Nos dijeron que el pueblo era soberano, que ninguna decisión se debía tomar sin el consentimiento popular. Pero omitieron que nuestro voto era un cheque en blanco para que hicieran lo que les antojaran, incluso en contra de nuestra voluntad.
Nos dijeron que estábamos en crisis, que debíamos apretarnos el cinturón, que patriotismo equivalía a un poco de sacrificio por el bien de la nación. Pero ellos se subieron el sueldo, compraron chalets de lujo, subieron los precios de transporte, y contrataron a sus familiares y amiguetes para repartir el pastel estatal.
Nos dijeron que tenían vocación de servicio público, que incluso en este momento de crisis económica no dudaban en coger el mando para llevarnos a la abundancia. Pero no nos dijeron a cambio de qué.
Nos dijeron que sus rivales políticos no eran más que una pandilla de ineptos, que si les votábamos a ellos estaríamos preparando un futuro prometedor. Pero no nos dijeron que sus primeras medias iban a ser despedir a los profesores, cerrar quirófanos, eliminar ayudas a los desvalidos, privatizar los servicios públicos, ejecutar recortazos y reírse de quienes se indignen.
Nos dijeron que eran honrados, que no todos los políticos son ladrones. Nos prometieron cambiar nuestra sociedad, inyectar optimismo en nuestras vidas, levantar la moral de todo el país. Pero no nos dijeron que en sus listas a las Cortes Generales iban a seguir las mismas personas que no han sabido sacarnos de la crisis. ¡Encima pretenden que les votemos! Los servidores de la nación que no han sabido sacarnos de la crisis pretenden seguir representándonos en las Cortes Generales. Si los partidos políticos tuvieran democracia interna, estoy seguro de que muchos candidatos no estarían más que en la lista de los fracasados. No puede haber cambio social sin cambio de dirigentes. El partido político que se empeñe en conservar ineptos en sus filas se estará condenando al fracaso electoral.
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