martes, 14 de octubre de 2014

Hermana Paciencia Melgar Ronda


Hna. Paciencia Melgar Ronda
Ignorada por el gobierno español en la supuesta “repatriación curativa” del misionero Miguel Pajares (ella, enferma de Ébola igual que su compañero misionero, no tenía nacionalidad española); curada por el tratamiento recibido in situ, la Hermana Paciencia fue requerida urgentemente por el gobierno español para donar sangre para el tratamiento del P. Manuel García Viejo (que falleció antes de recibir el suero de la sangre de Paciencia) y de Teresa (la auxiliar de enfermería que en estos momentos sigue en tratamiento).

Cuando mi amigo, misionero en Camerún, leyó la historia de la Hermana Paciencia me mandó un correo recitando el evangelio: “la piedra rechazada es ahora la piedra angular”. Una amiga española me comentó, entre indignación: “¡Claaaaaro! Cuando nos interesa, entonces sí que hay pasaporte y avión para venir a España”. Y un periodista de El Mundo terminaba la crónica de la llegada de Paciencia al Hospital Carlos III diciendo: Y allí, en una habitación doble del hospital, se quedó Paciencia. Estará varios días. Su sangre, la que se quedó en Liberia cuando no quisieron traerla a España con el Padre Pajares, es ahora una fuente de vida para otros con Ébola”.

Paciencia es trilliza. Al parecer, cuando los tres nacieron su madre decidió ponerle a cada hijo un nombre que recordara la historia de su nacimiento. Llamó Milagrosa al primer bebé en aparecer (niña); al segundo le llamó Diosdado (niño) y al tercero le llamó Paciencia (niña) por el tiempo que tuvo que esperar para que sacara la cabeza. Desde luego es una mujer a recordar, no sólo por su nacimiento y dedicación misionera, sino también por generosidad.

Ayer cuando venía en el Metro, un compañero de trabajo (blanco) me comentaba que alguien de su círculo había colgado en la red un comentario: “los putos negros que nos traen enfermedades raras, ¿por qué no se quedan en sus países”. Un negro que vive en un pueblo español me mandó un Whatsapp diciendo que se había dado cuenta que cuando entra en su habitual bar, los parroquianos dejan de hablar de Ébola. Y el pasado sábado, mi madre que vive en un pueblo de África me preguntaba qué era eso de Ébola porque había oído que en España habían muerto dos misioneros, y ella, con sus ochenta años, nunca había oído hablar de Ébola.  Indignado o cabreado, llevaba un par de días queriendo titular una entrada de esta forma: ¿Se equivocó Dios creando a los negros? O los negros son un error de la naturaleza”. Pero cuando anoche una amiga y compañera de trabajo (blanca) se despidió de mí con un beso en la mejilla (yo, estando acatarrado), decidí cambiar el título. Volví a leer la respuesta de la Hermana Paciencia cuando la llamaron para sondearla si podía donar sangre para tratar al P. Manuel: ¡Claro!, que le pongan el suero de mi sangre, le doy toda la que necesiten”.

Las personas de buena voluntad estamos en deuda con Miguel, Manuel, Paciencia y Teresa, la auxiliar que se contagió mientras cuidaba a Miguel y Manuel y que ha recibido la sangre donada por Paciencia. Es vergonzoso que en lugar de darle una medalla, el gobierno de Madrid la tratara casi como una “ignorante kamikaze”. Teresa mantuvo limpios los dos misioneros, que en paz descansen: recogía sus vómitos, sus diarreas; les cambiaba los pañales y las sabanas, y al final es tachada de “mentirosa” por un consejero de la comunidad de Madrid que aún sigue en sus funciones. ¿No es indignante? Conozco alguien que hizo un trabajo parecido al de Teresa (“porque yo necesitaba comer”, me decía cuando me lo contaba). No pudo ir a la Universidad porque las circunstancias familiares no se lo permitieron, pero juraría que es más lista que ese consejero de la Comunidad de Madrid que insultó a Teresa y que se jacta de tener la vida resuelta porque es Doctor y pertenece a la casta. El señorito consejero. “¡Habráse visto!”, diría mi antiguo profesor de Lógica en Salamanca.

