosidad y todo aquello que no genere beneficios económicos. Menos mal que todavía hay quienes resisten a los encantos capitalistas y siguen pensando que merece la pena compartir, ayudar, incluso morir un poco para que otros vivan mejor.