Las personas de buena voluntad se resisten a reconocer que los gobiernos occidentales se mueven generalmente sólo por intereses político-económicos, y puntualmente por intereses electorales. La geopolítica vertebra incluso las acciones de los gobiernos de tendencia supuestamente católica como el gobierno de Mariano Rajoy que, hasta ahora no ha hecho nada para colaborar en la lucha contra la expansión de Ébola en África. Hace un par de días el Presidente Obama confesaba su “soledad” para montar una lucha eficaz contra Ébola en África. Mi amigo misionero diría que “saltó el fusible” al poco tiempo de que Obama, negro, pidiera ayuda internacional para ayudar un pueblo de negros, Liberia, que luchó activamente contra la esclavitud de los negros patrocinada por los gobiernos europeos de entonces. Salta el fusible porque un Presidente negro, pidiendo ayuda a los blancos para ayudar a negros es sospechoso. No obstante, Cuba, que supuestamente no juega en la liga de los campeones en economía y en derechos humanos como España, desplazó más de 150 sanitarios para luchar contra Ébola en África. “Os conocerán por vuestras obras”, diría Jesús de Nazaret.

Un tertuliano de una emisora española defendía, el sábado por la noche, que Ébola podría ser una creación en un laboratorio para intereses ocultos. A estas alturas, no me sorprende nada. Ya lo dijo Jean Marie Le Pen hace un par de semanas, a propósito de la inmigración africana: “Monseigneur Ebola peut résoudre l’explosión demographique en trois mois”. Otro italiano de la Liga Norte propuso mandar la Marina italiana para hundir las pateras llenas de inmigrantes africanos en el Mediterráneo. Hace unos días el Papa Francisco recibió los inmigrantes supervivientes del naufragio todavía no aclarado en las costas de Lampedusa.

“¿Por qué nos odian tanto”, se suele preguntar una amiga negra que lleva más de veinte años viviendo en España. Tal vez la pregunta adecuada sería: "¿Por qué hay quienes nos quieren tanto?"
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+ El Padre Miguel Pajares murió el 12 de agosto 2014
+ El Padre Manuel García Viejo murió el 25 de septiembre 2014

 

jueves, 9 de octubre de 2014

Nacer, crecer y morir

Todos sabemos que el ser humano es uno de los seres más desvalidos entre los mamíferos superiores. Su salida del útero materno tiene lugar en un momento de inmadurez biológica. El recién nacido tiene que ser protegido por sus allegados durante un período notablemente más prolongado que en el caso de cualquier otro mamífero. En muchas culturas del mundo se le otorga el status de independencia cuando cumple los dieciocho años de vida. Biológicamente y culturalmente nacemos a destiempo, pasando del seno materno a la matriz cultural que nos acoge y nos va introduciendo en la conflictividad vital. Durante este proceso de encarnación social nos encontramos más necesitados que el resto de los animales. Ni siquiera somos capaces de defendernos contra cualquier tipo de violencia como el hambre, el frío, el calor o la enfermedad. Un recién nacido abandonado a su suerte no es capaz de sobrevivir.
Juan Masía Clavel sostiene que el ser humano es un “animal inacabado” que se expone a los aspectos de maduración y de autodestrucción individual y colectivamente, a los aspectos de lucidez y de prejuicios, a los aspectos de avances y decadencias. Su nueva vida no tiene fuerza en sí misma: cuenta con la necesaria ayuda de sus progenitores porque francamente, como dice Ignacio Larrañaga, “sin desearlo él mismo, lo echaron a participar en esta carrera. No puede dejar de participar ni salir de la carrera. Saldrá de ella, no cuando él quiera, sino cuando lo saquen. Más aún: no solamente tiene que participar de una carrera no deseada; sino que tiene que hacerlo con un caballo que no es de su grado” y esperar la muerte con resignación. Este final nos plantea muchos enigmas antropológicos: ¿Qué sentido puede tener una existencia abocada a la inexistencia, una vida condenada al aniquilamiento, una unidad que avanza hacia su descomposición?
Los antropólogos dualistas que separan el cuerpo del alma sostienen que el cuerpo muere y que el alma es inmortal. Los monistas, sean espirituales o corporales, también constatan la muerte del cuerpo. Quienes consideramos que el ser humano es una unidad psicosomática, que la persona no tiene cuerpo sino que es cuerpo, también constatamos la muerte del ser humano. Aunque nuestra experiencia no va más allá de la observación del nacer y del morir de otras personas, tenemos la seguridad de nuestra muerte. Es más: la previsión anticipadora de la muerte afecta nuestro actual modo de situarnos en el mundo. La desaparición de las personas queridas nos hace vivir intensamente la muerte y concebir mejor la nuestra. Incluso para “los que parecen hijos de otro dios”, la muerte patentiza su vulnerabilidad.
Muchos estudios sostienen que la muerte no es un momento, es un proceso. El proceso biológico comienza muy pronto. El organismo se va deteriorando. Una dolencia lo acelera. Una enfermedad terminal lo precipita. Albert Camus dice que “los hombres mueren y no son felices”. Las desgracias causadas por la violencia de la naturaleza (tormentas, inundaciones, terremotos, huracanes, el dolor, la vejez, la enfermedad) nos recuerdan constantemente lo frágil, ambiguo y vulnerable que es nuestra vida. Hay una especie de proceso biológico del vivir caminando hacia el morir, y a través del morir, hacia tal vez el sobrevivir. Mientras tanto lo que nos urge es saber cómo caminar con armonía y serenidad en este mundo que nos ha tocado vivir.

jueves, 2 de octubre de 2014

El primer día de una guerra es inolvidable

Cuando empezó la guerra el uno de octubre de 1990 yo acababa de empezar el tercer curso de secundaria, con mis 18 tacos recientemente cumplidos. Me acuerdo perfectamente cómo sucedió: a las nueve y media apagamos las luces  para dormir. En mi cuarto dormíamos doce alumnos (seis literas). A las once nos despertamos al oír un continuo ruido de camiones militares en la carretera Gahini-Kagitumba. Deducimos erróneamente que eran soldados que iban de maniobras militares en el cuartel de Gabiro, y nos despreocupamos del asunto. Nos despertamos como todos los días. La Dirección del colegio no nos dejaba escuchar la radio por la mañana, ni había teléfonos en el colegio para enterarnos de lo que había pasado la noche anterior.
El día transcurrió sin ningún problema. Terminamos las clases de la mañana como siempre a las 12:25. Comimos y muchos fuimos a la siesta como siempre. Sin embargo, antes de volver a clase a las 14:00, vimos los jeeps militares pasar a gran velocidad hacia Gabiro. Eso ya no era normal. Los profesores estaban al corriente de lo que estaba pasando a través de Radio France Internacional, pero habían recibido orden por parte de la Dirección de evitar cualquier comentario sobre el asunto. Terminamos las clases. Deporte, ducha, estudio y cena. Justo a partir de las 18:30, mientras algunos seguían cenando, otros nos enteramos en los avances informativos que el pueblo había sido invadido desde Uganda por miles de rebeldes, que los guardias de la frontera habían sido asesinados a quemarropa, que entre cuatro y  diez coches militares habían sido quemados, y que el frente estaba alrededor del campo militar de Gabiro, justo a menos de 50 kilómetros de nuestro colegio. El Ministerio de la Defensa pedía tranquilidad y afirmaba que las fuerzas gubernamentales habían logrado parar el ataque. El jefe del Estado, Juvénal Habyarimana, estaba de vista en el extranjero. El comunicado de los militares declaraba el estado de couvre-feu: prohibido formar un grupo de tres personas, prohibido salir de su casa, prohibido recibir visitas, esperar la nueva orden. Entretanto, los militares buscaban a quienes podrían ser cómplices: los servicios secretos habían logrado saber que en la capital habían algunos comandos dispuestos a tomar los cuarteles militares de Kanombe y Kacyiru, y así de paso controlar la zona de los ministerios, el aeropuerto y la residencia presidencial. Durante la noche nadie pegó ojo. Sabíamos que nuestros días estaban contados.
Desde nuestras aulas se oían los disparos, las explosiones de granadas y bombas. El cielo estaba invadido por helicópteros militares, y la zona parecía muerta. Por la mañana siguiente casi nos bombardean: estábamos preparando las bananas y patatas que íbamos a comer, y nos sorprendió un helicóptero militar. Formábamos varios grupos de más de veinte personas cada uno y eso estaba desde luego prohibido. Cuando los dos helicópteros se alienaron para disparar disparar empezamos a gritar: nos libramos milagrosamente de los disparos. Había tanto estrés en el colegio que las clases fueron suspendidas.
A mediodía tuvimos la reunión con el Director del colegio: nos dijo que si la situación se agravaba el gobierno trataría de avisarnos y proporcionaría algunos autocares para llevarnos a un lugar seguro, y si fuera necesario, nos refugiaríamos en el país vecino, Tanzania. El Director no nos convenció. Algunos nos escapamos para informarnos de los soldados que pasaban por la carretera Kayonza-Kagitumba, pero sus rostros desfigurados hablaban por sí solos.
La noche fue eterna. Hacia las 02:00 de la madrugada paró en nuestro colegio un camión lleno de soldados camuflados: nos pidieron agua. Nos preguntaron acerca de los movimientos de sus compañeros. Que dónde estaba el puesto de control más cercano. Qu qué armas pesados habíamos visto en los camiones militares. Ellos decían que venían del cuartel de paracomandos de Gisenyi. Que desconocían nuestra zona. Que por urgencia no habían tenido tiempo para ponerse de acuerdo con sus camaradas. Más tarde supimos que eran rebeldes que buscaban por dónde pasar la noche antes de iniciar los combates al amanecer. De hecho aquella misma noche hubo enfrentamientos fuertes a seis kilómetros de nuestro colegio. Por la mañana, nuestro colegio estaba sitiado: se llevaron al Director y dos profesores. A mediodía nos enteramos que algunos comandos habían atacado la capital Kigali con armamento fuerte, pero que la situación ya estaba controlada. La verdadera historia la supimos meses después: un teatro estratégico para atrapar a más de 5 mil sospechosos en una noche.
Nuestro Director fue interrogado, pero debido a su rango eclesiástico (era pastor anglicano), tres días después fue puesto en libertad condicional. Pero los otros dos profesores fueron conducidos a la prisión de Kibungo. Dos semanas después se llevaron otra vez a nuestro Director, y fue la última vez que le vimos con vida.  Se cuenta que le llevaron al ayuntamiento donde los soldados enfurecidos le estuvieron torturando todo el día. Le obligaron a comer sus gafas y los zapatos que llevaba. En la furgoneta que le trasladó a la comisaría de Rwamagana, tuvo que soportar patadas de los soldados. Cuando llegó a la comisaría ya no podía respirar. Le habían roto intencionalmente varias costillas. Finalmente le ejecutaron. En el informe dijeron que le dispararon cuando intentaba escaparse. Por la mañana, un viernes inolvidable, oímos por radio nacional un comunicado del obispado que anunciaba el funeral. Los militares nos prohibieron cualquier comentario acerca de su muerte. A partir de ese momento, la policía secreta controlaba todos los movimientos en el internado.
Los militares habían ordenado reanudar las clases porque así por lo menos estaríamos bajo control. De lo contrario, los más nerviosos podían escaparse del colegio en búsqueda de un lugar seguro, lo que significaba automáticamente la muerte. A los pocos días, debido al ruido incesante de los disparos, las clases fueron suspendidas. Poco a poco nos acostumbramos a vivir en medio del miedo. Veíamos cómo los camiones traían cajas de soldados muertos en el frente, aunque siempre las emisoras gubernamentales cantaban victoria. El Hospital de la zona estaba lleno de civiles heridos: cabezas abiertas por las granadas, piernas amputadas por las minas antipersonales, cuerpos llenos de entradas de balas. Realmente la guerra no había perdonado a nadie.  Y eso que era el principio.
Los que tenían familiares militares empezaron a recibir noticias de sus padres. El país se había militarizado totalmente. Nos llegaban historias escalofriantes: muchachas violadas, maridos abatidos delante de sus mujeres, jóvenes movilizados a pesar de su poca voluntad, tiendas saqueadas..., una mujer que rescató un perro pensando que era su hijo y cuando ya había recorrido cinco minutos se dio cuenta de la malicia de la criatura al no contestarle y no pudo volver a por su hijo, etc… La vida se había convertido en una lucha continua contra los enemigos invencibles. Y todo empezó el 01 de octubre de 1990.

sábado, 20 de septiembre de 2014

Mi ex novia


Que no se alarme nadie porque no tengo costumbre de hacer el striptease emocional en las redes. “Mi ex novia” es un libro que Fabio Fusaro escribió en 2007 después del calificado groseramente por una amiga salmantina como “la puta biblia para los hombres”. El título correcto es “Mi novia. Manual de instrucciones” (2001).
 
Mi ex novia” describe cómo los hombres nos comportamos después de una ruptura, las mil maneras de torturarnos para llegar, finalmente a la misma conclusión: aquella que fue mi novia es ahora mi ex novia y no puedo hacer nada para volver a la situación anterior a la ruptura. Todo esto descrito fabulosamente, en un castellano de Argentina, comprensible incluso para quienes nos desesperamos viendo una película argentina (por la lentitud de los hechos y por los localismos lingüísticos muy sofisticados).
 
A propósito de estos localismos lingüísticos, mi amiga salamantina que calificó de aquella manera el libro de Fabio Fusaro recordará que cuando trabajábamos en una compañía que había externizado parte sus servicios de atención al cliente nos habían hecho un manual de traducción del argentino al castellano salmantino. Los compañeros argentinos tenían su traducción. Había diálogo de este tipo (espero que se entienda bien el humor):
 
El boludo: Compañero, tengo una señora que quiere consultar las tarifas. ¿Te la coloco? (el gallego pensando en voz off: colócala donde quieras, con tal de no quitarme el puesto).
El gallego: Ahora mismo no te la puedo coger, compañero, no tengo acceso a las tarifas (el boludo pensando en voz off: puto salido gallego. Siempre pensando en lo mismo)
 
El libro de Fabio Fusaro utiliza los términos argentinos a los que no estamos acostumbrados en España, pero he de reconocer que pocos escritores saben poner un toque de un humor en asunto tan dramático. Veamos un ejemplo:
 
“Resulta que se había anotado en un concurso de belleza organizado por no sé qué boliche y se ve que el breve estréllate se le subió a la cabeza, aunque no ganó nada. Imaginen: boliche, noche, música, luces de colores, tipos babeantes (muchos) y la señorita caminando en tanguita por una pasarela que atravesaba el local de lado a lado. No sé si se entendió bien: “Mi novia caminando en tanguita por una pasarela en el medio del boliche”. Como si esto fuera poco, me contaba chocha de contenta que algunos tipos luego la reconocían por la calle o en la playa y la saludaban. Qué poco tenía que ver eso con el concepto que ambos creíamos tener del respeto mutuo. Hasta ahí la situación no habría pasado de un momento molesto en la pareja, pero tuvo que aparecer “la tarjetita”. ¿Qué tarjetita? La que le había dado un atorrante al terminar un desfile. Lo único que quería, seguramente, era… en fin, ya saben. La tarjetita decía: “Fernando Pirulo. Promotor de modelos” y un maldito teléfono. Toda la planificación que habíamos hecho hasta ese momento fue a parar a la miércoles por un pedazo de cartulina de siete por cinco. De la noche a la mañana, pasé a decimoquinto plano en su vida
Las mujeres no te dejan en cualquier fecha. Suelen esperar al día anterior a tu cumpleaños, a un aniversario, la víspera de Nochebuena o Año Nuevo. Supongo que la intención es que te duela, si es posible, un poco más de lo normal. Así fue como un 17 de mayo, día en el que cumplíamos tres años y seis meses de novio, “la modelito”, sin derramar una lágrima y tras terminar el último café pagado por mí –como todo lo que consumió en los tres años y medio que estuvimos juntos-, me dejó”.
 
En tan pocas líneas tuve que acudir al diccionario del E-book más de una vez pero mereció la pena. Todas las historias que Fabio Fusaro cuenta en “Mi ex novia”, aunque no se basaran en hechos reales, nos suenan a todos. Siendo instrucciones para hombres, “hombres resentidos y dolidos”, no son del todo “políticamente correcto” y me imagino que en posteriores  ediciones revisaras algunas expresiones para que sean acordes a nuestros tiempos.
 
De la misma forma que aconsejé en este blog, hace varios años, el libro “Mi novia”, también aconsejo este. En “Mi ex novia” nos reconocemos todos aquellos que tenemos una ex, dos letras que marcaron nuestras vidas, porque aunque algunas ex nos salvaron de una vida de amargura dejándonos, en vano hicimos todo lo que pudimos para “recuperarlas”: sólo conseguimos prolongar nuestro sufrimiento porque cuando desaparece la palabra dada, la nula credibilidad (si es que alguna vez estuvo presente) puede herir mortalmente un corazón noble. Pero allí está Fabio Fusaro para recordarnos que no hay nada nuevo. En algún momento de nuestras vidas, todos hemos sido víctimas de nuestras “boludeces”.

miércoles, 17 de septiembre de 2014

La teoría del elefante

Cuando todavía desconocían las habilidades de los elefantes, los cazadores africanos se asombraban al ver cómo cruzaban los pantanos sin quedarse atrapados en el fango. Veían cómo animales más pequeños como los conejos o los perros se hundían en los pantanos mientras los elefantes seguían moviendo sus voluminosos cuerpos hacia sus refugios. Con el tiempo, los cazadores africanos se dieron cuenta que los elefantes no se hundían en el fango gracias a su equilibrio a la hora de andar. Antes de levantar su pata, el elefante se asegura del equilibrio de su cuerpo de tal forma que el suelo soporta tan sólo cero kilo. Es una estrategia tan vital que el mismo elefante a penas se da cuenta de esas combinaciones de peso. Perseguido por sus enemigos, su velocidad a la hora de correr podría inducir a pensar en la inconciencia de sus movimientos. Pero esto resulta falso cuando uno se da cuenta que el elefante acorralado busca un terreno pantanoso para reírse de sus perseguidores. Sabe que es el único que domina ese terreno y contrariamente a lo que podríamos pensar, se siente seguro combinando el equilibrio de su masa corporal. Lo que llama la atención es que incluso cuando se encuentra en el terreno que mejor controla, el elefante no se enfrenta a su enemigo. No gasta sus energías haciendo lo que la misma naturaleza ha de hacer. Deja que sus enemigos se enfrenten solos a los elementos hostiles de la naturaleza.
 
La estrategia del elefante nos enseña que en momentos de dificultades hay que buscar refugios en el terreno que mejor dominamos y no malgastar energías y tiempo en batallas que otros pueden hacer por nosotros. Hay que tener en cuenta que el equilibrio del elefante sólo es efectivo si se sitúa en el terreno adecuado. Por eso saber combinar las energías positivas sólo es eficaz si estamos en un ámbito apropiado. A mi modo de ver, cada uno de nosotros debería tener localizado el rincón que más se adapta a sus necesidades, igual que hacen animales como los perros. Hace tiempo que la etología sabe que los perros no duermen en cualquier sitio. Se mueven por todos los rincones del jardín hasta encontrar las corrientes en energéticas de su gusto. El instinto de supervivencia de los animales es un recurso que los humanos deberíamos integrar en nuestra forma de vivir. Deberíamos saber en qué lugar nos sentimos a gusto, relajado, con las emociones equilibradas. Deberíamos saber en qué ámbito nos sentimos invencibles o al menos dominamos mejor la situación del entorno. Deberíamos tener un pantano al que acudir para alejarnos temporalmente de las amenazas, donde el entorno combate en nuestro lugar o a favor nuestro.

miércoles, 3 de septiembre de 2014

Las ideologías difuminadas


Actualmente contamos en España con dos partidos políticos con ideologías bien definidas: el Partido Popular que no puede cruzar la línea roja del “comunismo” y el Partido Podemos que no puede cruzar la línea roja del neocapitalismo y su casta. PSOE, IU, UPyD y demás partidos de carácter nacional navegan hacia el capitalismo pero sin rechazar del todo algunas ideas comunistas que siguen gozando de una buena acogida en la clase trabajadora. En los últimos años,  el PSOE ha elaborado un menú ideológico que no pasaba por el paladar de sus militantes. Tantos pactos con el PP crearon confusión en el electorado socialista, prefiriendo abrazar otras formaciones políticas que parecían tener las cosas muy claras. Afortunadamente para el PSOE, la nueva dirección socialista ha limitado sus flirteos con los populares tanto en Madrid como en Bruselas, y parece estar rediseñando una ideología socialista propia de nuestros tiempos.
 
Pedro Sánchez se propuso trabajar más en la calle al lado de los militantes, y según los medios de comunicación, lo está consiguiendo. Ciertamente ya no era tolerable votar un diputado desconocido por su agrupación, rellenar las listas electorales de afines y amiguetes aunque no pudieran convencer ni a un solo votante, en definitivas, diputados colocados a dedo sin méritos electorales. ¿Qué es eso de barón? Barón será quién haya ganado las elecciones en su comunidad autónoma. ¿Qué es eso de demócrata? Demócrata será quien haya ganado las primarias. No buscamos graciosos ante los micrófonos, ni muermos en los mítines, ni defensores de gestores ineptos. Si se habla de tantas malversaciones de fondos en Andalucía, ningún dirigente socialista debería sentirse orgulloso de los gestores de aquellos tiempos, porque aunque no sean corruptos, francamente no supieron gestionar bien “la cosa pública”. Entiendo que algunos deberían pedir disculpas públicamente por su mala gestión en la comunidad que ha sido siempre gobernada por los socialistas. Aunque una mala gestión no equivale a responsabilidad penal, el PSOE no puede permitirse el lujo de contemplar pasivamente los escándalos millonarios en Andalucía. Tolerancia cero hacia la mala gestión de los recursos públicos.